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Bruno Walter en La Habana (1948)

22 de agosto de 2014

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Tal título se dio el 3 de marzo de 1948, en el habanero “Diario de la Marina”, a un artículo acerca de la presencia, en la capital cubana, del internacionalmente famoso director de orquesta austriaco Bruno Walter, quien en el teatro Auditórium, del vedado, dirigió a la Orquesta Filarmónica de La Habana los días 7 y 8 de ese mes y año.
En ambas jornadas, bajo la batuta del genial maestro, la Filarmónica ejecutó “Obertura Egmont” (Beethoven), “Sinfonía Nº 2” (Brahms), “Pequeña música nocturna” (Mozart), “Preludio a la siesta de un fauno” (Debussy) y “Muerte y transfiguración” (R. Strauss)
El aludido artículo, rubricado bajo el seudónimo de Un Filarmónico, se recogieron impresiones relacionadas  con Walter durante el ensayo con la orquesta y la relación que él estableciera con los excelentes profesores cubanos de esa agrupación musical.

Casi ya al final de de una temporada brillantísima, donde tantos músicos ilustres han venido a compartir las glorias de la Orquesta Filarmónica de La Habana, se encuentra entre nosotros, como director invitado, el eminente director Bruno Walter, una de las más altas personalidades musicales de nuestros días.
El día del primer ensayo, el director oficial, Juan José Castro, presentó a los profesores de la Orquesta Filarmónica al gran Bruno Walter. Les dijo que era para él un honor ser él quien lo hiciera, y se hacía solidario de la satisfacción que ellos sentían en aquellos momentos. Usó el francés y el inglés para que el famoso austriaco entendiera los términos en que hacía la presentación. Y Bruno Walter, al final, hizo un saludo y contestó en español:
—Muchas gracias. Estoy muy contento de encontrarme entre ustedes. Y ahora vamos a interpretar a Brahms.
El maestro Walter es un hombre fornido. Su edad es cualquiera; porque para ser joven le sobra amor al arte e infatigable afán de inmortalidad. Le hemos oído ensayar por turno a Beethoven , Brahms, Debussy, Mozart y Ricardo Strauss, porque nada menos que todas esas cumbres figuran en el próximo programa: el del décimo concierto (domingo 7 por la mañana y lunes 8 por la noche) Un largo espectáculo que recordaremos como un minuto eterno. Su estilo de director es el de un hombre que goza trabajando, haciendo decir con propiedad y escuchando con satisfacción. Agradece, como un espectador apasionado, cada feliz momento de la orquesta, y ayuda a vencer las dificultades como si de cada una dependiera la suerte de su carrera artística. ¡Él, el hombre indiscutible a través de todos los tiempos de su vida y los públicos de su historia!
Pero no estamos tratando redescubrir a Bruno Walter. Su nombre es popular entre nosotros, incluso entre los que nunca han salido de Cuba, gracias a los discos y a las reseñas periodísticas. Pero nos cabe además la satisfacción de que Cuba va a ser el primer país de Hispanoamérica que haya visto dirigir a Bruno Walter. Si exceptuamos a España, donde ha dirigido varias veces, nunca se puso al frente e una orquesta de países de habla española. Y no fue por esta novedad por lo que Bruno Walter haya hecho un elogio muy cálido del mérito de la Orquesta Filarmónica de La Habana.
—Sólo pensando como músico —nos dijo— les aseguro que estos profesores son excelentes. Y lo más excelente en ellos: la devoción, la gana de acertar, de obedecer, de realizar lo que se les pide. Una virtud sin la que no puede haber artistas. Y estos lo son en grado suficiente a conseguir una orquesta meritísima. El trabajo con ellos es agradable. Vea usted. Es mucho el calor de estos días aquí, dada mi costumbre de estar en países fríos, y no siento el cansancio porque me lo impide el entusiasmo.
Esto nos llena de orgullo. No es cosa dicha por nosotros, es lo que de nosotros se dice. Y lo dice, en el terreno musical, un hombre que ha dirigido las orquestas más grandes del mundo, y que él mismo es uno de los más grandes músicos de todos los tiempos.
Y así fue como, después de Muerte y transfiguración, de Strauss, y de un refresco con pastillas salinas, se fue a pasar un largo rato sumergido en las delicias melodiosas de Mozart.
Pero ¿qué agregar que el público no sienta? A estas horas hay cola en las taquillas. Todos los asientos del primero y el segundo balcón del Auditórium están vendidos. Y deben ser muy diligentes los que quieran sentarse en la platea.
Bruno Walter es nuestra sensación por estos días. Y ello dice mucho a favor de la cultura del público cubano.

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