ribbon

Aguiar No. 370, del espacio doméstico al comercial

25 de enero de 2018

|

 

Aguiar No.370 y el distrito bancario, primeros años del siglo XX

Aguiar No.370 y el distrito bancario, primeros años del siglo XX

 

A Enrique Pascual y Pereira se le debe una de las etapas constructivas más importantes de este inmueble. En octubre de 1917 solicitó licencia a la Alcaldía Municipal para realizar obras de reformas en la casa Aguiar 100 esquina a Obrapía, la cuales estarían bajo la dirección facultativa del arquitecto Federico de Arias Rey.

Las obras consistían en demoler parte del techo sobre la planta baja y sobre el primer piso y reconstruir el mismo; levantar una escalera principal, en la segunda crujía por las calles Aguiar y Obrapía, la que sería de bovedillas de ladrillo catalán con peldaños de mármol, con su barandilla de hierro forjado y pasamanos también de mármol; abrir un patio de ventilación en el fondo de la casa para los servicios de todas las plantas; y construir una escalera interior en el patio del fondo para comunicar el piso primero con la azotea.

Igualmente, edificar  un cuarto alto en la azotea; instalar servicios sanitarios en todas las plantas; rebajar la rasante del piso actual que corría sobre el nivel de la acera unos 40 cm; reparar todas las soladuras de la casa; repasar desconchados y pintura interior y exterior de las fachadas, y conectar los servicios sanitarios y pluviales con las acometidas actuales así como limpiarlos en caso de ser necesario. El Habitable se le otorgó en junio de 1918.

En 1925 Enrique Pascual dio en arrendamiento a Vicente Rodríguez y Gil, comerciante español, parte de la casa, exactamente el local de la planta baja situado en la esquina de Aguiar y Obrapía y ocupado por el establecimiento de barbería denominado Salón Cuba, propiedad de dicho arrendatario. El plazo era por cuatro años, a vencerse en 1929 y por 130 pesos oro oficial por mes. Según el contrato, era obligación del inquilino conservar siempre por su cuenta el local arrendado en buenas condiciones, sin deterioros ni daños en sus paredes, pisos y puertas. Este espacio debía destinarse precisamente a barbería y las instalaciones interiores de agua, gas y líneas para alumbrado, hechas por el ocupante, quedarían a beneficio de la propiedad sin derecho a indemnización ninguna.

En ese mismo año Pascual Pereira constituyó hipoteca voluntaria sobre esta finca a favor del banquero Guillermo de Zaldo y Beurmann, por la cantidad de 60 000 pesos en oro moneda de los Estados Unidos. En 1926 el contrato de arrendamiento a favor de Vicente Rodríguez y Gil, quedó totalmente rescindido. Enrique Pascual Pereira alquiló entonces a los señores Antonio Puente y Morán y José Alonso y Morán, parte de la planta baja de la casa, cuyo local se componía de dos departamentos, uno haciendo esquina a la calle Obrapía y otro contiguo por esta misma calle. El primer departamento tenía dos huecos de puerta a la calle de Aguiar y uno a la de Obrapía. El contrato sería por cinco años a vencerse en abril de 1931 y por 105 pesos oro moneda oficial por cada mes. El local sería destinado a bar-café, nombrado por sus dueños Wall Street, sin dudas imbuidos por al ambiente financiero y comercial que definía la vocación de la calle Aguiar en esa época.

Enrique Pascual Pereira hipotecó por segunda vez la casa a favor de Guillermo de Zaldo y Beurmann, por la cantidad de 60 000 pesos moneda oficial, en 1927, y un año más tarde la vendió a Joaquín M. Barrera y Pardo, natural de Santa Clara, ingeniero civil y residente en La Habana, en precio de 85 000 pesos. En el Directorio de Cuba de 1927, aparecen también ocupando algunas de sus accesorias la Academia de Derecho y la Compañía de Joyería Cubano-Alemana.

La casa de Aguiar 100 fue nuevamente vendida en 1929, esta vez a la señora Luz Merelo y Gómez por el precio de 80 000 pesos. En 1931 doña Luz, propietaria del inmueble, prorroga el contrato a los señores Antonio Puente y Morán y José Alonso y Morán, manteniendo como una de sus condiciones que el local arrendado debía destinarse  precisamente a café-cantina, bar, servicios de refrescos, vidrieras de tabacos, dulces y accesorios de los mismos giros. Al vencimiento del arrendamiento quedaban obligados a dejar el local en perfecto estado. Los arrendatarios podían efectuar en el mismo cuantas obras estimasen convenientes, sin debilitar por ello la construcción de la casa y dejando a beneficio de la dueña las mejoras realizadas. Quedaba convenido que en caso de que la señora Merelo vendiera la casa, el primitivo contrato de arrendamiento y la prórroga del mismo quedarían derogados y sin ningún valor ni efecto.

 

Fachada por Obrapía

Fachada por Obrapía

 

En 1932 aún se mantenía el crédito hipotecario que gravaba esta finca a favor de Guillermo de Zaldo y Beurmann, por lo que la propiedad recibió una anotación preventiva de embargo que culminó en subasta judicial y el traspaso del dominio al señor Zaldo.

En la década de 1930 sobresalían en el lugar los locales destinados al bar Wall Street y la sede de los abogados, notarios y procuradores José A. Dawling, A. Mesa Valdés, José A. Tamargo, Carlos M. Valdés, M.G. Colella, Ovidio Giberga y José R. Cortázar. Por la parte de Obrapía, señalada con el número 308, estaban las oficinas de Juan M. Antuña, Pedro de la Cuesta y Habana Nueva, dedicados al giro inmobiliario.

En abril de 1934, Guillermo de Zaldo solicitó licencia para realizar obras de reforma bajo la dirección facultativa del arquitecto Joaquín Jiménez Lancis. Las mismas consistían en ampliar el local ocupado por el bar denominado Wall Street, situado en la esquina de Aguiar y Obrapía, aunque las acciones en realidad abarcaron casi todo el edificio. Puede decirse que a este propietario corresponde la otra intervención importante de  la primera mitad del siglo XX.

A tal efecto se suprimía la escalera de acceso a los entresuelos y el piso alto que se hallaba por el frente de la calle Aguiar, construyéndose otra que se emplazaría en el local por la calle Obrapía. Esta escalera sería de bóveda de concreto armado, con pasos y tabicas de planchas de mármol, con su baranda de hierro y pasamano, aprovechándose las mismas que cubrían la existente. El hueco de la antigua escalera, al eliminarse esta, sería cerrado con vigas y losa de cemento.

Los cielos rasos serían restaurados, cambiándole algunas planchas de cartón en mal estado. Se sustituirían por otros nuevos, tres tirantes de madera, que estaban podridos, en la planta alta, solándose la parte de la azotea deteriorada por esta causa. Se construiría en el traspatio un pequeño tabique de citara, de 2 metros de altura.

 

Interior, galerías planta alta

Interior, galerías planta alta

 

Asimismo, se reconstruirían los servicios sanitarios de acuerdo con lo establecido en las Ordenanzas Sanitarias; los pisos y zócalos en la parte afectada por cambios de armatostes e instalación de agua y sanitaria, así como se daría pintura y lechada en general. El 23 de marzo de 1935 se le concedió el Utilizable.

A la muerte de Zaldo en 1940, la casa, junto a numerosas propiedades que tenía, pasó a sus herederos, que no fueron pocos. Tanto fue así que sus beneficiarios declararon que entre los bienes quedados al fallecimiento del señor Zaldo, se encontraban una serie de inmuebles y créditos hipotecarios que por su diversidad, cuantía y valor resultaban de difícil liquidación o división por lo que convinieron constituir una Sociedad Civil Particular de forma Anónima, la cual giraría bajo la denominación Sucesión de Guillermo de Zaldo S.A. Por tanto, la casa de Aguiar No. 370, antiguo 100, pasó al dominio de dicha sociedad como una de sus acciones, de las cuales era dueña doña Isabel María de Zaldo y Lamar, quien a su vez la aportó, cedió, renunció y traspasó a favor de la Sociedad Anónima denominada Edificios Urbanos, S.A., constituida por tiempo indefinido con fecha 5 de abril de 1944, la cual inscribió la propiedad por título de aportación social en ese mismo año.

Entre 1945 y 1947 los contratos de arrendamientos anteriores quedaron totalmente cancelados, al igual que todos los capitales de censo que gravaban este inmueble. La casa continuó alquilada para diferentes usos. Así, en 1954 los directorios comerciales mencionan en el sitio al café de Puente, Seoane y Compañía, la vidriera de cigarros y tabacos de Seoane y Villaverde y el conocido café Wall Street, instalado en este lugar desde 1926.

 

Anuncio del café Wall Street en 1944

 

Cuando en la década de 1960 fueron nacionalizados los diferentes negocios, estos locales se convirtieron en viviendas de múltiples familias. En 1990 la casa se encontraba ocupada por seis núcleos en ciudadela, y ya presentaba un mal estado constructivo. A pesar de ello, la edificación fue incluida en un estudio de alternativas para el desarrollo de nuevas instalaciones de hospedaje en La Habana Vieja, realizado por la Dirección Provincial de Planificación Física y Arquitectura.

Galería de Imágenes

Comentarios