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Centenario de “La hija del policía o En poder de los ñáñigos” (II)

13 de agosto de 2017

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Las informaciones publicadas en la prensa en los primeros meses de 1917 resaltaron que en la trama de la película La hija del policía o En poder de los ñáñigos, los personajes castigaban “con mano fuerte y rápida a los que practicando las máximas del fetichismo y cultos absurdos constituían una verdadera plaga social, ya casi exterminada”. Como parte de la campaña publicitaria en los próximos números Cuba Cinematográfica publicó nuevas fotos de la “sensacional cinta”: un ñáñigo con todos sus atributos, el momento en que Luciano recibía el revólver que lo acreditaba como miembro de la Secreta… Los títulos de los principales cuadros ilustran el desarrollo argumental: La Policía Secreta; Un aviso en la Secretaría de Gobernación; El Grupo de Guardia; El hogar del policía; Una empresa peligrosa; El Café de los Ñáñigos; Rara manera de empezar una amistad; La promesa de afiliación; El nuevo Ecobio; El juramento; La policía de Marianao; En Pogolotti; La sorpresa; Cuerandaria Guarandaria Gueremí; Al amigo como amigo, al enemigo como enemigo; Los ñáñigos al acecho; La hija del policía; El crimen; Secuestrada; Inútil pesquisa; Un amigo en la desgracia; Yo velaré por ti; En casa de la bruja; En Guanabacoa; Rescatada; Ñáñigos y policías; Otra vez perdida; Dos periodistas que se divierten; Un auxilio oportuno; Sagacidad de Federico Gibert; El teléfono de larga distancia; Copados; El premio; Acebal en la Policía Secreta.

Sus intérpretes fueron Agustín Miranda (Pepe), Consuelo Álvarez (Estela), y Sergio Acebal, el aplaudido “negrito de la bulla” del Alhambra maquillado como tal en el papel de Luciano. Los secundaron: Mariano Fernández (Riverón, un ñáñigo), Luisa Obregón (Úrsula), actriz característica de la compañía de Arquímedes Pous,  la rolliza Eloísa Trías (la arpía Rufina), Josefa Naranjo (Ña Pancha), Álvaro Moreno (Condesito, un ñáñigo), Miguel Plaza (Illamba), Pancho Bas y Pepe Serna. Los conocidos reporteros Federico Gibert –que pronto incursionaría como productor– y Evaristo Taboada, personificaron a los dos periodistas aficionados a la caza. Transcurrieron cien años de aquel miércoles 1º de agosto de 1917 cuando el teatro Payret, sin la menor disponibilidad en los palcos por la efectiva promoción, presentó La hija del policía o En poder de los ñáñigos. “El resultado fue un gran film, la primera comedia cubana del celuloide que produjo una verdadera ola de entusiasmo”, opinó Monato.

Otro editorial sobre esta “película nacional”, encabezó el número de la “única revista cubana dedicada al cinematógrafo” que salió a la venta ese día y pronosticaba el “verdadero y resonante éxito”. En el texto se advierte que al trabajo de producción se le denomina edición –error difundido en la prensa de estos años– y avisa el especial cuidado en no falsear los “hechos”:

y si a veces se nos presenta con la sencillez de lo natural, es decir, sin efectismos enojosos que resultarían inapropiados tratándose de un asunto conocido, aunque de referencias para casi todos, es debido al propósito que se han hecho los afortunados editores de presentar con verdaderos datos y sin aparato de ninguna clase, que tal vez de emplearse dieran al asunto cierta comicidad que no encajara, ese “aspecto” real.

“Es, a no dudar, una de las producciones más notables que se han estrenado en esta ciudad, y representa un esfuerzo de Santos y Artigas que han invertido varios millares de pesos en editarla –escribió un anónimo cronista–. Hay en La hija del policía muchas bellezas fotográficas, pintorescos paisajes y gran número de primores artísticos. Dicho film es de un gran fondo moral y con tendencias educativas”. “La tan celebrada película ha sido recibida con unánimes elogios –opinó Amadís en El Mundo–. Representa un gallardo esfuerzo de los populares empresarios. En la vida cinematográfica de nuestro país no se recuerda un triunfo semejante al de La hija del policía. Santos y Artigas, editores de esa obra, deben sentirse orgullosos de este nuevo éxito que es producto de su habilidad y perseverancia”. Existen noticias de que en ocasión del estreno en Cienfuegos en 1921, Ramitos, un popular músico de la época, la musicalizaría con su conjunto típico, que ejecutó los ritmos a tono con los cuadros según se proyectaban en la pantalla.

“Está determinado el film, es obvio, por el reportaje y por la leyenda y los rumores populares, y padece el melodramatismo inevitable –escribió José Manuel Valdés-Rodríguez–. No es de creer que conociera Díaz Quesada Los negros brujos (Hampa Afrocubana), de don Fernando Ortiz, publicado ese mismo año de 1917, pero es una coincidencia que dice mucho del espíritu alerta de Díaz Quesada y de su comprensión de los hechos salientes de una hora dada de nuestro medio”.

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