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Apreciaciones de José Martí sobre la labor de los escultores

7 de octubre de 2016

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José Martí expuso consideraciones acerca de diversas manifestaciones artísticas y esto se puede apreciar en diversos trabajos reflejados en revistas y periódicos de países latinoamericanos.

Con profundidad y elegancia, comentó sobre música, poesía, literatura, pintura y escultura. En el caso de esta última manifestación artística Martí llegó a señalar en un trabajo publicado en la revista La América, en Nueva York, en el número correspondiente a junio de 1883: “Si algo difícil tiene la escultura, es una estatua en reposo.”

También en un trabajo reflejado en La Nación, de Buenos Aires, el primero de enero de 1887, Martí igualmente planteó al referirse a la labor de los escultores: “No se vive sin sacar luz en familiaridad con lo enorme. El hábito de domar da al rostro de los escultores un aire de triunfo y rebeldía.”

Y añadió seguidamente: “Engrandece la simple capacidad de admirar lo grande, cuanto más el moldearlo, el acariciarlo, el ponerle alas, el sacar del espíritu en idea lo que a brazos, a miradas profundas, a golpes de cariño ha de ir encorvando y encendiendo el mármol y el bronce.”

Más allá de las valoraciones expuestas en torno a la escultura en general también hizo referencia a la labor específica de determinadas figuras de las artes plásticas como fue el caso del francés Francisco Dumaine.

Fue en ocasión del fallecimiento de este maestro de la Academia azteca de San Carlos que Martí publicó en la revista Universal, de México, un artículo acerca de sus obras escultóricas.

Sobre Dumaine, autor del grupo Las Huérfanas, afirmó que sentía el mármol como los buenos pintores sienten el color y añadió de inmediato que ha sabido reflejar en la piedra la soledad y la amargura; sus Huérfanas enamoran los ojos del alma y del cuerpo, sorprenden por su corrección de dibujo y entristecen por la doliente verdad de su expresión.

En su artículo publicado el 16 de julio de 1876, en la Revista Universal de México, Martí destacó las cualidades muy especiales que confluyen en la acción de un escultor y lo catalogó como un combate diario con la inercia resistente de la piedra.

También lo consideró como la lucha del sentimiento animado golpeando rudamente la materia sin animación y como esa imposición del alma bella a los rigores sordos de la masa ruda.

Al escribir sobre el artista francés que acababa de fallecer, Martí lo calificó de estudioso, original, correcto y delicado. Mas adelante expresó en relación con los sentimientos de Dumaine y se refirió a lo que él había experimentado al poder concluir alguna obra:

“Y ¡qué placer con la victoria! Y ¡qué victoria esta humana de crear un hijo bello en las informes y duras masas de la tierra!”

Cuando escribió este trabajo Martí tenía tan sólo 23 años. Y como se puede apreciar ya era capaz de reflexionar con profundidad sobre la labor y la tenacidad de un artista, en este caso un escultor, e interrelacionar su motivación con la vida.

Precisamente en forma metafórica al resumir el acto de creación en sí, llegó a comentar: “En ese combate aparentemente inútil ¡qué grandezas de la perseverancia, qué burlas a la muerte, y qué fecundidades y solicitudes de amor!”

Y agregó en sus reflexiones sobre el empeño de los creadores de transformar algo material en una obra de arte: “Debe ser inmensa, y fiera, y soberbia en sus sacudimientos íntimos, el alma de los escultores”

Martí en otras ocasiones también trató con respecto a la trascendencia y características de las obras realizadas por distintos creadores en varias manifestaciones artísticas y literarias.

Y no es de extrañar que un hombre tan sensible como él fuera capaz de expresar valoraciones muy significativas en torno al trabajo de artistas y escritores e incluso patentizara criterios de gran relevancia sobre el arte como tal acerca del cual resaltó que es la forma de lo divino, la revelación de lo extraordinario.

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