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Apreciaciones sobre la sección “La última página” de La Edad de Oro

20 de octubre de 2020

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José Martí escribió en 1889 especialmente dirigida a los niños de América la revista La Edad de Oro de la cual en forma mensual salieron cuatro ediciones, entre julio y octubre.

Martí publicó casi treinta trabajos, incluidos las secciones tituladas “La última página”  que aparecen en las cuatro ediciones y  en las que reflexionó sobre el contenido de los materiales, anticipó algunos de los temas que se tratarían en el siguiente número y también hizo consideraciones en torno a aspectos muy importantes a tener en cuenta por los niños, a los que estaba dirigida de modo especial la revista.

Él manifestó al respecto: “Estas últimas páginas serán como el cuarto de confianza de La Edad de Oro, donde conversaremos como si estuviésemos en familia.”

Así calificó Martí a esa sección en la que igualmente tuvo el propósito de incluir las cartas que recibiera y responder a las preguntas de los infantes. Trató incluso acerca de una bolsa de sellos y precisó que el que tuviera sellos que mandar, o los quiera comprar, o quisiera hacer colección o hacer preguntas sobre dichas estampillas, no tenía más que escribir.

En “La última página” del primer número de La Edad de Oro, Martí anunció que de vez en cuando realizaría una visita el Abuelo Andrés  que tiene una caja maravillosa con muchas cosas raras, y nos va a enseñar todo lo que tiene en La Caja de las Maravillas.

Aunque puede decirse que toda la Edad de Oro es una especie de gran diálogo de Martí con sus lectores, en realidad es a través de esta sección mediante la cual se establece un diálogo mucho más íntimo entre él y los niños.

Ya desde la primera sección hizo énfasis en el objetivo esencial de la revista al enfatizar que resultaba necesario que los niños no vieran, no tocaran ni pensaran en nada que no supieran explicar y en tal sentido aseguró: “Para eso se publica La Edad de Oro. Y para todo lo que quieran preguntar, aquí está el amigo.”

Es decir mediante esta revista Martí le ofrecía a los niños la posibilidad de recibir información acerca de cuanto desearan saber y atendiendo a ello puede considerarse que esta obra tendría un carácter enciclopedista.

Sobre lo expuesto por él en forma específica en la sección “La última página” cabe precisar que les trasmitió a sus jóvenes lectores valiosas enseñanzas y les expuso consideraciones en relación con distintos temas.

Por ejemplo en la edición inicial que circuló en el mes de julio de 1889 Martí también señaló al referirse a la utilidad de la poesía puesto que dijo que los versos no se han de hacer para decir que se está contento o se está triste, sino para ser útil al mundo, enseñándole que la naturaleza es hermosa, que la vida es un deber, que la muerte no es fea, que nadie debe estar triste ni acobardarse, mientras haya libros en las librerías, y luz en el cielo, y amigos, y madres.

En la sección citada correspondiente al segundo número de La Edad de Oro, que circuló en el mes de agosto de 1889, estableció un paralelismo entre la vida y la muerte.

Expuso que nadie debe morirse mientras pueda servir para algo y agregó que la vida es como todas las cosas que no debe deshacerlas sino el que puede volverlas a hacer.

También en esa oportunidad reflexionó en torno al gusto que podía experimentar un ser humano, y de manera muy especial los niños, al hacer algún bien. En relación con este tema volvió a tratar en La Última página correspondiente a la tercera edición al manifestar: “Las cosas buenas se deben hacer sin llamar al universo para que lo vea a uno pasar.”

Y  de inmediato  enfatizó: “Se es bueno porque sí; y porque allá adentro se siente como un gusto cuando se ha hecho un bien, o se ha dicho algo útil a los demás.”

En la cuarta y la que fuera última edición de La Edad de Oro, Martí fue más explícito en la sección “La última página” puesto que trató de manera muy especial acerca del papel de los padres, al exponer:  “Los padres se lo quieren dar todo a sus hijos, y si ven un caballo hermoso, con la cola que le reluce y el pelo como seda, no piensan en montarse ellos, como señorones, y salir trotando por la alameda, donde van de paseo por la tarde los coches y los jinetes, sino que piensan en sus hijos los padres, y se ponen a trabajar todavía más, para comprarle al hijito el caballo hermoso.”

Y en la parte final de dicha sección  igualmente hizo referencia a la necesidad de los seres humanos de elevar en forma constante sus conocimientos, tanto a través del estudio como mediante vivencias al decir que se ha de conocer las fuerzas del mundo para ponerlas a trabajar, y hacer que la electricidad que mata en un rayo, alumbre en la luz.

Significó además que el hombre ha de aprender a defenderse y a inventar, viviendo al aire libre, y viendo la muerte de cerca, como el cazador del elefante.

Y enfatizó: “La vida de tocador no es para hombres. Hay que ir de vez en cuando a vivir en lo natural, y a conocer la selva.”

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