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Componentes de las competencias emocionales

3 de agosto de 2018

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emociones-basicasMuchas veces he escrito sobre el alfabetismo emocional, o sea, aprender a conocer nuestras emociones, manejarlas y utilizarlas para guiar nuestros actos y pensamientos; sin embargo, en este aprendizaje hay varios componentes, porque conocer no es suficiente, mientras que manejarlas puede ser confundido con reprimirlas o dejarlas salir sin control, con lo cual difícilmente pudiera guiar adecuadamente nuestros actos y pensamientos. Por esto es que voy a profundizar en lo que se necesita para lograr ese ansiado manejo emocional, que nos ayuda mucho en la vida, para tener bienestar psicológico, prevenir el estrés y con todo esto contribuir al éxito, y a lo que me refiero es que en este aprendizaje hay varios factores que también pueden ser vistos como etapas o pasos. ¿Cuáles son? Pues paso a nombrarlos y después a explicarlos; son percepción, asimilación, comprensión y regulación.
Ahora bien, como se puede observar claramente en estos componentes, los tres primeros son internos y el cuarto es externo o conductual porque todo aprendizaje comienza con un proceso interno que se nutre del mundo exterior o entorno en que se desenvuelve cada persona. Por lo tanto, percibir significa percatarse de nuestras emociones, en sentido general, de cuál es nuestro repertorio emocional y a continuación asimilar que son esas y no otras, nos gusten o no, lo que hace que ya forme parte de nuestro sistema de conocimientos personales algo tan importante y muchas veces olvidados como son las emociones, y aquí me permito hacer un alto porque no pocas veces subestimamos al área del conocimiento de las emociones ya que consideramos a priori que son tan biológicas y primitivas que son invariables, lo cual es un error, ya que el desarrollo de la humanidad nos lleva a que no hay aspecto del ser humano que por muy biológico que sea no pueda ser transformado, sustituido, cambiado, y tanto es así que el ejemplo más típico que se me ocurre es que el corazón puede ser trasplantado y más aún, porque se construyen corazones artificiales y ya se está avanzando en la creación de corazones a partir de células madres.
Así ¿quién puede decir que las emociones son inmutables? Por lo menos yo no me atrevo, sino todo lo contrario, creo que hay que educarlas para ponerlas en función de una vida más feliz. Después de percibir y asimilar cuáles son nuestras emociones, debemos comprender por qué son esas y no otras, y ahí obviamente este entendimiento debe basarse en nuestra historia vital, o sea, nuestra biografía porque así encontraremos de dónde aprendimos a tener esas emociones, cómo las aprendimos, quiénes fueron nuestros modelos, el entorno social del que nos nutrimos y por último – y ahí ya es en forma de conducta – cómo las regulamos, lo que significa cómo nos conducimos con ese contenido emocional, pero acorde a la situación específica, porque no resulta fácil mantener estos componentes equilibrados. Todo lo dicho se puede concretar en una frase de Aristóteles que Daniel Goleman menciona en su libro “Inteligencia Emocional” y que dice: “cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente no resulta sencillo”. Y con esta magistral cita se recogen los cuatro componentes de las emociones a los que me he referido, lo que nos permite desarrollar nuestra vida afectiva en forma de competencias emocionales, que como su nombre lo dice son “competencias”, porque tener competencias significa un contenido interior que se expresa en una conducta afín.
Ya lo he dicho en otras ocasiones: de nada vale que tengas una cualidad, un conocimiento, si solo se queda a nivel interno, porque hay que crear un producto social que muestre que efectivamente la persona es competente o tiene la capacidad para, por ejemplo, ser maestro de primaria, el cual debe poseer una muy buena inteligencia emocional en forma de competencias porque debe saber manejar conflictos entre alumnos, reconocer las emociones de sus estudiantes, enseñarlos a manejarlas adecuadamente y muchas otras, porque ese maestro también debe educar emocionalmente a sus discípulos.

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