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Apreciaciones de José Martí sobre Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte

7 de octubre de 2021

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Aunque José Martí no conoció a algunos de los relevantes luchadores independentistas que contribuyeron al desarrollo  de la etapa inicial de la guerra de los Diez Años sí puede decirse que él sintió un gran respeto por la obra realizada por ellos y de manera muy especial por Carlos Manuel de Céspedes e Ignacio Agramonte.

Céspedes fue el iniciador de la gesta independentista cuando el 10 de octubre de 1868 en su ingenio Demajagua llamó a sus esclavos, les concedió la libertad y los instó a que lo secundaran en la realización de acciones combativas contra las fuerzas españolas. Llegó a ser el Presidente de la República en Armas y también se ganó el calificativo de Padre de la Patria cuando se mantuvo firme ante el chantaje que las autoridades españolas pretendieron hacerle con respecto a que no fusilarían a uno de sus hijos que había sido capturado si él deponía las armas.

Céspedes murió algún tiempo después en un enfrentamiento con fuerzas españolas en la zona de San Lorenzo el 27 de febrero de 1874. Casi un año antes en la zona de Jimaguayú se había producido la caída en combate de Ignacio Agramonte, joven abogado que encabezó la lucha por la independencia de Cuba en la provincia de Camagüey.

Acerca de estos bravíos luchadores independentistas Martí hizo referencia con particular orgullo en un trabajo que publicó el 10 de octubre de 1888 en El Avisador Cubano, en Nueva York.

Comentó que el extraño podía escribir estos nombres sin temblar, o el pedante, o el ambicioso;  el buen cubano, no.

Y agregó al referirse a las características de ambos: “De Céspedes el ímpetu, y de Agramonte la virtud. Él uno es como el volcán, que viene tremendo e imperfecto, de las entrañas de la tierra; y el otro es como el espacio azul que lo corona.”

Martí precisó que de Céspedes el arrebato y de Agramonte la purificación y seguidamente detalló: “Él uno desafía con autoridad como de rey; y con fuerza como de la luz, el otro vence. Vendrá la historia, con sus pasiones y justicias; y cuando los haya mordido y recortado a su sabor, aún quedará en el arranque del uno y en la dignidad del otro, asunto para la epopeya.”

Martí afirmó además en el citado trabajo que las palabras pomposas son innecesarias para hablar de los hombres sublimes.

E igualmente expuso: “Otros hagan, y en otra ocasión, la cuenta de los yerros, que nunca será tanta como la de las grandezas.”

Resaltó el modo de actuar tanto de Céspedes como de Agramonte.

De Céspedes específicamente señaló que era preciso haberse echado alguna vez un pueblo a los hombros, para saber cuál fue su fortaleza y añadió que creía  que su pueblo iba en él y como fue el primero en obrar, se veía  como con derechos propios y personales, como con derechos de padre, sobre su obra.

Y añadió: “Asistió en lo interior de su mente al misterio divino del nacimiento de un pueblo en la voluntad de un hombre, y no se ve como mortal, capaz de yerros y obediencia, sino como monarca de la libertad que ha entrado vivo en el cielo de los redentores. No le parece que tengan derecho a aconsejarle los que no tuvieron decisión para precederlo. Se mira como sagrado, y no duda de que deba imperar su juicio. Tal vez no atiende a que él es como el árbol más alto del monte, pero que sin el monte no puede erguirse el árbol.”

A Ignacio Agramonte,  Martí lo  calificó como aquel diamante con alma de beso y dijo  que era un ángel para defender y un niño para acariciar.

Al describirlo desde el punto de vista físico manifestó que era de cuerpo  delgado, y más fino que recio, aunque de mucha esbeltez.

Y al referirse a cómo reaccionó al iniciarse la lucha por la independencia de Cuba, Martí afirmó: “Pero vino la guerra, domó de la primera embestida la soberbia natural, y se le vio por la fuerza del cuerpo, la exaltación de la virtud. Era como si por donde los hombres tienen corazón tuviera él estrella. Su luz era así, como la que dan los astros, y al recordarlo, suelen sus amigos hablar de él con unción, como se habla en las noches claras, y como si llevasen descubierta la cabeza.”

Con respecto a otros relevantes luchadores por la independencia de Cuba que contribuyeron al desarrollo de la Guerra de los Diez Años, como Antonio Maceo y Calixto García, por tan sólo citar estos a manera de ejemplo, José Martí también expuso consideraciones en otros trabajos periodísticos, así como en cartas y discursos.

De Antonio Maceo específicamente señaló en un trabajo que publicó en el periódico “Patria” el 6 de octubre de 1893: “Firme es su pensamiento y armonioso, como las líneas de su cráneo. Su palabra es sedosa, como la de la energía constante y de una elegancia artística que le viene de su esmerado ajuste, y de idea cauta y sobria. No se vende por cierto su palabra, que es notable de veras, y rodea cuidadosa el asunto, mientras no esté en razón, o insinúa, como quien vuelve de largo viaje, todos los escollos o entradas de él. No deja frase rota, ni usa voz impura, ni vacila cuando lo parece, sino que tantea su tema o su hombre. Ni hincha la palabra nunca ni la deja de la rienda.”

También comentó que Maceo tenía tanta fuerza en la mente como en el  brazo y  precisó  al resumir el aporte que le podía brindar a la causa de su tierra natal: “Con el pensamiento le servirá, más aún que con el valor. Le son naturales el vigor y la naturaleza.”

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