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Boris Jaskóvich (II)

23 de agosto de 2013

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Boris Jaskóvich en el Observatorio Nacional en 1950

Incontables anécdotas revelan el saber de Boris Jáskovich, recordada figura de las ciencias en Cuba, del cual iniciamos una corta biografía la semana anterior. Una de ellas se originó mientras transcurría el proceso de instalación del reflector J. W. Fecker de 609,6 mm de diámetro, adquirido por el notable aficionado doctor Miguel Mery Ruiz de Villa para su observatorio de Arroyo Naranjo. Jaskóvich quiso comprobar la estrictez en el tallado de la paraboloide del espejo primario de aquel telescopio, mediante las conocidas pruebas ópticas de Hartmann y Foucault. Para ello, en las madrugadas del 24 de septiembre y el 1 de octubre de 1955 montó los elementos necesarios y confirmó sus presunciones de que la superficie del espejo se hallaba fuera de parámetros.
Seguidamente, redactó un pormenorizado informe que Mery envió a los talleres ópticos de Fecker con los detalles para corregir las imperfecciones del espejo devuelto a los Estados Unidos. El resumen incluía fotos de los patrones anómalos. A las tres semanas se recibió la respuesta: la firma aceptaba íntegramente las conclusiones de Jaskóvich, pero, en vez de modificar la superficie deficiente, ofreció sus disculpas y envió sin costo adicional un espejo nuevo, tallado a partir de un bloque de vidrio original. El éxito fue ampliamente comentado entre profesionales y aficionados; lo que muy pocos supieron fue que la comunicación traía un documento adjunto donde se proponía al astrónomo lituano-cubano un contrato excelentemente retribuido para trabajar en Estados Unidos… contrato que Jaskóvich no aceptó.
Otro escenario donde brilló su talento fue en las conferencias de divulgación científica, que abarcaban con preferencia temas de cosmología. En ellas se recreaba explicando las paradojas relativistas, los modelos cosmológicos, los descubrimientos de la astronomía planetaria y los progresos de la naciente cosmonáutica. En 1962, el Ministerio de Educación inició la publicación de una serie de folletos denominados Guías de Trabajo, orientados principalmente hacia los alumnos de la enseñanza primaria y media básica como parte de los esfuerzos del Gobierno Revolucionario dirigidos a elevar el nivel científico y cultural de la población cubana. Jaskóvich tuvo a su cargo la traducción y adaptación de un opúsculo titulado Observa el Cielo, que tuvo una impresión de 100 mil ejemplares.
Su inteligencia y aptitudes para las Ciencias Técnicas, la Física, las Matemáticas y la Astronomía sobrepasaban toda ponderación, y le condujeron a gozar de un alto prestigio en el Observatorio Nacional y después en la Academia de Ciencias de Cuba (ACC). En 1964 la presidencia de esa institución lo seleccionó miembro del Comité Cubano para los Años de Calma Solar, cuyo objetivo era impulsar las investigaciones sobre la influencia de las tempestades magnéticas y otros fenómenos solares sobre la atmósfera terrestre. Aquel mismo año contrajo matrimonio. Únicamente así abandonó el pequeño local del Observatorio donde dormía y prácticamente vivía, y se trasladó con su familia a un apartamento en el Vedado donde, en 1967, nació su único hijo.
En octubre de 1965, al quedar constituido el Instituto de Meteorología, se produjo la división de la parte astronómica correspondiente al antiguo Observatorio y Boris pasó a integrar el Grupo de Astronomía de la ACC, dirigido por el ingeniero Luis Larragoiti Alonso.
Un día, la Academia recibió la visita de un importante científico procedente de la Unión Soviética y, como es usual, se le invitó a pronunciar una conferencia. Dado el carácter especializado del tema y del ponente, se pidió a Jaskóvich hiciese la necesaria traducción. Al culminar la intervención, uno de los presentes, el ingeniero Luciano Nilo Blanco, Jefe del Departamento de Geofísica, preguntó al conferencista acerca de la clásica teoría del cero absoluto.
Con la mayor sinceridad, el Académico declinó responder, aduciendo que no tenía todos los elementos para contestar la pregunta. Boris, con singular comedimiento, solicitó permiso para abordar el tema… y explicó oportunamente la cuestión. El invitado retomó la palabra para señalar que se iba convencido de que en Cuba trabajaban brillantes científicos, no sólo por el nivel de la pregunta formulada, sino porque el País podía disponer de personas tan instruidas como Jaskóvich para ocupar el cargo de traductor. Pero él sobrepasaba toda frontera; su dominio de las lenguas abarcaba —además del ruso, el español y el inglés—, el francés, el yiddish o hebreo, el checo y el esperanto. Asimismo, era muy respetado como ajedrecista. Muchas historias se cuentan acerca de sus peculiares costumbres y su conducta, exponente y ejemplo de la racional excentricidad proverbialmente atribuida a físicos y matemáticos en todas partes del mundo.
En 1970, Larragoiti, Jorge Pérez Doval, Jaskóvich y otros integrantes del Grupo de Astronomía de la Academia se convirtieron en fundadores del Instituto de Astronomía. Allí alcanzó a trabajar sólo tres años. El 22 de julio de 1973, mientras se dirigía hacia el Instituto, sufrió un accidente de transito, y cuatro días después su vida terminaba. Sus restos reposan en el cementerio hebreo de Guanabacoa.
Quienes le conocieron y aún le recuerdan comparten su admiración entre las originalidades del carácter, la inteligencia y el raro saber de un hombre que, nacido en la lejana Lituania, se consagró a la astronomía bajo el cielo de Cuba.

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