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Aprender a hacer magia

18 de mayo de 2018

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A mí me gusta mucho ver a esos artistas que hacen magia, prestidigitación, es más por regla general me dejan con la boca abierta porque nunca logro ver dónde está el truco y hasta en momentos de total fascinación al ver que cortan a una mujer en dos y ella sigue riendo y moviendo los pies o que en pleno escenario desaparece una persona y en su lugar aparece un conejo o hasta un pequeño elefante, he creído que la magia existe, pero cuando se encienden la luces, claro que vuelvo a la realidad y sé que la única magia es la creamos las personas con inteligencia, motivación y mucho trabajo.

Así que aunque ustedes no lo crean esta magia tiene mucho que ver con la inteligencia emocional, porque día a día muchos hacemos magia, aunque también hay –desafortunadamente– muchos otros que no tienen la más mínima idea o deseos de hacer un día “mágico” en sus vidas y en las de los demás, pero para ésto no hay que subirse a un escenario, ni ponerse capas y sombreros de copa, aunque sí hay que saber hacer aparecer y desaparecer no personas ni objetos, y sí buenas relaciones. Claro que voy al grano para explicarme mejor y llegar al punto fundamental de las “aptitudes mágicas” como las llama Goleman, el gurú de la inteligencia emocional, y es que en la vida es muy bueno hacer magia. Sin embargo, me es imposible tocar hoy toda la amplitud del tema, por lo que me referiré al liderazgo y la magia que deben tener los directivos para que funcione bien sea lo que dirija; un departamento, una escuela, un hospital, una empresa, un ministerio o un país entero. Y les voy a decir algunas de estas conductas mágicas, y les pido que analicen si ustedes o sus jefes las aplican.

Para empezar les diré que algunas de las más importantes es tener motivación por la actividad y no por las prebendas que trae, y para esto es necesario tener determinados rasgos como ser capaz de hacer sacrificios personales, como trabajar a deshora porque no le quepa la menor duda que quien dirige debe trabajar más de las 8 horas reglamentarias y para eso hay que tener energía y estar llenos de ideas. También hay que tener habilidades diplomáticas, por lo que el “jefazo” que grita y da golpes sobre la mesa para hacerse oír es obsoleto y muy perjudicial, y dentro de esta diplomacia se precisa poseer sensibilidad organizativa como es asumir los riesgos de las decisiones que toma que es todo lo contrario a buscar culpables cuando algo sale mal.

También resulta fundamental evitar la agresividad y en su lugar ganarse la confianza de los subordinados porque esa es una clave mágica para inspirarlos y dirigirlos. En cuanto a las relaciones interpersonales, el jefe no puede ser un ser lejano, subido en una nube, al que solo se le puede ver a través de “un velo” separador que significa establecer distancia afectiva, como me dijo hace unos años un directivo porque él cree firmemente que esa actuación es la base del respeto, y por supuesto que está completamente equivocado porque el respeto se logra con una actitud diferente que implica obligatoriamente una relación basada en un flujo afectivo y por supuesto en la eficiencia técnica que le permite dirigir la actividad laboral específica, por lo que debe tener tiempo para escuchar, y no me refiero solo a despachos de trabajo, sino para tratar asuntos personales, porque esto le da un carácter humano a la relación jefe-subordinado, y crear espacios de entretenimiento para que los trabajadores y el jefe se conozcan más, y así se crea la confianza que compromete auténticamente al trabajador a esforzarse ayudando a crear un ambiente de trabajo más saludable.

Las agencias empleadoras que existen en la actualidad y que cada vez se popularizan más tienen criterios para elegir a los directivos y son más eficientes aquellas que tienen en cuenta las competencias emocionales de los aspirantes y no en otro tipo de cualidades personales y tal vez hasta de relaciones interpersonales “propicias”, y que “ayudan” a obtener el puesto.

Cuando imparto la conferencia sobre cómo debe ser el jefe de nuestros tiempos siempre le pregunto a mi auditorio a quienes al comenzar en su puesto de trabajo, su jefe los ha llamado para decirles los que esperan de ellos, y hasta ahora muy pocos han levantado la mano, por lo que parece asunto urgente en que trabajar, o lo que es lo mismo; los que dirigen deben aprender a hacer magia, pero no para desaparecer conejos, sino para que el trabajo lo hagan con más eficiencia, fluya, propiciando así que los subordinados se comprometan más con la labor, por lo que parece que hay que crear nuevas escuelas de magia para los que dirigen, y yo me apunto para ayudar.

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