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Babe Ruth en la Habana (II)

26 de marzo de 2024

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“En total -dice el periodista Elio Menéndez- Ruth bateó en los predios capitalinos para promedio de 345 (10 hits en 29 turnos), por detrás de los cubanos Bernardo Baró 405 (15 en 37), Cristóbal Torriente 400 (14 en 35) y Pelayo Chacón 364 (8 en 22)”.

Apenas lanzó dos jonrones. Además del conectado a Palmero, el 8 de noviembre, el popular toletero sólo pudo tirar otro ante Isidro Fabré, el 14 de noviembre, en el noveno y último desafío, (el décimo no se pudo jugar por lluvia)

Los encuentros quedaron con balance favorable a los visitantes de seis victorias, dos derrotas y un empate. Pero, sin duda alguna, la mejor actuación de aquellos topes corrió a cargo del toletero almendarista Cristóbal Torriente, un negro cienfueguero, que el 6 de noviembre, en el quinto desafío, pegó tres enormes jonrones, más un doble.

Los graderíos estallaron con los gritos del público.

“Ayer Don Cristóbal Torriente –diría el rotativo El Día se elevó a las más altas cumbres de la gloria y la popularidad”. Y era muy cierto. Lástima que sólo cobró los 200 pesos que sus colegas le recogieron pasando la gorra entre la fanaticada.

Y cuentan que cuando los cronistas deportivos le preguntaron sobre la hazaña, el cubano, con la mayor naturalidad del mundo, respondió: “Señores, no me entrevisten a mí, pregúntenle a Ruth que los da todos los días; los míos fueron de casualidad”.

Concluido el compromiso en La Habana con Abel Linares, el popular visitante fue contratado para participar en dos encuentros entre equipos locales en Santiago de Cuba, uno de los cuales fortalecería el Bambino.

El pago sería de 3 000 dólares. Aquello sería todo un suceso para la afición oriental que deseaba al menos ver lanzar un jonrón al Babe. Pero nada, en ese único encuentro Ruth solo pudo pegar un sencillo frente al desconocido Pablo Guillén, quien lo ponchó tres veces y dio lechada a sus contrarios.

Dicen que todo lo que ganó Babe Ruth en Cuba, y más también, lo perdió en el Frontón Jai Alai y en el hipódromo Oriental Park de la capital. En el hotel Casagranda, de Santiago, gastó un capital en los dados. No obstante, se sentía feliz. El 28 de noviembre regresó a los Estados Unidos.

Tanto le sedujo La Habana que un año después estaba aquí. Esta vez como turista. Y volvió a las andadas. No había porque asombrarse. Con la misma facilidad que el estelar pelotero ganaba el dinero lo malgastaba.

Sobre su práctica de la pelota vasca en el viejo Caserón frontón Jai-Alai de La Habana, exclamó “…estoy pensando que me gusta más este juego que el béisbol”. Por cierto, hay una anécdota que cuenta el periodista Miguel Ernesto Gómez Masjuán:

“Una mañana, como era ya su costumbre, comenzó a jugar un partido de cesta punta en el Viejo Caserón. Todo iba de maravillas ya que el Babe sobresalía por la enorme velocidad que le imprimía a la pelota. De pronto, al intentar devolver un golpe de revés, el Bambino adoptó una posición que le produjo un enorme dolor en la espalda.

Casi sin moverse se mantuvo hasta que le vendaron completamente la zona adolorida. Por suerte para él no fue nada grave. El Babe se negó rotundamente a continuar practicando la cesta punta. El enorme temor a que una lesión pudiera terminar con su brillante carrera como jugador de béisbol fue mucho más fuerte que su amor por la pelota vasca”.

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