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Anécdotas sobre Lecuona (I)

9 de enero de 2015

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Ernestolecuona_vintagemusic_es (Small)Este año se cumplen 120 del nacimiento de uno de los músicos cubanos mas reconocidos, y que marcó la primera mitad de la pasada centuria no sólo con su virtuosismo pianístico, sino con la creación de obras inmortales. Y aunque estoy segura de que se realizarán muchas veladas artísticas para homenajearlo, nunca me ha gustado esperar efemérides importantes para evocar a quienes, como él, dejaron un legado de gran importancia en nuestra cultura musical. Por eso, hoy le ofreceré algunas anécdotas relacionadas con Ernesto Lecuona.
Aunque con frecuencia se dice que la primera obra de este artista es “La comparsa”, compuesta a los 17 años, lo cierto es que ya a los once creó “Cuba y América”, un two-step con libreto de su hermano Fernando, que fue estrenado en el Teatro Martí. Ya a los diecisiete no sólo escribió “La comparsa”, sino que organizó un pequeño conjunto, y musicalizó varios juguetes cómicos -con libretos de su hermano Fernando- que fueron interpretados en el Martí por el entonces Quinteto “La Japonesita”, cuyos integrantes eran: Rosaura Travieso, Cuca de la Portilla, Alberto Garrido (padre), Manolo Bandera y Marcelino Arcán.
En mis conversaciones con Esther Borja, conocí sobre muchos aspectos del maestro Lecuona que yo ni siquiera imaginaba; y que luego confirmé en el libro “Lecuona”, de Arturo Ramírez. Por ejemplo: su terror a viajar en avión, También supe de su afición a las antigüedades, y cómo aprovechó sus viajes para, entre otras cosas, adquirir objetos tan valiosos como: jarrones de porcelana del siglo XVII, miniaturas napoleónicas, una edición centenaria de “La dama de las camelias”, muebles y figuras chinas auténticas… Y aunque, esa afición fue decayendo con el paso del tiempo, continúo reuniendo algunas curiosidades como: una sorprendente colección de cajitas de música que dejaban escuchar melodías suyas.
Y el coleccionismo de Lecuona no sólo estaba dirigido a obras de arte y curiosidades, pues las paredes de su estudio estaban llenas de fotografías, dedicadas a él, por importantes músicos, escritores, pintores y otros intelectuales. En algunos closet de su casa, había infinidad de fotografías de sitios históricos y paisajes visitados, junto a álbumes de programas y otras “chucherías” (como las denominaba). Y como Lecuona era muy desordenado, y no permitía que Ernestina pusiera las manos en sus cosas, así permanecía, incluso, su biblioteca, donde había libros de materias diversas, regados en sillas y otros muebles. Pero, ¿sabe algo?… Los había leído todos, pues era un artista muy culto.
Lecuona gustaba de la vida bohemia, y las puertas de su casa siempre estaban abiertas no sólo para los artistas y amigos, sino para quienes lo solicitaran. Cada día tenía un acompañante a la mesa, y los sábados y domingos solía reunir en su quinta “La Comparsa” a quienes compartían con él la vida profesional. Era generoso, enemigo del protocolo, y del alcohol, aunque tomaba mucho café y fumaba excesivamente.
Sé que las anécdotas siempre gustan, y tratándose de Lecuona, mucho más, por lo que continuaré con ellas en mi próximo comentario.

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