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Amar demasiado

22 de septiembre de 2017

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El manejo de las emociones es un aspecto que tomo y retomo en este espacio porque estar educados emocionalmente nos hace más inteligentes en todas las áreas de la vida, potenciando las aptitudes, habilidades y conocimientos, dando seguridad para avanzar hacia lo que queremos. Así he escrito sobre la ira y la tristeza, señalando sus daños y beneficios, entre otras emociones; sin embargo, he dejado un poco de lado el manejo del amor de pareja, ya que el amor de padres e hijos lo he abordado en alguna ocasión, y de ninguna manera puedo evadir escribir sobre lo que es –según poetas y músicos– el motor que impulsa la vida.

Sin frases poéticas, sí creo que sin dudas el amor de pareja constituye un asunto muy importante en la vida de todos nosotros y de hecho también considero que vivir en pareja es la fórmula ideal para la felicidad. No obstante, y claro que hay “peros”, no es tan sencillo porque amar no es suficiente, sino que es necesario saber amar, lo cual lleva un aprendizaje.

No conozco que en la educación hacia los hijos y en la propia autoeducación, nos ocupemos y preocupemos por este tipo de aprendizaje, dejándolo todo a la improvisación y hacia donde los afectos que aparecen nos lleven, y casi estoy segura que algunos de los lectores, al llegar a estas líneas, fruncen el seño porque no creen que se pueda educar ese sublime sentimiento que es el amor, porque se piensa que entonces perdería su encanto, su originalidad. Pues a esos escépticos les digo que están equivocados, y los que pasan de los 50 años me darán la razón, porque ya han acumulado la suficiente experiencia de vida que nos permiten reconocer los errores cometidos en el amor y si pudiéramos echar el tiempo atrás amaríamos con más inteligencia, para ser más felices, y los errores que no volveríamos a cometer están relacionados con el desenfreno en cuanto a amar demasiado, enojarse demasiado, desconfiar demasiado, en fin son, muchos “demasiados”, por lo que me atrevo hacerles algunas sugerencias al respecto.

Comienzo diciéndoles que no debemos temer decir al otro que lo amamos, pero al mismo tiempo hay que ser capaces de identificar si el otro nos ama también, porque nunca se debe obligar a otro a que nos quiera solo porque nosotros estamos enamorados. Es un error creer que es suficiente amar mucho, y que el otro solo se deje amar, porque actuar así es peligroso, poniéndose en desventaja, ya que el que se deja amar siente que no tiene que hacer ningún esfuerzo para conservar la pareja, y cree que tiene una patente de corso para actuar como se le venga en ganas.

Por otro lado, no es ocioso pedir opinión a los demás sobre la pareja, ya que escuchar lo que los que nos aprecian creen, es un buen termómetro que nos permite saber quién es la persona a la que amamos, porque muchas veces nos cegamos y solo vemos lo que queremos ver, y así el lado oscuro del otro no es perceptible, y me permito enfatizar en este aspecto porque hay un criterio popular que dice “no hagas caso de lo que dicen los demás, quiérelo por lo que tu corazón dice”. Al respecto no digo que se deje de amar a la persona por su defectos o historia anterior, sino que es necesario saber quién es la persona, porque no pocas veces, y aún después de años, descubrimos a la persona desconocida con la que vivíamos porque hace algo que nos deja pasmados y ni nos imaginábamos que pudiera hacer algo así.

Otro consejo es que hay que ser capaces de abandonar las relaciones que nos perjudican, porque el amor tiene que ser un espacio de crecimiento y no de clausura y angustia, y no caben prohibiciones, ni que uno tenga una vida social que no le permite al otro que tenga.

El respeto es otro aspecto fundamental, y me refiero al respeto en todos los aspectos de la vida, o sea, respetar opiniones, la familia del otro, sus aspiraciones, incluyendo tener mucho cuidado con lo que se dice y hace en medio de una discusión, porque se puede perder el freno e insultar y hasta llegar a la violencia física, lo cual es inadmisible de parte de ninguno de los dos.

Aprender a comunicarse de manera efectiva es fundamental, porque la incomunicación es mucho más habitual de lo que nos imaginamos y los matrimonios tienen obligatoriamente que mantener un diálogo efectivo y constante, donde se hable de todo, de lo que gusta, lo que disgusta, debatir las decisiones a tomar, decir los temores, preocupaciones y hasta para hablar sobre las películas que nos gustan.

Por último, creo sinceramente que el amor tiene que ser recíproco, pero esta reciprocidad no puede ser latente, sino que es menester que sea manifiesta y no vale decir “yo sé que él o ella me quiere mucho, pero no sabe expresarlo”, porque entonces uno se puede preguntar “¿Cómo puedes saberlo? ¿Acaso eres adivino o tienes una bola de cristal?”. Porque puede muy bien ser que es lo que queremos creer y no la realidad, por lo que la reciprocidad tiene que ser clara, y no solo se expresa en besos y abrazos, sino con acciones que muestren que quiere tanto que desea que su pareja sea feliz, que alcance sus metas, que se desarrolle como ser humano, lo cual está completamente reñido con el amor egoísta que quiere al otro solo para sí. Por eso les repito que lo importante no es amar demasiado, sino amar bien.

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