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Antiguos Almacenes de San José (II)

11 de marzo de 2016

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Fachada marítima

 

 

Los Almacenes de San José como sus homólogos de Regla, Santa Catalina y Marimelena, hicieron en su momento gala del empleo del hierro en sus estructuras. Ello respondía, en primer lugar, a las leyes de construcción fijadas por la metrópoli. Existían Reales Ordenes, como las de 1859 y 1866, que establecieron ordenanzas para la construcción de muelles y almacenes, señalaban los materiales a utilizar, la altura de los edificios, así como las funciones de estos, y prohibían, además, su concesión por más de 99 años. Se les imponía construirlos en ese metal para que pudieran ser desarmados fácilmente en caso que así lo requiriera la defensa de la ciudad. En segundo lugar, por el efecto de transparencia que permiten las estructuras de hierro, lo que significa más luz y ventilación, tan necesarios en este tipo de construcciones las que evitaban, como se sabe, el uso de luz artificial igual de día como de noche para prevenir los fatales incendios. Por otra parte, el uso del hierro se había extendido ya a finales del siglo XIX, resultaba común verlo tanto en los establecimientos comerciales como en las viviendas que continuamente sustituían balcones y rejas de madera por el novedoso, seguro y duradero material.

 

Frente marítimo

Frente marítimo

 

La Ilustración Española y Americana en 1889 refiere: “En los espigones se ha seguido, tanto en la disposición como en el montaje, un sistema completamente distinto del seguido en el país. Las estacas o pilares, que son de hierro, así como las demás piezas de la parte resistente, en lugar de hincarse verticalmente según costumbre, lo han sido en dirección oblicua, con el objeto de aumentar la fuerza del conjunto y contrarrestar el choque de los buques en el momento del atraque. Cada espigón puede resistir una carga de 4.000 toneladas. El peso del hierro empleado en los espigones asciende a 700 toneladas en número redondo, que unidas a las 2 150 del mismo material invertido en el edificio, y al de 300 en máquinas, carriles y demás accesorios, arroja un total de más de 3 000 toneladas. Como dato curioso, consignaremos que, para conducir al mar los desagües de los tejados y azoteas del edificio, ha sido necesario construir kilómetro y medio de alcantarillas y atarjeas de diversos anchos”.
José E. Triay resaltaba lo grandioso del edificio y cómo, a cuatro años de su construcción, aún no había sido utilizado en toda su magnitud, solo aprovechada por los grandes vapores de la Compañía Trasatlántica Española, y algunos de la línea andaluza de M. Pinillos y Compañía. Pero la visión de Triay fue más allá de la novedad de la construcción y comprendió el verdadero alcance de estos espigones cuando escribió: “…la isla de Cuba, que ha sufrido alternativas dolorosas en su existencia agrícola y comercial, sin haber decaído de su rango de pueblo comercial por excelencia, está llamada a grandes destinos en tiempo no lejano; y cuando eso suceda, cuando su comercio adquiera mayor preponderancia, cuando sea a la vez que pueblo productor, depositario de las mercancías de Europa para América y de América para Europa, estos almacenes, en que se ha invertido una fortuna considerable que no ha encontrado recompensa en el rédito natural del dinero, constituirán uno de los mejores negocios que han podido hacerse en el país”.

 

Almacenes y calle Desamparados, hoy

Almacenes y calle Desamparados, hoy

 

La gran estructura de hierro de los Almacenes de San José fue construida con gran celo en la vigilancia de sus detalles. La unión de las piezas no solo estuvo sometida a los requerimientos del cálculo, sino también de la estética. El calado en algunos tramos, los remaches, los arcos que forman la disposición de las columnas, entre otros elementos, además de constituir el cuerpo de la edificación, le otorgan belleza y armonía. Si a esos efectos se le añaden las visuales desde los muelles y el sonido constante del mar, cómplices para el resultado final, entonces, la armadura de hierro de estos antiguos depósitos, puede apreciarse como una pieza musical maestra. No obstante su cercanía al mar, y los daños que ello supone, esta hermosa estructura ha llegado al presente casi en perfecto estado.

 

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Almacenes de San José, vista interior actual

 

En cambio, la conservación de los Almacenes en manos de un solo dueño, no corrió igual suerte. La solicitud de un empréstito para responder a los gastos de la prolongación de los almacenes y al logro de su ejecución con la mayor rapidez, pondría en peligro la conservación íntegra de la propiedad.
Como resultado de las deudas contraídas, los Almacenes fueron sacados, en marzo de 1887, a la palestra pública para ser rematados. En la obra de los primeros siete almacenes se había invertido lo recibido de los productos, así como lo que se había cobrado de la liquidación de San José, deudora de la Empresa y en la instalación de los nuevos aparatos que estaban funcionando. También en pública subasta se había contratado a los señores Francisco Peña y Roberto Layon la construcción del muelle, escollera y terraplén en el espacio comprendido entre los baluartes de San José y Paula, sitio donde luego habían de construirse los almacenes de importación y los espigones para el atraque de los buques de travesía.

 

San José, principios del siglo XX

San José, principios del siglo XX

 

El juicio fue seguido por el Conde de Casa Moré contra la Compañía y finalmente falló a su favor, siendo a partir de esa fecha, el propietario de los antiguos Almacenes de San José. Desde esa fecha y hasta 1917, los Almacenes pertenecieron a la familia del Conde de Casa Moré. Al vender íntegramente la propiedad, le siguieron otras segregaciones que llevarían a la escisión de estos importantes depósitos y su inscripción en el Registro de la Propiedad como fincas independientes.
Por esa razón, encontramos como propietarios de los almacenes, en la primera mitad del siglo XX, a distintas empresas como los Ferrocarriles Unidos de La Habana y Almacenes de Regla Limitada, Cía. Internacional y The Havana Terminal Railroad Company, S.A (1911); la American Cuban Estates Corporation (1917); la Cuban American Terminal Company (1925); la S.A. Munson Steamship Line (1926); la United Fruit Company (1938); la Norgulf Terminals Inc. (1955); la New York and Cuban Steamship Company y The University of Chicago (1956), la mayoría de ellas reconocidas líneas de vapores, las cuales, interesadas en mejorar el ejercicio de los antiguos almacenes y adecuarlos a los nuevos intereses, le realizaron modificaciones incorporándoles otros materiales constructivos y reestructurándoles las áreas y sus funciones.

 

Intervención en la fachada por la Unitet Fruit Co. durante la remodelación de la Av. del Puerto, 1946

 

Sin embargo, la intervención más significativa fue la realizada por la United Fruit Company, propietaria por muchos años de esta parte segregada de los primeros almacenes (1939-1955), y que nombró muelles Flota Blanca. Esta empresa realizó obras de restauración en el inmueble de finales del siglo XIX, y construyó uno nuevo para almacenaje, conservación de mercancías y oficinas generales; de tres plantas y un espigón de dos niveles, cuya fachada, de manera muy particular, incorporó los códigos del art decó. Hoy es conocido como el edificio Hines.

 

Almacenes y calle Desamparados,1947

Almacenes y calle Desamparados,1947

 

Las obras en los antiguos depósitos fueron más allá del mejoramiento constructivo, pues la remodelación de la Avenida del Puerto, realizada a la sazón, demandó corregir un ángulo de la fachada este. Para ello, una porción fue desmontada, y el muro, recto hasta entonces, adoptó el perfil curvo que llegó a la actualidad. Fue realmente una ejecución maestra que en lo absoluto afectó la imagen de la fachada original. Con el triunfo revolucionario de 1959, se inicia un proceso para traspasar la propiedad al Estado cubano cambiando su nombre por el de Muelle Aracelio Iglesias. La mayoría de los locales mantuvieron su función como depósitos hasta el 2009, en que las viejas naves fueron rehabilitadas por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

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