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Cocimiento para la desmemoria

18 de agosto de 2018

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130780bLa sonrisa amable la acompañó con el ademán a que pasara a la modesta vivienda. En el ofrecimiento del sillón vino la invitación a un cocimiento frío de menta “que refrescaba mucho en estos calores de verano”. La muchacha la aceptó porque mucho le habían hablado de la bondad de esta mujer. Por sus labios finos jamás pasó un cocimiento de esa yerba. Ni sabía el significado del vocablo y la impresionaba esa muñeca de trapo vestida de blanco que la miraba desde una butaca. Era la recién estrenada médica de la familia en este barrio crecido a pedazos y esta señora pequeña y delgada, podría ayudarla en sus propósitos.
La anciana regresó con los vasos de cristal en la mano, se excusó de no tener bandeja y se acomodó en el sillón junto a la butaca de la muñeca. Sorbió la bebida y la visitante comprendió que si no bebía aquello junto a ella, no habría conversación. El líquido le resultó agradable y refrescante. Y después de agradecerlo, pasó al porqué de la visita.
Mientras hablaba, la octogenaria -había revisado su hoja clínica antes de salir-, se entretenía alisando la bata blanca de la muñeca, cuyos ojos de botones negros parecían observarla. Del cuello erguido de la mujer no colgaba collar de cuentas, pero no había dudas, ella ejercía alguna religión.
Cuando se enfrentó al primer cadáver abierto, supuso traspasados todos los temblores de la profesión. Se acostumbra una a manosear las vísceras, no así los recovecos de las actitudes humanas, y esta viuda solitaria de alto prestigio barrial, podría desenrollarle el porqué de ese vecino de la vivienda continua, un anciano lloroso que la visitaba a diario clamando por su intervención en los maltratos recibido de los hijos.
La anciana tomó la muñeca y la acomodó en su regazo. Las palabras parecían venir de esos labios bordados en rojo:
“El cocimiento que refrescó tu cuerpo fue primero una ramita tomada a la mata con su permiso. La sembré donde la visitara el sol de la mañana, arranqué las yerbas malas a su alrededor. La cuidé y la cuido. La despojo de las ramas dañadas por los vientos fuertes y no permito que el agua de lluvia se acumule en su raíz y la pudra. Los hijos son las ramas de una planta. Si maltratas a la planta y a las ramas, la planta se secará antes de tiempo y las ramas crecerán defectuosas. Podrás hacer cocimiento con ellas, pero deberás agregar mucha azúcar”.
“No vayas a reclamar amor a esa puerta”, casi en un grito salió de la boca contraída de la anciana. La doctora pensó que la desconocida religión de ella, era cruel y vengativa. No le dio tiempo a contestar. “Podrás conseguir la firma de todos los vecinos, yo te apoyaré para lograr un asilo, un hogar de ancianos”, rectificó. “Dicen que mi difunto se me fue por tanta cal tragada mientras construía policlínicos, casitas del médico como la tuya, hasta un hogar de ancianos no recuerdo dónde. Y lo hacía mientras ese golpeaba a la mujer y a los hijos.

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