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Alfredo Guevara, sí, crítico de cine

6 de febrero de 2018

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Toda historia del cine –y la del nuestro no es una excepción– está marcada por períodos de luces y de sombras. Y en su muy acuciosa investigación para intentar iluminar una de esas etapas tenebrosas que aún requieren de matices, Iván Giroud descubrió en la colección del periódico Hoy, órgano del Partido Socialista Popular, y de la revista Nuestro Tiempo que editó en los años cincuenta del siglo pasado la Sociedad Cultural de ese nombre, un conjunto de críticas, la mayoría de cine, publicadas por Alfredo Guevara.

Un hallazgo como este no podía pasar inadvertido para alguien como Iván, poseedor de innatas dotes de estratega que le han permitido no solo sortear vientos y tempestades al frente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano por más de dos décadas, sino llevar a feliz término como director para la parte relativa a América una empresa de tal envergadura como el Diccionario del Cine Iberoamericano: España, Portugal y América (2011), editado por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) y Fundación Autor. Giroud tuvo también a su cargo el texto central correspondiente a Cuba, entre otros acercamientos con destino a distintas publicaciones a cineastas y cinematografías, entre estas la italiana y sus vínculos con la isla desde los tiempos neorrealistas. De inmediato se propuso revelar a las nuevas generaciones esa zona de la trayectoria de Guevara, en quien Fidel Castro depositó toda su confianza para asignarle, entre múltiples responsabilidades, la fundación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos en marzo de 1959.

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Alfredo Guevara en el ejercicio de la crítica en Hoy y Nuestro Tiempo (1953-1957), título que promueve Ediciones Nuevo Cine Latinoamericano, compila un total de 83 de estos textos escritos a lo largo de un período de inusitada intensidad para su autor, inmerso en las luchas estudiantiles y con una definida postura ideológica como militante del Partido Socialista Popular. No me detengo más en las circunstancias de su escritura por haber sido situadas brillantemente por el cineasta Manuel Pérez Paredes en «Ejercicio de la memoria para introducir las críticas de cine de Alfredo Guevara», que sirve de preámbulo en el libro. Las 70 reseñas correspondientes a Hoy se inician el martes 7 de abril de 1953 con la titulada «Metroscopix», sobre un enésimo procedimiento de tercera dimensión, para culminar con la primera parte de «Libertad o Muerte, título y peor contenido», el histórico domingo 26 de julio de 1953, en que la edición del periódico apareció en la mañana del asalto a los cuarteles de Bayamo y el Moncada en Santiago de Cuba. Una de las medidas represivas de la dictadura batistiana decretó el abrupto cierre de ese órgano de prensa. Además de las críticas propiamente cinematográficas (63), el volumen incluye otras en que juzgó puestas teatrales y estrenos del Ballet Alicia Alonso. Guevara compartía esas funciones en Hoy y tuvo no pocos encontronazos con Mirta Aguirre, integrante de la Comisión para el Trabajo Intelectual del Partido Socialista Popular. Ella era la crítica oficial designada por la dirección del periódico capitalino para la sección cultural en la que publicó regularmente críticas sobre literatura y arte a través de un lenguaje dogmático en grado superlativo como una impostergable tarea partidista a cumplir.

Destinadas a un lector perteneciente a la clase trabajadora en su mayoría, las publicadas en Hoy por Alfredo Guevara portan un lenguaje directo, sin rebuscamientos, ni profusas informaciones sobre los directores o abrumadora cultura general, sino con un evidente propósito de orientación al público. Para comunicarse con él apela incluso a ciertas dosis de humor. La abrumadora programación cinematográfica en la enorme cantidad de salas existentes, era dominada en gran parte por el cine norteamericano (veinticuatro críticas son de películas de ese país). El novel crítico, sin embargo, llama la atención sobre otras cinematografías presentes en las carteleras con méritos incuestionables de países como Francia (9 críticas) –gracias a la distribuidora COFRAM[1]–, Italia (7 críticas), así como la Unión Soviética, Alemania y México (con dos críticas cada una). De producciones fílmicas de Gran Bretaña y Argentina se incluyen sendas reseñas. No obstante, Guevara advierte algo olvidado más tarde por otros críticos del patio: «Ni el cine por ser norteamericano es malo, ni el europeo, por ser tal, resulta de calidad».[2] No escasean temas generales, entre estos el creciente ímpetu del cine japonés y los noticiarios cinematográficos.

Particular énfasis reciben aquellos títulos de burda propaganda anticomunista que menudearon en la plenitud de la llamada guerra fría, entre estos Sin novedad en el Alcázar (L’assedio dell’Alcazar, 1940), de Augusto Genina y Libertad o Muerte, título con el que se exhibió aquí Man on a Tightrope (1953), de Elia Kazan. En algunos casos, por su importancia, dedica varios artículos a un mismo filme, como el estreno de Alemania, año cero (Germania, anno zero, 1948), rodada por el italiano Roberto Rossellini en las ruinas de Berlín. Todo este tiempo, Alfredo Guevara canaliza sus inquietudes hacia el séptimo arte a través de las conferencias del profesor José Manuel Valdés-Rodríguez, a las que asiste en el curso «El cine: arte e industria de nuestro tiempo», y los filmes de diversas nacionalidades programados por este en la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana.

Guevara figuró junto a José Massip, Julio García Espinosa y Tomás Gutiérrez Alea entre los vocales y Santiago Álvarez desempeñaba las funciones de tesorero de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, que nunca exhibió ninguna película cubana en su programación sistemática y en los treinta y un números de su revista solo reseñaron tres estrenos criollos antes de 1959.[3] Seis años más tarde conformarían el núcleo fundacional del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos. Del ejercicio de la crítica cinematográfica por Guevara en la revista Nuestro Tiempo se compilan trece críticas, una docena sobre estrenos fílmicos y una de teatro.

Cuando publica la primera en noviembre de 1954, ya Alfredo está más contagiado aún con la fiebre por hacer cine que le transmiten Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa, recién llegados del Centro Sperimentale de Cinematografía de Roma, de donde se graduaron y estaban deseosos de poner en práctica lo aprendido, hartos ya de participar en los cine debates de la Sección de Cine en la Sociedad que ocupaba entonces un local en la calle Zulueta no. 660, altos. Allí Titón dictó la conferencia «Realidades del cine en Cuba», el 17 de junio de 1954. Guevara se sumó con mucho entusiasmo a la comitiva que a lo largo de varios fines de semana de 1955, viajaban a la zona pantanosa del sur de La Habana para rodar el corto El Mégano, bajo la dirección de García Espinosa, con la colaboración de Titón. Ninguno sospechaba que concebían una obra precursora del nuevo cine cubano.

Con un lenguaje dirigido al público especializado lector de Nuestro Tiempo, en la que sus colaboraciones aparecen con menor frecuencia que la de Hoy, Alfredo se une a la euforia de Cesare Zavattini por la exhibición de Raíces, del mexicano Benito Alazraki, y difunde el criterio del célebre guionista de Umberto D y tantos clásicos, sobre Bienvenido, Mr. Marshall, de Luis Berlanga, que califica de «primera muestra del neorrealismo español». Aprovecha en estos textos la libertad que le proporciona la publicación para una mayor elaboración. En estos términos describe al francés Sacha Guitry a propósito del estreno habanero de su Napoleón: «No es Cecil B. De Mille. Demasiado «culto» para confesarse el método y renunciar a la «originalidad», el director europeo pretende ser «ingenioso». Ya se sabe que es esta una cualidad clásica del genio francés. Para simularla alquila una peluca, toma el mejor papel y comienza a decir frases tan rebuscadas como vacías, mientras a su alrededor desfilan miles de extras y cientos de estrellas en una monótona alternancia de batallas y alcobas, que explican entre pólvora y sábanas, la historia de Francia; los sucesos y las motivaciones».[4]

Tomemos el caso de la crítica de Intimidad de una estrella (The Big Knife, 1955), de Robert Aldrich, que cierra con este contundente párrafo:

«¡Auxilio!, ¡auxilio!» «Help!, help…!», clama la esposa del astro suicida… Un «destino» que no es sobrenatural ha aplastado sus vidas. Un «destino» que los hombres pueden detener. Es lo que diferencia esta moderna tragedia de la clásica. Biografía quizá, biografía seguro en el más alto sentido del vocablo. Intimidad de una estrella es una biografía de «Hollywood».[5]

Este libro que presentamos gracias a la tenaz iniciativa de Iván Giroud constituye un aporte no solo para completar la visión del quehacer de Alfredo Guevara, al que sus responsabilidades posteriores le impidieron ejercer la crítica, aunque sin dejar de legar artículos memorables, felizmente compilados en varios volúmenes[6] al cuidado de ese envidiable editor que es Camilo Pérez Casal. Son textos iniciáticos, los primeros sobre cine firmados por Alfredo que se conocen. A partir de ahora al trazar las coordenadas de la crítica cinematográfica en Cuba durante la primera mitad del siglo XX, si bien su ejercicio no fue ininterrumpido, como en José Manuel Valdés-Rodríguez (El Mundo), Mirta Aguirre (Hoy), Walfredo Piñera (Diario de la Marina), René Jordán (Bohemia), o Guillermo Cabrera Infante (Carteles), por apenas citar unos pocos, no podrá excluirse a Alfredo Guevara con estos textos iniciáticos, los primeros sobre cine firmados por él que se conocen.

 

Foto: Abel Padrón Padilla (ACN)

Foto: Abel Padrón Padilla (ACN)

 

Quiero terminar con este fragmento del artículo «Sobre el cine cubano», por momentos premonitorio, del papel que desempeñaría su autor apenas seis años más tarde. Apareció en la edición de Hoy del domingo 24 de mayo de 1953, y al aproximarse a los disímiles intentos frustrados por establecer una auténtica industria cinematográfica en el país, concluye Alfredo Guevara: «Nada se logrará, sin embargo, si el público, que es el pueblo, y sus organizaciones, no trabajan por convertirle en realidad, y sobre todo por impedir que el cine que está surgiendo –malamente– siga siendo, sea, un elemento de degeneración cultural y social, y un negocio».[7]

 

Notas:

[1] Consorcio Franco Americano (compañía distribuidora de cine europeo en la isla).
[2] Alfredo Guevara en el ejercicio de la crítica en Hoy y Nuestro Tiempo (1953-1957), Ediciones Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana, 2017, p. 60 («Supremo Juez»: Hoy, domingo 12 de abril de 1953).
[3] Casta de roble, de Manolo Alonso, De espaldas, dirigida por Mario Barral, ambas escritas por Tomás Gutiérrez Alea, y Con el deseo en los dedos, realizada por Mario Barral.
[4] Ibíd., p. 329 («Napoleón-Guitry: ¿Francia?»: Nuestro Tiempo, año 3, no. 4, noviembre de 1956).
[5] Ibíd., p. 321 («Intimidad de una estrella»: Nuestro Tiempo, año 3, no. 2, mayo de 1956).
[6] Revolución es lucidez (Ediciones ICAIC, 1998), Ese diamantino corazón de la verdad: Alfredo Guevara-Cesare Zavattini (Iberoautor, 2002), Tiempo de fundación (Iberoautor, 2003) y el epistolario ¿Y si fuera una huella? (Ediciones Autor, 2008), con selección y edición a cargo de Yaíma García este último (en el que Casals estuvo al cuidado de los textos de Guevara).
[7] Alfredo Guevara en el ejercicio de la crítica en Hoy y Nuestro Tiempo (1953-1957), ed. cit., p. 155 («Sobre el cine cubano»: Hoy, 24 de mayo de 1953).

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