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Alicia y Giselle

8 de noviembre de 2013

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Por estos días el Ballet Nacional de Cuba ha festejado el debut de Alicia Alonso en el rol central de ballet Giselle, obra clave del romanticismo danzario, con libreto de Vernoy de Saint Georges, coreografía de Jean Coralli y Jules Perrot y música de Adolphe Adam, estrenada el 28 de junio de 1841 en el Teatro de la Ópera de París.
El debut de nuestra Alonso en ese papel tuvo lugar poco más de un siglo después, el 2 de noviembre de 1943, junto al American Ballet Theatre, en New York. Inmediatamente los más exigentes críticos descubrieron no sólo que se trataba de una auténtica estrella del ballet, sino que su comprensión de aquel clásico tenía ribetes singulares y renovadores.
Dos años después, ella montó la obra, con el apoyo de Alberto y Fernando Alonso, para el Ballet de la Sociedad Pro Arte Musical en La Habana. El estreno tuvo lugar en el Teatro Auditórium el 5 de junio de 1945.
En 1948, poco después de la función inaugural del Ballet Alicia Alonso en La Habana, se realiza otro montaje de la obra que es ya, declaradamente, una versión de Alicia sobre las anteriores que tributan a la original. La artista imbricó en ella los rasgos inconfundibles de la Escuela Cubana de Ballet, hasta el punto de que no puede hacerse la historia de la danza en la Isla sin aludir a esta centenaria pieza.
¿Qué había de novedoso en esa Giselle cubana? Por sólo citar algunos rasgos fundamentales: la restauración de los pasajes mímicos originales de la obra, muchas veces mutilados o eliminados en puestas anteriores; la búsqueda de unidad dramática, de modo que cada pasaje de danza tribute al desarrollo de la trama argumental; la utilización de algunas técnicas del teatro moderno para realzar la efectividad dramática de ciertos momentos, como el “congelar” a los intérpretes al final del primer acto, tras la muerte de la protagonista, en vez de permitirles saludar al público; la insistencia en el cuidado del estilo romántico; y, por sobre todo, poner en primer plano la idea poética, por encima del virtuosismo técnico.
Tal fue la resonancia de ese montaje, que desde muy temprano, otros teatros lo reclamaron para su escena: el Colón de Buenos Aires y el Teatro Griego de los Ángeles en 1958. Luego se sucederían las puestas en Ciudad México, Viena, Nápoles…
La Giselle cubana se ha paseado por todo el universo. Público y especialistas de varios continentes han destacado los aportes de Alicia Alonso y también de otros intérpretes cubanos como Josefina Méndez, Mirta Pla, Loipa Araújo, Aurora Bosch, Jorge Esquivel, Orlando Salgado, José Manuel Carreño, en su desempeño. La versión fílmica, realizada por Enrique Pineda Barnet en 1963 es ya todo un clásico del cine cubano.
En 1972 Alicia Alonso fue invitada por la dirección de la Ópera de París, para realiza el montaje de su versión coreográfica de Giselle e interpretar el rol protagónico, junto a Cyril Atanassoff.  Alejo Carpentier fue testigo de la memorable función inaugural, a la que dedicó su crónica “Como hubiese querido verla Théophile Gautier”. En ella afirma:
Después de la función se ofreció un coctel a Alicia en el “Foyer” de la Danza del Teatro, prestigiado por los retratos de Taglioni, la Grisi, Fanny Elssler y otras grandes de la coreografía del siglo pasado…Daniel Lesur, administrador de la Opera, se acercó a nuestra gran bailarina: “Alicia –le dijo– desde hacía mucho tiempo, desde el siglo pasado, Giselle era una pieza de museo, una cosa muerta. Usted con su genio, la ha revivido, nos la ha restituido. Gracias a usted la vimos esta noche como hubiese querido verla Théophile Gautier.”

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