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Alexander Fleming de luna de miel en La Habana (II)

12 de julio de 2013

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Todo el tiempo que pasó en La Habana el gran hombre de ciencias se mostró como una persona amable, sencilla y de buen humor, en especial, ante las muestras de gratitud de quienes se acercaban a él para contarle sobre algún miembro de su familia salvado por la penicilina.


Su programa en Cuba –era de presumir- tuvo en cuenta que la pareja, en plena luna de miel, pudiera disfrutar también de momentos de esparcimiento.
Pasaron unos días en la playa de Varadero, donde el doctor Fleming, practicó la pesca, su deporte preferido. Y en Tropicana, dicen que parecía un niño. Se turbó mucho cuando le nombraron y los asistentes le aplaudieron de pie.
En la Finca Bellavista la pareja quedó admirada con una colección de orquídeas blancas, de una variedad exótica especial. Se deleitaron con el mango y el humilde helado de tamarindo.
Cuentan que alentado por su esposa, el ilustre visitante vistió de guayabera en varios encuentros en los que resultaba curioso ver a los cubanos de traje y corbata en tanto el inglés lucía nuestra criollísima prenda.
También se le vio disfrutar a él con los habanos que le ofrecieron. Durante su estancia en Cuba los Fleming visitaron sitios, tanto de interés científico e histórico como el Hospital Anti-Infeccioso Las Animas, el Instituto Finlay y la choza donde Finlay se expuso a los mosquitos para estudiar la fiebre amarilla.
Por cierto, quienes siguieron de cerca el recorrido de la pareja, aseguran que el sabio andaba captando siempre con su camarita fotográfica todo cuanto le llamaba la atención.
Sepa usted que en las Cuevas de Bellamar sir Alexander Fleming y su esposa contemplaron deslumbrados todo su interior.
Cuentan que en el momento en que ellos llegaban, cientos de alumnos de un colegio esperaban para entrar, pero al reconocer al descubridor de la penicilina -ya que habían visto sus fotografías en la prensa- los administradores del lugar, dieron preferencia para entrar a tan distinguidos visitantes.
Pero a la salida de las cuevas, el doctor Fleming se encontró que los niños del colegio, habían buscado papeles y hasta cartuchos, para que se los firmara, y él, con una paciencia infinita, los complació uno a uno.
La breve pero fructífera estancia de Sir Alexander Fleming culminó con el homenaje que el día 28 de abril de 1953 se le rindió en la sede del Colegio Médico Nacional, el cual puso término a este encuentro útil y alentador para quienes en Cuba dedicaban sus esfuerzos al campo de las investigaciones.
Ya de vuelta a su trabajo en Inglaterra, el descubridor de la penicilina murió apenas dos años después, el 11 de marzo de 1955.

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