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Antiguo edificio del Banco de La Habana II

7 de febrero de 2014

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El resultado fue un edificio con estructura de hormigón armado, con muros de ladrillo, placa de cemento armado, escalera de igual sistema forrada con losas de mármol y ascensor eléctrico. Contaba originalmente con dos pisos, la planta baja era dedicada a las funciones del banco para lo que se dispensó un gran salón y la planta alta para la renta de otras oficinas y el Salón de la Junta de Accionistas, y luego le fue añadido un tercer nivel. En 1921, al fondo, se le construyó un entresuelo para archivo y se le colocó un lucernario de hierro y cristal que cubría la nave central. Sus piezas se realizaron con vidrios emplomados de artísticos dibujos que denotan maestría en su ejecución y otorgan belleza al conjunto. También tienen vidrieras emplomadas los vanos de las lucetas de las puertas interiores y exteriores.


Las veinticuatro columnas y pilares interiores de cemento armado poseen los capiteles dorados y fustes estucados. El terrazo fue el material escogido para sus pisos y el yeso para sus detalles decorativos como florones, molduras y revestimiento general de los techos. Para la carpintería se usó el cedro y la caoba, con cristales, incluyendo las mamparas que dividían las diferentes dependencias.
El gusto por los órdenes clásicos, en este caso el jónico, fue escogido  para la decoración de su fachada. Consta de dos cuerpos salientes y un pórtico central semicircular que, a modo de arco de triunfo, destaca el acceso al edificio por medio de una escalinata que conduce a la verja de hierro forjado con aplicaciones de bronce, la cual, al mismo tiempo, protege una colosal puerta. Contribuyen a su monumentalidad, las seis majestuosas columnas con pedestales que abarcan toda la fachada. Alegorías a La Habana coronan los vanos de la entrada, donde son visibles la Giradilla y el castillo del Morro, pintados sobre sendos medallones convexos que a su vez son custodiados por cornucopias, símbolos de la prosperidad y la riqueza, pues según la mitología griega, aquel que lo poseyera, se le concedía todo lo que deseara. Este motivo también se repite en el diseño del espléndido lucernario que cubre a partir del segundo nivel. Pero de poco sirvió la presencia del cuerno de la abundancia, pues la institución financiera no gozó de mucha fortuna y en breve tuvo que vender también sus acciones, además de la casa, al City Bank of New York. En general, la ornamentación del edificio concebido para el Banco de La Habana siguió la variedad y creatividad del discurso ecléctico, que dominó por entonces las construcciones cubanas.


En 1915, la Revista El Fígaro comentaba sobre la edificación: “baste decir que se han resuelto en su construcción difíciles problemas arquitectónicos y que la armonía, la elegancia y la solidez se han casado allí produciendo el maridaje una perfecta obra de arte”. Una de las soluciones más ingeniosas del proceso constructivo fue retirar el edificio de la alineación de la calle, de manera que lo antecede una especie de porche que, según la memoria descriptiva del proyecto, se dejó para proteger al transeúnte del paso de los tranvías, o que al bajarse de estos las personas quedaran precisamente dentro del perímetro del banco.
En 1919, los señores Porfirio Franca y Álvarez de la Campa, Carlos I. Párraga y Bermúdez, y Juan B. Roque Castillo, como únicos miembros de la Comisión Liquidadora del Banco de La Habana, vendieron el edificio a la S.A. The National City Bank of New York, constituida y existente de acuerdo con, y en virtud, de los Leyes de los Estados Unidos y con una sucursal establecida en el propio edificio de Cuba 72 y 74.
Esta institución financiera en 1919 realizó obras de remodelación en el inmueble, como la construcción de un nuevo guardarropa, y cambios en las instalaciones sanitarias, en planta baja. Asimismo, construyó en el segundo piso, al fondo del patio, un balcón con dos escaleras de hierro, una hacia abajo y otra hacia la azotea; así como cerró y abrió nuevos vanos, convirtiendo en puertas algunas antiguas ventanas. Las obras estuvieron a cargo del arquitecto Manuel Gamba. En 1920, nuevamente realizó cambios en la casa, que consistieron en la construcción de un pequeño cuarto sanitario en el segundo piso, y una escalera de hierro en el patio para el acceso al segundo nivel. El reconocido arquitecto Luis García Nattes fue el director facultativo.

En 1921, P.W. Bohn, Supervisor General de la institución, solicitó licencia a la Alcaldía Municipal para realizar otras reformas en el edificio, las cuales  tendrían lugar en la planta baja y se resumían precisamente a deshacer trabajos anteriores y hacer otros nuevos. Los planos estaban firmados por José Arellano.
Este banco hizo constar en el Registro de la Propiedad que: “sobre el referido edificio que constituye esta finca y con las correspondientes licencias expedidas por la Alcaldía Municipal en 12 de mayo de 1922, The National City Bank of New York, fabricó a sus expensas, un segundo piso de estructura de acero, ladrillos y azotea, el cual fue declarado habitable el 2 de enero de 1923, valorizado en 3 000 pesos. Esta nueva obra formaba un tercer nivel previsto para despachos de sus altos jefes, elemento significativo, pues después de la quiebra de la banca cubana, esta institución requería ampliar el edificio, para dar respuesta al incremento de la misma, cuya prosperidad creció de modo significativo.
Con el crack bancario de 1920, la ruina tapizaba la Isla, sin embargo, los potentes bancos norteamericanos sobrevivieron a dicha crisis, destacándose el National City Bank of New York, el cual, además de apropiarse del banco de Carlos Zaldo, o sea, del Banco de La Habana, controló apropiadamente cincuenta ingenios en todo el país.
En ese mismo año de culminación de las obras, The National City Bank of New York, transfirió a la Compañía de Casas la propiedad plena y posesión de esta finca, con su bóveda, elevador, y todos sus derechos, usos, servidumbres, pertenencias y anexidades y cuanto en ella se encontraba edificado, y la Compañía de Casas trasladó a su vez a The National City Bank of New York, el pleno y dominio posesión de la parcela de terreno situada con frente a la calle O’Reilly, entre Compostela y Aguacate, completando la manzana la calle Progreso, compuesta de una superficie de  2 145 m 81 dcm².
Este no es más que el terreno perteneciente al antiguo Convento de Santa Catalina, donde, en 1925, el banco estadounidense construyera su casa matriz en La Habana y al lado se levantara el edificio La Metropolitana.
En el mundo del negocio inmobiliario no sorprende entonces que la Compañía de Casas diera en arrendamiento la finca a The National City Bank of New York, desde el 1 de septiembre de 1925, por 2 000 pesos mensuales. Pero en 1928, la empresa propietaria vendió el inmueble al Estado Cubano, en 725 000 pesos. Desde entonces fue sede de diversas oficinas y actualmente lo ocupa la Empresa de Seguros Internacionales de Cuba (ESICUBA).

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