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Aniversarios de Casal

4 de enero de 2013

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Julian del Casal

Se cumplen este año 150 del natalicio y 120 del fallecimiento de Julián del Casal (La Habana 1863-1893) una de los fundadores y figura cimera del modernismo literario en Cuba. Poeta notable, sus libros: Nieve y Bustos y rimas, traían una sensibilidad al verso. En un ambiente todavía marcado por el romanticismo, las lecturas de Baudelaire, Gautier, Verlaine, removieron muchas rutinas. Tras la apariencia de un exotismo y un esteticismo exasperados había no solo una actitud de crítica social a la estrechez del medio colonial, sino también una voluntad de renovar las formas gastadas, con la experimentación estrófica, la autonomía concedida al lenguaje, muchas veces para convertirlo en música, la sustitución del paisaje idílico rural por la mirada a la ciudad y sus efectos en la sensibilidad del individuo, así como la voluntad de hacer confluir el discurso de otros géneros como la música o las artes plásticas con el poético.
Para la mayoría de sus contemporáneos, aún entre los que se llamaban sus amigos, Casal era un hombre talentoso, pero extravagante, que gustaba rodearse de una escenografía ajena al pobre ambiente de la existencia cotidiana y escribía de ese modo, lo que lastraba la calidad de su producción. Así  lo ve el periodista Wenceslao Gálvez en su artículo  “Casal…erías”:
Aunque no lo confiesa, le fastidia la América con sus costumbres europeas. El gustaría de un colchón y de una pipa llena de opio, gustaría adormecerse viendo en su imaginación vestales, porcelanas de la India, pebeteros del Japón, arabescos, jarrones, ámbar, objetos de arte de la Arabia; recorrer el desierto caballero en camello…
En realidad, su poesía entrañaba una resistencia cultural al ámbito colonial, un jerarquizar de la inteligencia y la sensibilidad, frente a la chatura de La Habana gobernada por militares y comerciantes.
Recuérdese su poema “La cólera del infante”. Aquel niño sentado “frente al balcón de la vidriera roja”, en su sitial de seda, que quiere jugar como aquellos de su edad que contempla en el prado vecino y en el colmo de sus ansias, hace una especie de enfermiza crisis nerviosa, descrita con un tono dramático en un lenguaje que no era el habitual de los poetas de su tiempo, nos deja una impresión que es mitad pictórica, mitad cinematográfica:
rendido de fiebre abrasadora,
cae implorando auxilio de un vasallo,
y para disipar los pensamientos
que, como enjambre súbito de avispas
ensombrecen sus lánguidos momentos,
con sus huesosos dedos macilentos
las perlas del collar deshace en chispas.
Este aniversario de Casal nos permitirá conocer mejor ciertas claves de su existencia que aún han permanecido ocultas y leer mejor su poesía, sin las prevenciones que por más de un siglo han paralizado a ciertos críticos será uno de los más útiles homenajes a su memoria.

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