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Claudio Delgado

5 de octubre de 2021

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Haber sido colaborador, quizá el único, del doctor Carlos J. Finlay, descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla, confiere al doctor Claudio Delgado Amestoy un mérito grande, más aún si recordamos el irrespeto y escepticismo mostrado por algunos colegas del sabio cubano, a quien tildaron de “médico de los mosquitos”, y a él, junto a su colaborador como “los mosquiteros”.

Delgado Amestoy nació en San Sebastián en 1843, y quedó huérfano en su infancia, por lo que su madrina le pagó los estudios, que incluyeron teneduría de libros, violín, pintura y francés. Tras la muerte de su protectora embarcó hacia Cuba, en 1857. Durante siete años vivió en la ciudad de Cienfuegos, trabajó allí de tenedor de libros y perito calígrafo, hasta enrumbar hacia La Habana, cursar los estudios de bachillerato y graduarse de doctor en Medicina. No solo la tenacidad se revelaba en el carácter del galeno, también la seriedad y la dedicación al estudio, que lo llevaron a hacerse de una clientela que depositó en él su confianza.

Sensible y laborioso, asumió la ejecución de un programa para el mejoramiento físico y la superación de las prostitutas mediante su instrucción en  labores manuales y domésticas; llegó a ser también secretario fundador de la Sociedad de Socorros Mutuos para los médicos de La Habana.

No fue hasta 1881 que el doctor Finlay expuso públicamente su teoría acerca de la trasmisión de la fiebre amarilla por un vector. Para esa fecha el doctor Delgado Amestoy tenía casi 40 años. Excepcionalmente —como voz única entre un coro de recelosos y desconfiados— se declaró partidario de la doctrina de Finlay y se ofreció para auxiliarlo.

La experimentación y el intercambio de criterios nutrió aquella relación de trabajo, devenida entrañable, puesta a prueba ante la delicada decisión de inocular voluntarios, algo en que la práctica del médico español como hematólogo desempeñó un papel importante.

A la par con estos trabajos el doctor Delgado Amestoy alcanzó reconocimientos propios. Se destacó como cirujano, fue el fundador de la primera sala de asepsia y antisepsia establecida en Cuba y quien primero realizó con éxito una transfusión de sangre. Su extensa cultura científica le permitió aventurarse en temas alejados de su quehacer médico, como la Hidrología, Ictiología y Meteorología. Murió el 13 de julio de 1916, hallándose en España.

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