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Casa de Amargura 255 entre Habana y Compostela

14 de octubre de 2016

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Aunque muy escasos son los datos encontrados en las fuentes primarias para su investigación histórica, este inmueble destaca en el conjunto de las llamadas casas bajas dentro del repertorio de la arquitectura doméstica de la ciudad antigua. En su libro La casa habanera, la arquitecta Madeline Menéndez, afirma sobre ella: “Interesante exponente de la casa baja sin zaguán, en este caso ocupante de una parcela de mucha profundidad que le permite desarrollar dos patios: el principal y el de servicio. Algunas características que se observan en el diseño de la armadura de madera de la primera crujía, sugieren la posibilidad de que esta casa sea la sobreviviente de un par de casas gemelas, de las cuales su colindante –en parcela idéntica– haya sido eliminada y sustituida por el actual 257”. Menéndez igual apunta, que en las parcelas más profundas, muchas veces se añade el traspatio, reservado a funciones de servicio, y es cuando aparece el elemento conocido como obra traviesa, que no es más que una crujía transversal que separa a ambos patios, empleada casi siempre como comedor. Y esta casa de Amargura 255 es un buen ejemplo de ello.

Esta vivienda –describe la arquitecta antes mencionada– ha sido intervenida por sus propietarios, quienes restauraron la armadura de madera, pero en cambio introdujeron algunos elementos que no se corresponden con su disposición original y otros decorativos como el medio punto en la carpintería que cierra la pequeña saleta, la cual era el primitivo colgadizo hacia el patio. No obstante, gracias a ello se conserva en buen estado.

Las llamadas casas bajas o de un solo nivel, están entre las edificaciones más antiguas conservadas en La Habana Vieja. Existen, tanto las que poseen zaguán como forma de acceso, con galerías y patio central, y parcelas anchas, así como las más estrechas, sin zaguán, y donde la primera crujía se extiende a todo el ancho de la parcela, funcionando como sala principal, con acceso directo desde la calle. Este último modelo, generalmente se relaciona con los grupos sociales de menor poder económico, como es el caso de esta casa.

 

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Su descripción más antigua, según asientos del Registro de la Propiedad, data de 1725 cuando era una “casa baja de rafas, tapias y tejas”, según la escritura de un impuesto de Capellanía de la Antigua Anotaduría de Hipotecas, lo que demuestra, que desde entonces, era una casa sencilla, de una planta.

En 1775, este inmueble, su suelo y uno aledaño, son comprados por Don Nicolás de Soto y luego por Don Pedro de Quiñones. Por aquellos años lindaba con otra casa de guano, de los herederos de Don Domingo García Menocal.

En 1776 era propiedad del Presbítero Don José Díaz Méndez, fallecido en ese mismo año, quien había dejado como usufructuaria de esta finca a Doña María Josefa Díaz, la que muere en 1825, dejando el legado a partir de ese momento al hospital de San Francisco de Paula, que la adquirió por título de herencia y es quien consta como su último propietario, pues lamentablemente no se inscriben más datos en el Registro.

Cuando pasa al hospital se señalaba con el número 35 y medía 123 m, 60 cm. Lindaba por la derecha con casa de Don José Sarrá y Don Eduardo Fontecha, por la izquierda con la de Don Rafael Cowley y por el fondo con la de Doña Felicia, Doña Leonor  y Doña Mercedes Entralgo.

Por su estado de conservación y los rasgos tipológicos con que ha llegado a la actualidad, se infiere que el edificio debió haberse usado continuamente como vivienda.

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