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Alfonso Rodríguez Castelao

2 de octubre de 2019

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Alfonso Rodríguez Castelao, además de español, fue gallego y lo aclaramos la tendencia que tenemos de llamar “gallego” a cuanto español –continental o insular, del norte o del sur, de tierra adentro o costa brava, no importa– desembarque en esta Isla.

Castelao llega a La Habana el 11 de noviembre de 1938. Quienes siguen su andar por América, lo identifican como el símbolo de la intelectualidad gallega en el exilio. En Cuba, Castelao es el eslabón que engarza con Manuel Curros Enríquez, formado como poeta en la Antilla mayor, y con Rosalía de Castro, la de los Cantares gallegos.

En la Institución Hispano Cubana de Cultura, el 8 de enero de 1939, diserta sobre “Galicia y Valle Inclán”. Lo presenta Luis Amado Blanco en estos términos: “Castelao es como el alma de toda Galicia encarnada en un hombre… La Historia buscó su voz, el cantar su oído y la bruma su mirada de marino”.

Alrededor de 54 años, pelo abundante, traje modesto, espejuelos graduados, semblante triste. Tal es Rodríguez Castelao, quien vibra cuando dice: “Creo que me sobraría emoción y me faltaría serenidad para evocar la figura viva de don Ramón del Valle Inclán, del hombre que todos los artistas españoles echamos de menos en esta hora de la verdad más verdadera de España”.

Cuanto más mundo recorre, cuanto más cultura incorpora y más trasciende su nombre, más gallego se nos revela Castelao. De joven anduvo por la Pampa argentina; de estudiante del doctorado en Medicina, en Madrid; de crítico y buscador de imágenes, por Francia, Bélgica, Alemania. Pero a la hora de dejar huella, esta queda en idioma gallego. Sus libros, colaboraciones en la prensa, dibujos, discursos y propaganda política, lo retratan de cuerpo entero.

Castelao fue diputado a Cortes en 1931 y 1936, después sería ministro sin cartera del gobierno español en el exilio En Cuba es un intelectual cuyos pasos reseñan unos diarios y otros no, según se incline la prensa hacia el lado franquista (en cuyo caso se le ignora) o hacia el republicano (caso en que se le reconoce).

En cualquier caso, el 25 de febrero de 1939 ya está embarcando hacia Nueva York, por mar. Regresará a La Habana en noviembre de 1945, para al mes siguiente enrumbar hacia Buenos Aires.

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