ribbon

Aquella bañadera “porno”

16 de agosto de 2013

|

Observaba la vieja bañadera. Pasó la mano agarrotada y manchada por el borde. La superficie rugosa por los años de uso y por los líquidos abrasivos en la lucha constante porque mantuviera la blancura de coco del estreno. No me culpes, bañadera, por tu culpa sufrieron también mis manos. ¿No recuerdas con qué fuerza te cepillaba día tras día? Últimamente, en silencio, hablaba con los objetos. Con los compañeros de los años juveniles. Por lo menos, todavía no conversaba en voz alta como algunas de las amigas que le confesaban las risotadas de la familia. Estaba segura que ella abrazaría esa salida, una tiene tantas cosas por dentro y tan pocos oídos atentos. A una le da por hablar con las plantas, los gatos, hasta con una bañadera.
No le contaría a la bañadera que pronto la desguazarían. Escuchó la conversación entre el plomero y el albañil. La familia había entrado en la moda. Modernizarían la cocina y el baño. Antes, lo más presentable era la sala. Allí se recibía a las visitas. La cocina y el baño pertenecían a lo mas íntimo, los territorios bajo el dominio absoluto de la familia. En estos tiempos los extraños llegaban a los cuartos, a la cocina, al baño.
La imagen de la vieja bañadera le trajo un recuerdo. Una sonrisa pícara le avivó las arrugadas mejillas. ¿Sería por aquella locura juvenil que apreciaba tanto a esta bañadera? Hasta recordarlo le daba esa cierta vergüenza que nunca la abandonó.
A esta casa alquilada llegó con su marido después de la mínima luna de miel en un hotel habanero de segunda categoría. Había pasado la prueba de la primera noche en manos del joven casi tan inexperto como ella. Con su ternura venció las dificultades de su virginidad miedosa porque por su parte, la madre, la noche anterior a la boda le ordenó que obedeciera en todo al marido y nada más. Él había regresado al trabajo y ella lo esperaba en las tardes con el baño preparado. Y ese día, la invitó a bañarse con él. ¿Quería hacer con ella pornografías?, gritó aunque no tenía en claro el significado de la palabra. Rehusó, roja la cara de vergüenza y corrió hacia la cocina. Él la extrajo de las cazuelas y entre palabras entre amorosas y firmes, la arrastró al baño. Por aquello que tenía que obedecer siempre al marido, se dejó quitar la ropa y entrar en la bañadera. Aquellos escarceos que la asustaron aquella primera vez, los fue apreciando y sintiendo hasta las entretelas y aunque bajaba los ojos en las ocasiones que el hombre la invitaba, la verdad era que le gustaban los retozos aunque nunca lo declaró no fuera el a pensar que era una impúdica.
Al paso de los hijos y de los años, aquellas aventuras doblemente mojadas se fueron secando. Quedaba la bañadera como única dueña de los secretos porque el protagonista masculino hacía rato que la muerte se lo había arrancado. Los muchachos de ahora van directo al grano y se pierden las travesuras de antaño. Ellas, por lo menos, se libran de la obligación de secar el baño empapado al final del juego…pero, valía la pena.

Galería de Imágenes

Comentarios