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Casa de San Ignacio 255 esquina a Lamparilla (I)

2 de diciembre de 2016

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S. Ign. 255, fachada por Lamparilla (Small)

San Ignacio. 255, fachada por Lamparilla

 

Una de las viviendas más notables de este tramo de la calle San Ignacio, entre Amargura y Lamparilla, es la que hace esquina a esta última. Según asientos del Registro de la Propiedad, se describía hacia 1888 como una “… casa de dos pisos y entresuelos de mampostería, azotea y tejas, señalada con el número 23 y antes con el 10 ½ de la calle de San Ignacio acera del Sur haciendo esquina a la calle de la Lamparilla, cuadra comprendida entre esta última calle y la de la Amargura en el barrio del Templete…” Lindaba entonces por la derecha con dicha calle de Lamparilla, por la izquierda con la casa número 25 de San Ignacio y por el fondo con la casa número 11 de Lamparilla, perteneciente a don José Suárez de Argudín y Ramírez de Arellano. Medía 454 m, 23 cm. Y su avalúo, junto a la número 11 de Lamparilla, fue de 29 856.67 pesos.

Y resulta interesante este hecho, pues esta casona fue el resultado de la fusión de las antiguas casas San Ignacio 23 y Lamparilla 11, la cual, como se describe en 1885, era de planta baja, mampostería y azotea. En 1866, ambas casas, contiguas por su fondo, fueron vendidas por Rafael Rodríguez Torices, a Blas Lombillo, Conde de Casa Lombillo, José Lombillo y Pedro Montalvo Romero, ambos, apellidos de familias ilustres de La Habana colonial. Por su parte, Rodríguez Torices, dueño total de la casa entre 1841 y 1866, por su destacada posición dentro de la elite oligárquica española, llegó a ser uno de los principales propietarios del Diario de la Marina en la segunda mitad del siglo XIX.

 

S. Ign. 255, entrada por San Ignacio (Small)

San Ignacio  255, entrada por San Ignacio

 

Así, por las descripciones anteriores,se infiere que la refundición de las fincas debió realizarse después de 1895, pues las casas, hasta esa fecha, eran tratadas de manera independiente en los documentos del Registro de la Propiedad y la Antigua Anotaduría de Hipotecas. Al morir Don José Lombillo y Ramírez de Arellano, cuarto conde de Casa Lombillo, en 1882, esta casa, y 17 más, pasaron a su viuda, doña María de la Concepción Montalvo y Pedroso. Como el matrimonio no dejó sucesión, según sus autos testamentarios, los bienes de ambos pertenecerían a los hermanos de cada rama familiar y a sus descendientes en calidad de usufructuarios, es decir, podían recibir las ganancias de las rentas de estas fincas, pero no venderlas ni enajenarlas. Este era un método muy usual de las familias acaudaladas cubanas durante la colonia para conservar su patrimonio. Vale aclarar que por esta época, los condes de Lombillo residían en su propiedad de Empedrado 5 antiguo, hoy 151, en la Plaza de la Catedral, y esta casa de San Ignacio, junto a las otras, eran arrendadas.

En 1878, por ejemplo, en el Almanaque Mercantil de la Habana, aparecen radicando en el inmueble, el Consulado General de Francia; Alonso y Álvarez, importadores de ferretería; J. H. Durruty Cía., empresa comisionista, comerciante y agente de viajes, y Liverpool and London & Globe, seguros de incendio. Quizás por ello y como dato curioso, se sabe de la existencia en esta casa de un teléfono de alarma para avisar en caso de incendio.

Poco después, doña Concepción Montalvo renunció a su legítimo derecho de usufructo sobre la casa y según el testamento mancomunado que firmó junto a su cónyuge José Lombillo, los bienes dejados por ambos pasarían en casos como ese al hermano de José, Blas Lombillo, o su sucesión en una tercera parte, y las otras dos terceras partes pasarían por igual propio Blas o sus sucesores y a la sucesión de Teresa Lombillo. Fallecido Blas poco después que su hermano, mejoró en calidad de usufructuario en un tercio de sus bienes al primogénito Gabriel Lombillo y Pedroso, quien fuera Conde de Casa Lombillo. Practicada la división y adjudicación de bienes se pasó el absoluto dominio de esta finca a los hermanos del mencionado Gabriel, nombrados Federico, Dolores, José y Asunción Lombillo y Pedroso, dominio que se registró en 1887. No obstante, la sucesión que heredó la vivienda hasta inicios del siglo XX, la inscribió por partes y de la misma forma recibían sus gananciales.

 

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De este modo, la casa de la Calle San Ignacio 255, antes 23, perteneció a la familia Lombillo y Montalvo hasta 1902, en que las partes de cada usufructo fueron vendidas, entre este año y 1904, a don Andrés Prieto y Fernández, comerciante valenciano y vecino de La Habana. Este señor, según el Directorio Mercantil de la Isla de Cuba, de 1892, ya desde esa fecha, tenía instalada una ferretería, en San Ignacio 23 y Lamparilla 11, a nombre de la Sociedad Prieto y Cía. Andrés Prieto era vocal suplente de la Sección de Comercio de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de la Habana.

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