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Consejos para manejar las emociones negativas

2 de diciembre de 2016

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Las emociones negativas también son parte de la vida, y aunque no es lindo estar enojado, triste, desconfiado, resentido, no caben dudas de que ocupan un lugar importante, ya que como en ocasiones anteriores he dicho, nos están alertando sobre una situación que nos afecta; hace que reaccionemos ante un ataque y otras situaciones en las cuales tener una emocionalidad negativa es de utilidad, y por eso es que la Madre Natura nos las ha dado. No querer sentirlas es humano y comprensible, aunque a veces nos salven la vida (el miedo nos puede hacer correr para escapar de un peligro), y ¡ojalá! la vida fuera un paraíso encantador donde solo existiera felicidad, pero lamentablemente no lo es, así que hay que aprender a dirigir adecuadamente estas emociones. Para ello hay que saber expresarlas, por lo que les voy a dar algunos consejos al respecto, o sea, cómo comunicarlas de la mejor manera, para lograr el objetivo que nos proponemos y que no sean una bomba destructiva hacia los demás o hacia el interior de nosotros mismos.
Recalco que es importante este aprendizaje porque a veces creemos, por ejemplo, que hay que guardarse la ira o la tristeza porque no sabemos qué hacer con ellas, porque pensamos que la ira solo se expresa con una explosión verbal, física, y la tristeza se resuelve aislándonos para sufrir solos. Por lo que ahí van algunas sugerencias: el primer consejo es no ser dramático, lo que quiere decir que no te excedas en la manifestación, ya que la excesiva expresividad de la tristeza, en vez de hacer que los demás sean empáticos, puede provocar ser el centro de burlas y conviertes un hecho de importancia en un mal espectáculo teatral o que los demás se alejen, porque tanta tristeza deprime a los que te rodean y la gente no quiere andar siempre con cara de velorio. El otro consejo es no dejar que estas emociones negativas se acumulen, ya que lo que puede ocurrir es como el vaso lleno, que una solo gota lo rebasa y se derrama, por lo que si estas molesto con tu esposa porque la sientes alejada o sale mucho a visitar una amiga o gasta mucho dinero o cualquier otra situación, lo mejor que se puede hacer es hablar y discutir la situación desde el principio, ya que es muy probable que una situación insignificante –que es la gota final– haga que estalles en ira y la otra persona no entiende la razón de esa explosión porque anda muy lejos de saber que está pasando dentro de ti.
Cuando te expreses, sé breve, ve hacia a la esencia del asunto, los discursos largos corren el riesgo de hacer diluir lo que es la causa de tu malestar; como tampoco es bueno que te dediques a emprender un viaje de culpabilidades –dentro del cual están las auto culpas y culpabilizar a los otros–; lo importante es que el otro sepa cómo nos sentimos y buscar una solución. Las culpas no llevan a buen puerto, ya que levanta las defensas y ahí empiezan a lanzarse granadas de culpas de un lado y de otro, por lo que la situación se empeora y la emociones negativas aumentan en tono y color.
También es conveniente que hables de cómo te sientes, de forma sencilla, y dejar a un lado las vergüenzas, creer que se va hacer el ridículo; en este punto pienso en que los hombres por regla general sienten que no es muy viril reconocer la tristeza, lo cual es un prejuicio legado por criterios machistas de considerar que la masculinidad es solo sinónimo de fortaleza en el sentido de un alejamiento de una emocionalidad que los hace vulnerables. Esto es falso, los hombres son seres humanos de carne y hueso, y la tristeza, la desesperanza es parte de la condición humana.
Otro consejo es preguntarle al otro cómo se siente cuando estás expresando tus emociones negativas, y que no se convierta una conversación de uno solo, porque entonces es una “descarga emocional” que no lleva a ningún sitio, y el resultado puede ser contrario al esperado. No trates de “aplastar” a la otra persona con la que estás conversando y a la que le expresas que te sientes mal por algo que hizo, pues la meta debe ser el entendimiento y que tú te sientas bien; es por eso que debes darle el beneficio de la defensa, o sea, abrirle una puerta a una explicación de forma más fácil, por ejemplo, le puedes decir “quizás te entendí mal”, o “es posible que no te hayas dado cuenta de que eso me afecta”, y de esta forma sencilla le estás dando la palabra al otro, lo conminas a hablar, a expresar sus ideas, sus sentimientos.
Creo que con frecuencia cometemos el error de dejar salir nuestras emociones negativas –muchas veces inconscientemente–, solo para que el otro se sienta culpable, para “sacar” lo que tenemos entre pecho y espalda, considerando que el otro es responsable, y no damos espacio al diálogo, a que el otro exponga su punto de vista y tal vez que reconozca las razones y responsabilidades de todas las partes implicadas, ya que nadie tiene la verdad absoluta, y hay que ser capaz de buscar el mejor camino para eliminar o disminuir esas desagradables emociones.

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