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Algo más que un grito en la obra del Rey del mambo (III)

24 de agosto de 2017

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Dámaso Pérez Prado asumió estas acciones en su contra con el mayor silencio; con la misma callada eligió a México como futuro destino, y hacia allí partió con sus partituras bajo el brazo, no sin registrar con el sello nacional Panart las piezas Kokoa y Panamá, ¿a caso sus primeros mambos grabados en Cuba?

Algunos estudiosos argumentan, otros se preguntan, cuál fue en realidad el primer mambo creado por él. Al consultar la relación de matrices del sello discográfico RCA Victor, salta a la vista la primera grabación de un mambo concebido de arriba a bajo por Pérez Prado, y registrado con el titulo de Trompetiana –quizás de manera vaga recuerde un concierto de Cowell compuesto para orquesta y rhytmicón titulada Rhytmiquiana–. Resulta probable que Trompetiana estuviera permeada de complicadas experimentaciones musicales que influyeron en los gerentes de la disquera, para no colocarlo comercialmente en los mercados. Agréguese a lo anterior que, un tiempo después, la propia firma disquera en México registró comercialmente los mambos José y Macamé, no sin antes recomendarle a Prado trabajar sobre una línea más comercial. Estas recomendaciones despertaron en el músico el interés por entrar en la industria del entretenimiento, por lo que, sin hacer concesiones, salieron al mercado disquero los títulos Qué rico el mambo, con una venta de cinco millones de copias; Mambo no.5, Mambo no.8, Pianola, mambo del ruletero, La chula linda, Silbando mambo, Caballo negro, y Patricia, este último con una venta de cuatro millones de placas, a los que habría que sumar otros temas suyos de notable éxito.

Tengo la seguridad de que si además de hacer estas composiciones se hubiera decido cultivar una línea musical menos comercial y más profunda, habría podido hacerlo. Talento le sobraba. Téngase en cuenta que en 1954 compuso Suite en Voodoo, obra de carácter sinfónico estructurada en cuatro movimientos; y en 1955 Concierto para bongó, obra concebía en una atmósfera de excepcional alto vuelo poético-musical. En los inicios de 1960, Prado compuso la Suite de las Américas (Exotic Suite of the Americas), obra estructurada en siete movimientos y que a través del discurso musical, formula al auditorio mucho de la problemática sociocultural, latente en algunos países de América. En el curso de la obra, Prado propone una breve y sugestiva melodía que funciona a manera de enlace musical entre cada una de las partes, y que él tituló Dos Américas, seleccionada en 1967 por el documentalista cubano Santiago Álvarez para musicalizar su flamante y ya antológico material fílmico inspirado en la figura de Ernesto “Che” Guevara.

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