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Arthur Miller

29 de abril de 2016

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Arthur Miller junto a Gabriel García Márquez en marzo de 2000

Arthur Miller junto a Gabriel García Márquez en marzo de 2000

 

 

Como de buena voluntad debe considerarse la visita que a partir del 8 de marzo del año 2000 realizó a Cuba el escritor norteamericano Arthur Miller, quien llegó junto a su esposa la fotógrafa Inge Morath, de nacionalidad austro-norteamericana, y al también escritor William Styron, en un viaje organizado por Mister William Luers, quien fungió de subsecretario de Estado durante la administración del presidente norteamericano James Carter.
Un vasto programa cultural de encuentros con intelectuales cubanos y de visitas a centros de interés histórico, cultural y social, devino aquella visita de quien era ya una leyenda dentro del teatro norteamericano –léase con mas justicia, mundial– del siglo XX.
Delgado, vivaz y muy bien conservado en sus 85 años, Arthur Miller percibió el conocimiento que los cubanos –estudiantes, profesores, escritores, público en general–poseían de su obra, muchas veces representada sobre las tablas de nuestro país y que por largo tiempo ha estado incluida en los programas de estudio de las carreras universitarias del perfil de las Humanidades.
Tres autores se comparten la cúspide de la realización dramatúrgica en la Norteamérica del siglo XX: a saber, Eugene O’Neill (1888-1953), Tennessee Williams (1911-1983) y Arthur Miller (1915-2005), mencionados cronológicamente.
En cuanto a Miller, ganó el Premio Pulitzer por la pieza Muerte de un viajante, de 1949, que narra la trágica historia de un hombre común arruinado por la crisis. En Las brujas de Salem, de 1953, que le valió el Premio Tony, denuncia las persecuciones contra la ciudadanía durante los tiempos del senador Joseph McCarthy y las investigaciones del Congreso de Estados Unidos sobre las supuestas actividades subversivas.
Autor que enjuició los valores de la sociedad norteamericana, traducido y representado en infinidad de lenguas, Arthur Miller fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Desde mucho antes de visitar el país, Miller era ya una presencia ilustre en nuestras librerías, centros docentes y escenarios, un autor que acompañaba con su palabra a los amantes del teatro en Cuba.

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