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Carleton Beals

9 de mayo de 2018

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La década del 30 del pasado siglo XX es una de las más convulsas del período republicano, no solo por corresponderse con el segundo mandato del presidente y dictador Gerardo Machado, sino porque marca la irrupción en el contexto político cubano de la figura del primero sargento y pronto devenido coronel Fulgencio Batista.

La oposición se expresa a través del movimiento estudiantil, obrero y ciudadano, todos muy activos. Y esto, por supuesto, concita la admiración de algunas figuras extranjeras de la intelectualidad y el periodismo que visitan la Isla. El periodista norteamericano Carleton Beals es uno de ellos.

Muy poco se recuerda a Carleton Beals en la actualidad y las enciclopedias le reservan solo un pequeño espacio. Visitó y conoció la Cuba del período de Machado y el subsiguiente, y escribió un libro que cuando se publicó en inglés en 1933 atrajo las miradas hacia la situación cubana. El libro se tituló   The Crime of Cuba, traducido al español, El crimen en Cuba.

Beals fue un crítico acerbo de la política norteamericana, que escribió desde  una perspectiva antimperialista, centró su mirada en los países latinoamericanos, tuvo problemas para publicar sus libros y estuvo vigilado por el FBI. Además, viajó mucho, deteniéndose en México, España, Italia, Nicaragua, Grecia, Alemania, la Unión Soviética y Cuba.

Beals mantuvo relaciones estrechas con los cubanos Pablo de la Torriente Brau, Antonio Guiteras, Juan Marinello, y el intercambio epistolar con ellos lo corrobora. Fue un periodista marcadamente involucrado en el apoyo al movimiento revolucionario.

Había nacido en noviembre de 1893, en el estado de Connecticut, por lo que rondaba los 40 años cuando nos visitó. Beals sintió gran admiración por Antonio Guiteras y a la muerte de este en mayo de 1935, en el fuerte abandonado de El Morrillo, donde fue sorprendido y asesinado, escribió páginas que debían se mejor conocidas.

He aquí una muestra:

Ahora, si pudieran hacerlo, pero en un futuro no muy lejano, el pueblo de Cuba quemaría al embajador Jefferson Caffery y al coronel Fulgencio Batista en efigie, y sin embargo, ese mismo pueblo entonará cantos a Antonio Guiteras y le construirá monumentos. Algún día su estatua será erigida en el Malecón, al lado del Monumento del Maine y de la estatua del gran Antonio Maceo. No habrá estatuas para Batista. Allí solamente quedarán amargas memorias de Caffery. Pero el alma de Guiteras seguirá marcando la ruta.

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