Alejandro Casona
10 de noviembre de 2021
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El escritor asturiano Alejandro Casona arribó a Cuba en mayo de 1939. Con él llegó la compañía de comedias de Pepita Díaz y Manolo Collado. Al dramaturgo no le costó trabajo alguno ganarse al auditorio, tampoco la buena voluntad de los medios teatrales y la crítica. Su obra —La sirena varada, Prohibido suicidarse en primavera, La dama del alba, Nuestra Natacha y varias más— gozaba ya del reconocimiento de la crítica y los espectadores.
Un recuerdo se asocia a la presencia de Casona en Cuba: el de Federico García Lorca, a quien lo unió el afán por llevar a los rincones apartados de España el gusto por el teatro.
Meses antes de esta visita, en diciembre del 37, la periodista cubana Loló de la Torriente lo había entrevistado y a una pregunta sobre esta confluencia de objetivos, Casona respondió:
“El teatro de ‘La Barraca’, de García Lorca, era teatro clásico realizado con todos los recursos que ofrece el teatro moderno; el nuestro, el ‘Teatro del Pueblo’, era elemental, ambulante, de máxima sencillez en decorados, vestuario y repertorio.”
Dicho “Teatro del Pueblo” lo había creado Casona en 1932, cuando el gobierno de la República Española organizó las Misiones Pedagógicas para llevar conocimientos útiles a las aldeas todas de la Península. Casona se incorporó a él con el entusiasmo del joven que entonces era… y al mismo tiempo con tenacidad de orfebre.
El 7 de mayo dio el conferencista la primera de sus charlas en el Teatro de La Comedia. Llevó por título “El amor a través de los tiempos” y para su mejor comprensión la ilustró con fragmentos escénicos interpretados por los actores de la compañía.
Una segunda charla tuvo lugar siete días después: “El amor a través de los pueblos”. Abordaba en esta el romanticismo y los nuevos valores de emoción y poesía incorporados por dicho movimiento a “la historia del amor”, ente ellos la ternura, la tristeza, la devoción por la música y el paisaje.
La tercera conferencia, culminación del ciclo, ocurrió el 21 de mayo, ilustrada como las anteriores, esta vez con escenas de La sirena varada y de piezas de Ibsen.
La obra de Alejandro Casona revela una intención poética siempre subyacente, conseguida a través de diálogos concisos y una dramaturgia atractiva, de asuntos contemporáneos.
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