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Como Colón, como Costeau, sin miedo

1 de noviembre de 2013

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Y claro que no podía faltar última cualidad de la autorregulación que es la innovación y que completa esta parte del tema, ya que anteriormente hablé del autocontrol, la confiabilidad, la integridad y la adaptabilidad. En pocas palabras se puede definir a la innovación como la cualidad de los seres humanos de estar abierto y sentirse cómodo ante las nuevas ideas, enfoques e información, y claro que me refiero al significado psicológico de término, que determina la conducta humana, ya que la innovación es una palabra frecuentemente escuchada, siendo parte de la vida actual, donde los inventos, los descubrimientos, las creaciones tecnológicas y científicas son muy habituales ¡afortunadamente! Y para ser un científico, un inventor, un creador, un descubridor hay que tener  cualidades psicológicas de innovador, interesarse hacia lo nuevo, lo inexplorado, lanzarse hacia nuevas aventuras como el Gran almirante Cristóbal Colón, no conformándose con la satisfacción de las necesidades inmediatas, sino que quiere más, no le teme a lo nuevo y está presto a buscar, rebuscar, hurgar y ensayar una y mil veces hasta lograr la nueva maquinaria, la nueva vacuna, la nueva obra teatral, el nuevo programa de computación, la nueva teoría explicativa de por donde le entra el agua el coco, es más, disfruta con este proceso y la palabra fracaso la destierra de su vocabulario y su pensamiento. Pero no solo los grandes científicos, artistas e inventores son innovadores, porque la gente común, como tú y como yo, aunque no hayamos inventado nada también somos innovadores o por lo menos debemos esforzarnos por serlos en nuestra vida diaria, ya que poseer esta cualidad nos potencia las otras de las que ya hablamos en semanas anteriores, porque si no estamos abiertos a los cambios y a lo nuevo, nos convertimos en esa persona crítica, molesta y con mala cara ante las transformaciones que son parte del desarrollo, siendo partidarios de la conocida y bastante retrógrada frase de que cualquier tiempo pasado fue mejor, lo que es un  llamado al estancamiento y a la inmovilidad, porque los tiempos pasados y los presentes son sencillamente diferentes. Cambia la moda, la música de los abuelos fue diferente a la de los bisabuelos, así como la de nuestros hijos es diferente a la nuestra, y los abuelos cuando enviudaban se echaban a morir y ahora ¡sin miedo! se van a clubes de la tercera edad, se buscan novia o novio y van a estudiar a la universidad del adulto mayor. Estoy segura que en la vida cotidiana hay más Colón, Costeau, Edison, Marco Polo, Da Vinci de lo que creemos, valientes y sin miedo a evolucionar con su tiempo,  porque la vida diaria está llena de retos que si no estamos abiertos a lo nuevo, lo diferente, le pasamos por el lado sin verlos, o le huimos con miedo si nos resistimos a aceptar, participar y vivir con lo que es desconocido y diferente. Los que pasan de la sexta década de vida recordarán la revolución sexual de los años sesenta, que fue una consecuencia directa de la creación de  los nuevos anticonceptivos y en particular la gloriosa tableta anticonceptiva y la virginidad que fue durante siglos un atributo intocable y casi místico, pasó a mejor vida para dar paso a los criterios muy válidos y sólidos sobre  la aceptación de las relaciones prematrimoniales y el derecho femenino a disfrutar del sexo fuera del matrimonio, equiparándose al mismo derecho masculino, lo cual lleva a que no haya hombres y mujeres atados a matrimonios sexualmente infelices y que el sexo no esté matizado por el temor a embarazos no deseados.  Y si ahora nos reímos de la mojigatería de la virginidad, pensemos en cuantas nuevas ideas diferentes nos resistimos a aceptar y que serán tan obsoletas como la doncellez. Dependiendo de la capacidad de ser innovador que tengamos, podremos pasar a la historia familiar como alguien arcaico o como aquel que siempre estuvo adelante en su época, de la cual dirán cuando miren las fotos familiares; esa es mi tatarabuela que era como Juana de Arco, sin miedo y con una mente muy moderna, con la suerte que no la quemaron en la hoguera.

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