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Armando Menocal, a 70 años de su fallecimiento

25 de enero de 2013

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Armando Menocal

El pasado 28 de septiembre se cumplieron 70 años del fallecimiento en La Habana del pintor Armando Menocal (1861-1942). Él ha pasado a la historia del arte cubano como uno de nuestros más notables pintores académicos. Nacido en La Habana en 1861, realizó sus primeros estudios de arte en la Academia San Alejandro y luego los completó en Europa.
Habitualmente se le recuerda por su habilidad como retratista, de la que da sobradas muestras en una obra como el óleo sobre tela Retrato de Lily Hidalgo, que está en el Museo Nacional de Bellas Artes, donde sabe captar no sólo la belleza exterior de la niña que le sirvió de modelo y los más mínimos detalles de su vestuario sino la atmósfera de paz e inocencia que embargan el conjunto.
Menocal tenía otra vertiente de su obra que eran las pinturas de tema histórico o alegórico destinadas a ornamentar ciertas instituciones oficiales, como nos recuerdan las escenas de historia cubana que pintó por encargo para el Palacio Presidencial -hoy Museo de la Revolución- y para el Aula Magna de la Universidad de la Habana. En estas, aunque es donde se nos muestra más convencional y a veces grandilocuente.
Sin embargo, pocos recuerdan una vertiente más modesta, pero más interesante de su obra. El artista se incorporó como combatiente a la guerra del 95 y llegó a ser ayudante del Generalísimo Máximo Gómez. En plena manigua, donde no podía disponer de un caballete y una caja de colores, no dejó su profesión, sino que a lápiz o con tinta, realizó rápidos dibujos de los combatientes. Además de captar la imagen de su propio superior en campaña, hizo dos retratos en tierras camagüeyanas: uno a lápiz del Coronel Javier de la Vega Basulto y otro a plumilla del General Lope Recio Loynaz. Resulta llamativo que allí, en la extrema sencillez de su labor, Menocal hace relucir sus mejores virtudes: es elegante, espontáneo, sabe sacar fuerza y elocuencia de su modelo, sin tratar de llamar la atención con recursos teatrales.
También está asociada con la guerra libertadora una de sus pinturas más conocidas y celebradas: La muerte de Maceo, que fue pintada en 1906 y recibió un Premio en la Exposición de California en 1915. Como describe la crítico Adelaida de Juan: “En este cuadro hace Menocal gala de sus conocimientos técnicos, enmarcando la figura principal – la del Titán herido- primero en un grupo semicircular formado por sus hombres, luego en otros dos pequeños grupos de soldados y caballos. Se completa la composición con la línea de palmeras al fondo y a vegetación, sobre la que han caído algunas mochilas, en primer plano, cerrando así la escena central.”
José Martí comentó en el periódico Patria, el 16 de abril de 1893, el volumen Galería de Colón, donde el erudito Néstor Ponce de León recopilaba las principales obras plásticas dedicadas al Almirante genovés. Entre ellas, el Apóstol destaca el lienzo de Menocal y lo describe con admiración:
[…]cuando Armando Menocal, libre el genio criollo, pintó, atrevido y feliz, al descubridor de América, buscó por estudio la ceñuda fortaleza del Morro, poblada aún de tanto muerto cubano, copió la mar airada que se rompe contra las breñas, y mostró a Colón, cargado de hierros entrando en la barca a donde lo manda preso el español Bobadilla; la cabeza grandiosa se destaca, sobre el torvo gentío, en el horizonte azul: el cuadro chispea.
Honremos pues la memoria de este artista y profesor de la Academia San Alejandro, ante cuyas obras es preciso detenerse en nuestro Museo Nacional.

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