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Algunas consideraciones acerca del teatro bufo cubano

4 de abril de 2014

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El teatro Alhambra

Cuando hablamos de teatro cubano, no podemos olvidarnos de un género que forma parte de nuestra identidad: el bufo, vernáculo, o costumbrista, donde se destaca el nombre de Francisco Covarrubias, quien inició la transformación de su antecedente más cercano: la tonadilla escénica, al sustituir personajes españoles por otros criollos que, por entonces, eran muy populares: el gallego, el negrito, la mulata, el chino, el borracho, y tantos otros que deleitaron a una población mayoritaria, y que motivaron la necesidad de crear obras musicales adecuadas a la nueva imagen teatral. Surgieron así: guarachas, rumbas, canciones… del ingenio de compositores tan importantes como Jorge Ánckermann, quien fuera director musical del Teatro Alhambra hasta su desaparición.
El género bufo se representó en múltiples escenarios como el del Teatro Martí, por lo que a muchas personas (entre las que me incluyo) extrañó su ínfima y nada feliz aparición en el espectáculo inaugural, pues aunque el mini-guión fue escrito por Alberto Luberta -a quien respeto muchísimo- no provocó ni siquiera una sonrisa en los espectadores a pesar de que sus intérpretes fueron los reconocidos actores Aurora Basnuevo y Mario Limonta.
Cierto que muchos personajes del teatro bufo de principios de la pasada centuria, hoy resultarían anacrónicos, pero no podemos negar su cubanía, ni tampoco el nombre de su creador, Francisco Covarrubias, quien forma parte de nuestra historia y ni siquiera se mencionó en el nuevo Martí En cuanto a la música, tampoco apareció el nombre de Ánckermann.
Cuando la película de Enrique Pineda Barnet: “La bella del Alhambra” (basada en la novela de Miguel Barnet: “Canción de Rachel”) obtuvo el reconocimiento nacional e internacional, nadie cuestionó su contenido, sino que felicitamos a Enrique por su excelencia, sin embargo, ahora estamos cuestionando los personajes que pueden resultar vulgares o chabacanos, mientras se exhiben exposiciones que atentan contra la moral y el respeto a nuestra población. Por otra parte, cierto que en el antiguo bufo se criticaban los gobiernos de turno, algo que nada tiene que ver con la actualidad cubana, pero ¿es justo eliminar una manifestación artística que marcó un “hito” en la historia del teatro musical cubano?
Aunque ya no está entre nosotros, Héctor Quintero añoraba al Teatro Martí, como fiel representante del género costumbrista cubano que, con tanto orgullo y excelencia defendió siempre. ¿Qué diría ahora si lo viera convertido en escenario para representaciones del arte lírico cubano? Claro que por allí pasaron las obras más representativas de autores como Lecuona, Prats y Roig, a quienes se les rindió en el nuevo Martí un merecido homenaje, junto a sus mejores intérpretes, pero no fue este teatro la sede principal de nuestro arte lírico, sino el Gran Teatro de La Habana (antiguo Tacón) donde sí esperamos que al reinaugurarse por su escenario desfilen todos los mencionados, junto al Ballet Nacional de Cuba.
Considero que debe analizarse profundamente el tema a que me he referido, para evitar caer en extremismos que en nada favorecen la imagen de la Cuba actual.

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