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Clara Maass

17 de mayo de 2022

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En el mes de octubre de 1900 desembarcó en La Habana Clara Louise Maass, natural de New Jersey, Estados Unidos, de profesión enfermera y 24 años de edad. El 14 de aquel mes de octubre había recibido un cable de texto escueto: “Venga inmediatamente”. Lo firmaba el mayor William Gorgas, Jefe de Sanidad del Gobierno Interventor Norteamericano en Cuba, que ocupaba la Isla.

¿Y quién era Miss Clara Maass? La joven enfermera graduada en 1895 y especializada en trastornos de las vías respiratorias, se había alistado voluntariamente para trabajar en el titulado Campamento Cuba Libre, que radicaba en la Península de La Florida, mientras en tierra cubana se desarrollaban las acciones de la Guerra Hispano-Cubana-Norteamericana.

Después, la señorita Maass sirvió en Filipinas por espacio de 8 meses, donde contrajo dengue infeccioso y estando en plena convalecencia en su hogar le llegó la propuesta de incorporarse en Cuba a la campaña contra la fiebre amarilla.

Aunque con el programa de saneamiento indicado por el sabio doctor Carlos J. Finlay y ejecutado por la Comisión Médica Militar la epidemia cedía, aún se requerían numerosas pruebas y los experimentos no cesaban. Por tales razones, en febrero de 1901 se inauguró la Estación de Inoculación del Hospital de Las Ánimas, bajo la dirección del doctor Juan Guiteras, eminente higienista cubano.

La búsqueda de medios eficaces de inmunización contra la enfermedad demandaba la colaboración de nuevos voluntarios, conocedores de los riesgos que corrían. Solo una mujer se sometió a las pruebas de inoculación con el germen, y fue Clara Louise Maass, el 14 de agosto de 1901. Diez días después, a las seis y treinta de la tarde, la joven Clara murió como consecuencia de un ataque severísimo del flagelo. Por razones ignoradas, la tragedia no apareció reflejada en la prensa, ni el caso trascendió al conocimiento público en su momento.

A Clara Maass apenas la acompañaron unos pocos hasta el Cementerio de Colón, en La Habana. Su recuerdo amenazaba perderse injustamente en la memoria pese al criterio del mayor John W. Ross, del Ejército Interventor y director del Hospital de Las Ánimas, quien expresó de ella que “era la mejor y la más fervorosa enfermera de nuestro hospital”.

Los restos de Clara se trasladaron al cementerio de Newark el 20 de febrero de 1902, ocasión en que se le rindieron honores militares.

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