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Adelaide Ristori

9 de marzo de 2021

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El de Adelaide Ristori es un nombre que no falta en las enciclopedias, sean estas generales o especializadas, y como “la más célebre y admirable actriz que ha visitado La Habana” la calificó en su momento don Serafín Ramírez, padre de la crítica artística en la Cuba del siglo XIX.

Pero la italiana Ristori hizo algo más que dejar su huella sobre las tablas: convulsionó el panorama habanero con sus maneras y figura tanto como con su voz y proyección escénica. Además, y por si fuera poco, revolucionó la moda de la colonia: se popularizó la pañoleta a la Ristori, de encaje y tres puntas: una cayendo sobre la espalda y las dos restantes cruzadas sobre el pecho; el abrigo Ristori fue otra de las novedades que legó: sin mangas, complementado por una esclavina para dar salida a los brazos.

Arribó a La Habana el 29 de enero de 1868 y muy poco hubo que esperar para su debut en el Teatro Tacón. Un crítico y ensayista ilustre como Enrique Piñeyro quedó deslumbrado:

¡Qué artista! –escribió–. Otras logran adivinar una sola faz de la pasión y esto les basta para llenar el mundo con su fama. La Ristori va más lejos. Todos los rasgos, todos los matices del sentimiento, por diversos u opuestos que parezcan, caben en aquel corazón y en aquella inteligencia.

Con sus presentaciones –observe el lector que en el mismo año en que el 10 de octubre se produciría el alzamiento libertador de Carlos Manuel de Céspedes en su ingenio La Demajagua- Adelaide Ristori monopolizó los temas de conversación en la sociedad habanera: las jóvenes damas de la aristocracia hallaron pretexto para confeccionarse nuevos y complicados trajes, y los caballeros hicieron un alto en sus habituales temas de política y economía para comentar por lo bajo acerca de los atributos físicos de la actriz.

Natural de Cividale, Italia y nacida en 1822, Ristori era una actriz madura por la fecha de sus funciones en La Habana. Sin embargo, su éxito fue total y le permitió “embolsillarse tranquilamente más de treinta mil pesos en su breve temporada de apenas dos meses; se rumoreó que hubo fanáticos que pagaron mil pesos por un palco, y que en su beneficio (el 16 de marzo) fue llamada a la escena once veces, un verdadero récord” escribió el profesor Rine Leal en su insustituible libro La selva oscura.

Actriz trágica por excelencia, apenas tuvo rivales en su época y sus funerales en Roma, 1906, devinieron una manifestación de duelo por parte de sus admiradores.

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