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Cartas son cartas

8 de septiembre de 2023

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cartaCon un grupo de muchachitas de su misma edad ingresó en esa beca. Venían de parajes altos con sus ríos correspondientes y lunas llenas y rellenas. Lugares idílicos pensó ella cuando amplió su vocabulario, pero la antigua iluminación de La Rampa la encandiló. Y aquí quedó, se hizo profesional, madre, abuela y hasta pronta a ser bisabuela.
Pero no olvidó a sus amiguitas. Y hasta cuando sus hijos eran pequeños las visitó y regresó cargada para La Habana de viandas y frutas. Las cartas después sirvieron de comunicación. Primero, cartas a mano con esa letra irregular porque a perfecta nunca llegó. Después, cuando aprendió el teclado, a máquina de escribir aunque siempre algunas de allá venían a pluma y hasta a lápiz. No todos y todas aprovecharon las oportunidades porque los humanos no se construyen en masa. Con el siglo XXI, ya jubilada y nietos, hombres y mujeres, entró una computadora en la casa y de contra el correo. Entonces, se le produjo un cambio en la evaluación de las relaciones amistosas. O en sí, aquello era una muestra de un desgarro en su evaluación social de los otros que ya venía de atrás. Con el paso de los años y sitios de trabajo, su carácter alegre y compartidor, el número de conocidos, aumentó. Gentes de su edad más o menos dispersados entre La Habana y el mundo y todos, como se decía antes, retirados ya.
Todavía le arribaban, aunque disminuidas, las cartas a pluma y hasta a lápiz. Las leía todas. “AY, PERO ESO DE CONTESTARLAS, YA LE COSTABA TRABAJO”. Eso sí, las guardaba.
Hoy anda alicaída, tristona. Quiere achacar al virus que apenas la rozó por la eficaz vacuna, el movimiento involuntario de los dedos, la neblina del hoy que le afecta la memoria. No puede dominar al teléfono inteligente, más inteligente que ella, en eso de escaparse de sus dedos. Y el bisnieto, ese único adicto a ella, complicado en estudios y amores, solo suele dedicarle un cachito de tiempo. Entonces, no puede conectarse por largos minutos con sus amistades, aquellos que tienen el aparato y lograron domeñarlo. Necesita arroparse con la colcha de los recuerdos, los gratos por supuesto. La señora muerte, a esa no le interesa que se posea un equipo de última generación o no, para sustraerlo de la tierra. Y ya ha cargado con muchos de su generación. Nada sabe ya de las muchachitas que estudiaron con ella. Las que regresaron, las de las cartas. Si en su nombre el nieto escribe a Rensoli, el de la Victrola, el que hace recordar a uno y por minutos abandona la vejez y vive aquellos años, tal vez al oír mi nombre, alguna respuesta, aparezca.

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