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Claves del alfabetismo emocional

24 de marzo de 2017

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Cuando se habla de emociones y su control se piensa en la represión de las emociones negativas y tratar de sustituirlas por otras positivas como la alegría, eso no es tan fácil como chasquear los dedos, pues en verdad es un proceso de aprendizaje, o como yo digo en los cursos de inteligencia emocional que imparto, es un viaje que comienza con el autoconocimiento y que dura el tiempo que cada uno de nosotros nos lleva alfabetizarnos emocionalmente.

Por otra parte, hay una frase que se repite y a la que yo he hecho referencia en muchas ocasiones en este espacio y es la relación estrecha entre las emociones y el raciocinio. En este caso –a diferencia del anterior– la mayoría de las personas fruncen el ceño y creen que es imposible, ya que se ha acuñado la frase de “que el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Pues les digo que tanto en un caso como en el otro el nivel de dificultad es similar, y ambos comienzan con la necesidad de aprendizaje emocional, y la dificultad, la rapidez, la lentitud y el resultado es muy personal, en función del empeño que se ponga en aprender a manejar la afectividad (nótese que digo manejar y no controlar) para hacer la vida más feliz y la guía que se tenga en este “viaje” de mejoría personal.

Ahora bien, ustedes se preguntarán cómo se sabe que uno es una persona emocionalmente educada y estas nos ayudan en la vida y no nos entorpecen. Pues les voy a dar las claves, que consiste en que cada uno de nosotros sepa lo siguiente:

En primer lugar si somos capaces de regular reflexivamente las emociones para promover el crecimiento emocional e intelectual, lo cual quiere decir que podemos explicarnos qué, cómo y cuándo tenemos determinadas emociones y si estas benefician el objetivo que nos proponemos. Ej: Nos enojamos con quien nos está agrediendo y esto potencia una respuesta, ya sea física y/o verbal que haga que obtengamos que finalice la agresión.

En segundo lugar está el comprender y analizar las emociones empleando el conocimiento que tenemos de nuestra afectividad. Esto claramente nos dice que sabemos lo que nos provoca alegría, tristeza, desagrado, etc. y que estas emociones están relacionadas correctamente con situaciones, personas que lo ameriten, por lo que quien se emociona y ríe con un bebé que comienza a dar sus primeros pasos o se enoja con la madre que zarandea a su hijo por un comportamiento determinado o llora por la muerte de alguien querido, es alguien que posee esta segunda clave del alfabetismo emocional.

Pero no crean que son ejemplos tontos o simples, porque pensamos que no hay nada más normal que llorar cuando muere un ser querido, pero a los que así piensan me permito decirles que no es tal, ya que por ejemplo a los hombres se les enseña que mostrar dolor y llanto es poco viril, por lo que generalmente hay una represión de esta emoción en el sexo masculino.

La tercera clave es ya algo más difícil y consiste en la facilitación emocional del pensamiento, lo que significa darle color emocional a lo que pensamos, lo que razonamos. Este aspecto le digo que también, por criterios sociales, se considera que hay posturas de emocionalidad neutra, necesarias en determinadas situaciones para imponer respeto. Recuerdo un hecho que me ocurrió hace años cuando llegó una nueva decana a la facultad en que todavía trabajo y esa persona era un témpano de hielo, no mostraba nada de emoción en el momento en que el rector de la universidad la presentaba, y al mismo tiempo escrutaba con la mirada a las personas que estábamos presentes, mientras solo hablaba el rector, alabando a la nueva decana, pero los profesores estábamos callados porque nos sobrecogía el hielo psicológico del “refrigerador” que nos iba a dirigir. Para terminar la historia les digo que esa persona tenía una frustración tan grande en términos íntimos que teñía el resto de su vida profesional que sí era exitosa, y ni les cuento el calvario que pasamos con esa persona, por lo que esta clave es –siguiendo el ejemplo de un jefe– que quien nos dirige sea capaz de sonreír, de abrazarnos si piensa que no los merecemos por el buen resultado del trabajo, y para nada impide que se enoje por lo contrario y todo eso mejora su desempeño y motiva a sus subordinados.

La última clave que les doy es la percepción, valoración y expresión de las emociones, y ya si somos capaces de articular estos tres aspectos podemos decir que somos emocionalmente inteligentes, y no es difícil entender por qué digo esto, ya que significa que sabemos cuál es la emoción que tenemos en cada uno de los momentos de nuestra vida, la identificamos, valoramos si es la correcta en relación al estímulo que la provoca y la exteriorizamos coordinadamente, lo que hace que los demás comprendan perfectamente lo que sentimos, por qué lo sentimos y lo expresamos de manera comprensible.

Creo que ya tienen material para pensar y hacer una autoevaluación de su vida emocional.

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