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Acercándonos a los clásicos de la coctelería cubana

4 de junio de 2021

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coctelería

 

Cuando intentamos acercarnos a los cocteles catalogados como clásicos dentro de la coctelería cubana, observamos que existen diferentes enfoques –afortunadamente no muy lejanos unos de otros– entre los estudiosos del tema y aun entre los propios cantineros o barman. Evidentemente, los criterios están basados más bien en apreciaciones personales que en otras consideraciones.

La coctelería cubana se elevó definitivamente en la primera mitad del siglo XX debido a factores tales como la inevitable escalada histórica de la gastronomía pública local que ya desde principios del siglo anterior se observaba en los deslumbrantes cafés que imperaron en La Habana, los cuales fueron admiración de cuanto visitante foráneo pasaba por la Isla; cierto desarrollo de un turismo de clase media alta procedente del norte potenciado en sus necesidades licoreras por la aplicación de la llamada “ley seca” en los Estados Unidos; la aparición en la escena de talentosos creadores que hicieron maravillas en esta esfera como Emilio González, Maragato, en los hoteles Inglaterra y Plaza y Constante Ribalaigua en el bar restaurante Floridita; y muy importante, contar con bebidas de calidad como los rones cubanos que facilitaban la tarea.

En el primer lugar de la lista ubicaríamos el Mojito, coctel cubano que encarna tradiciones y resalta cubanía. Fue trepando y estilizándose desde los lejanos tiempos del señorío de los piratas, pasando por la etapa de la lucha emancipadora a modo de Canchánchara, se paseó ya con cierta madurez por los bares del circuito periférico de las playas habaneras y definitivamente, de la mano de famosos, encontró su santuario en el célebre restaurante La Bodeguita del Medio. Detrás exactamente vendría por derecho propio el Daiquiri; famoso entre los famosos internacionalmente y que también recorrió un largo camino desde la playita de su mismo nombre, allá por Santiago de Cuba, hasta crear su templo, elevado de la mano de Constante y apadrinado por ilustres en el bar restaurante Floridita. Sobre este coctel, Ernest Hemingway escribió en su libro póstumo Islas en el Golfo: “La parte frapé era como la estela del barco y la parte clara como se veía en aguas poco profundas, sobre el fondo de greda. Era casi el color exacto”.

En cualquier orden que se quiera establecer viene otro célebre, el Cuba Libre, resonancia histórica de una determinación del pueblo cubano, expresada en la alta y cómoda banqueta de un bar. Después tal vez le seguiría el Havana Special. La capital cubana sugiere recuerdos y nostalgias que enternecen a quienes la han vivido o la han conocido y no es de extrañar que alguien conmovido le haya dedicado este regalo hace ya muchas décadas. El próximo podría ser el Presidente, surgido como un juego de palabras en las primeras décadas del siglo XX y que aún hoy se pasea orondo como un verdadero mandatario.

El Saoco, de humilde y popular cuna tampoco falta en la lista de muchos de los que se han tomado el trabajo de confeccionar este singular tope. Como otros, tuvo su antecesor en el aguardiente de caña y pasó al salón de la mano del ron. Mulata, asociación viva de la mezcla de culturas y etnias asentadas en el archipiélago cubano durante siglos, tampoco deja escapar la oportunidad para colarse dentro de los selectos.

La isla de los mil nombres, la isla pequeña, hija y compañera inseparable de la isla grande, no fue olvidada y aparece como le corresponde con su trago, Isla de Pinos. Paraíso de corsarios, piratas y bucaneros, sus leyendas inducen a considerarla un lugar de fantasía, halo que la rodea inexorablemente. El nombre del terruño mayor es recurrente inevitable y nos vuelve a visitar en otra recreación con un sugestivo título, Cuba Bella.

El béisbol, considerado el deporte nacional, tiene su bola al centro –el anglicismo estrai–, y dentro de la gama de las ofertas espiritosas, está el otro estrai, el de la bebida rápida y sin mezcla. Y el béisbol también tiene su bola alta ¿Por qué entonces las bebidas espiritosas no pueden tener su bola alta dentro de ellas? Pues si lo tiene y la respuesta es el coctel que lleva su apelativo anglosajón, el High Ball, que igualmente compite para no perder su lugar en la lista de notables. Almendares, el discreto, manso y querido río habanero también facilitó su nombre para muchas creaciones artísticas, por lo tanto, no podía faltar un coctel denominado en su honor.

La influencia de la coctelería internacional se dejó sentir de diversas formas en el desarrollo de la coctelería propia. Uno de estos casos es el coctel Ron Collins como expresión de un momento histórico de refulgencia de este arte. En tiempos más recientes, el Bellomonte ha entrado en la predilección de muchos y se ha ganado estar presente en la lucha por los primeros.

Según los entendidos, alrededor de este selecto grupo estarían los clásicos de la coctelería cubana.

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