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Cada vez más alto en el aire

24 de mayo de 2013

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Instrumento para medir bajas presiones

Tal vez los primeros aerólogos fueron los campesinos y los marinos, obligados  a la predicción empírica del tiempo por razones personales y laborales. La apariencia del cielo y la forma, color, dirección y tipo de las nubes, eran indicios que permitían deducir rasgos y regularidades en el comportamiento del tiempo atmosférico a partir de la observación y la experiencia acumulada.
De ello ha quedado memoria a través de los numerosos proverbios, sentencias y refranes que la tradición oral ha transmitido desde los tiempos pasados, surgidos de la agudeza de cientos de observadores anónimos.  Pero el hombre, siempre insatisfecho consigo mismo, buscó el apoyo necesario para no tener que atenerse al simple acto de mirar al cielo, e hizo entrar en el juego a la tecnología; primero con el objeto de alcanzar mayores alturas y después hacer frente al reto de conducir instrumentos de medición.
Cada uno de los intentos realizados para lograr un conocimiento más completo de las características del aire en los niveles superiores de la atmósfera, estuvo precedido por los arrestos de algún inconforme movido por el afán de elevarse sobre la tierra.
Hasta entonces, sólo la observación del movimiento de las nubes podía ofrecer una idea —muy incompleta— del régimen de vientos imperante en los altos niveles, y nada podía conocerse acerca de la temperatura, la humedad y la presión atmosférica en aquellas regiones, cuyo estudio era esencial para lograr el cabal conocimiento de la atmósfera y sus peculiaridades.
El primer intento de medir la altura de la atmósfera terrestre por métodos indirectos corresponde al italiano Evangelista Torricelli (1608-1647) quien, empleando el rudimentario barómetro de su invención, calculó la altura de las capas aéreas en unas 50 millas.
Años después, el francés Blaise Pascal (1623-1662) sugirió la realización de experimentos barométricos entre la base y la cima del monte Puy de Dome, realizados a posteriori por Perrier.  Con ellos se comprobó el principio de la disminución de la presión atmosférica según la altura.
El siguiente paso de importancia, corresponde a Horace Benedict de Saussure (1740-1799), inventor del higrómetro de cabello. El 2 agosto de 1787 Saussure conquistó la cima del Mont Blanc (4 800m) en las nevadas cumbres de los Alpes franceses.  En esa expedición transportó un conjunto de instrumentos con los cuales midió el valor de las variables meteorológicas fundamentales.  Esta fue la primera de una numerosa serie de expediciones realizadas por otros “alpinistas” en diversas partes del mundo, con el empleo de instrumentos meteorológicos adecuados.  En los Estados Unidos, estas observaciones se iniciaron entre los años 1870 y 1890 y se hicieron sistemáticas en Blue Hills, Boston (Mass.), Pike’s Peak (Colorado) y Monte Washington (New Hampshire).
Varios observatorios meteorológicos de montaña fueron construidos en diversas partes del mundo, y después ampliaron o reorientaron sus funciones hacia el desarrollo de la astronomía, emplazando telescopios en aquellos lugares de alta limpidez atmosférica. Sobre ellos continuaremos detallando próximamente.

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