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Caruso y la bomba en el Teatro Nacional

3 de febrero de 2020

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¿Se imaginan ustedes al famoso cantante italiano Enrico Caruso corriendo desaforadamente por la calle San Rafael, y con un estrafalario vestuario?

En 1920 gobernaba a Cuba el mayor general Mario García Menocal y Deop, más conocido como El mayoral de Chaparra, el quinto mes de ese año el azúcar alcanzó el precio de 22 centavos la libra, lo que se llamó la época de Las vacas gordas o Danza de los millones. Luego, el precio del crudo caería y comenzaría el tiempo llamado de Las vacas flacas.

El movimiento cultural en Cuba era fuerte, y también lo era en algunos sectores del proletariado el anarquismo.

Era la temporada de ópera del Teatro Nacional, inaugurado en 1838 como Teatro Tacón por el catalán Pancho Marty, y la mayor atracción era la actuación de Enrico Caruso, quien interpretaba Aída.

En medio de la función, todos de alarmaron ante una repentina explosión dentro del coliseo. Mientras unos permanecían tranquilamente en sus asientos, otros huían despavoridamente del teatro, y entre estos últimos estuvo Caruso, quien salió por una puerta lateral, corrió por la calle San Rafael, hasta que dos cuadras más adelante fue detenido por un policía, imagínense, por esa época no estaban permitidos los travestis, y el famoso cantante parecía vestido de mujer con su traje de Radamés.

A pesar de las protestas del italiano, fue a parar a la estación de policía, de donde lo tuvo que sacar el embajador de Italia.

Y según me contó mi amigo y maestro Eduardo Robreño, el petardo fue colocado en el teatro por un niño vendedor de periódicos, a quien unos anarquistas le dieron 40 centavos por la acción. Ese niño se llamaba Luis Pérez Espinós, y llegó a ser ministro de Educación en tiempos del autenticismo.

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