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Abril y las ilusiones de Sabrina

3 de abril de 2017

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Llegó abril, un mes que generalmente esperamos por identificarse con la primavera y con las lluvias cuando las hay.

Para todos –más jóvenes o menos jóvenes– estos primeros días del cuarto mes del año nos recuerdan el inicio de las actividades de lo que siempre hemos llamado Juventud –sea Asociación de Jóvenes Rebeldes o Unión de Jóvenes Comunistas–, como también ocurrió con la Unión de Pioneros de Cuba. Ambas nacieron un 4 de abril y mientras la de los jóvenes cumple ahora 55 años, la de los niños tiene un año más.

En esta espera de las lluvias para que empiecen a mitigar la sed generalizada de presas y embalses de todo el país, me encuentro con Sabrina, una niña bella y en algunas cosas superada en la inteligencia a sus seis años y sus no más de 50 libras de peso.

Por estos días, Sabrina anda intranquila y exigente con sus padres para que le preparen el disfraz de gatica gris que la identificará el 4 de abril en su escuela.

Para ella, lo más importante por estos días no es la comida –que nunca ha sido su anhelo cotidiano–, ni otra cosa en sus libretas que la poesía que tiene en su libro y que debía recitar a coro con sus amiguitos de aula para demostrar que Ya sabe leer. Y lo hicieron muy bien y fueron muy aplaudidos por padres, abuelos y maestros orgullosos.

La observo en su ajetreo y me doy cuenta de la gran ilusión que lleva consigo sin saber, por supuesto, de uno u otro aniversario de organizaciones. Ya lo sabrá, pues desde octubre del pasado año le pusieron su pañoleta de pionera que nunca olvida a la hora de ponerse el uniforme. Sus atrasos en algunas mañanas al salir para la escuela, cuando suceden, se deben a lo remolona que es cuando de tomarse el desayuno se trata.

El hecho de que haya aprendido a leer de manera continuada y hacer las debidas pausas en cada párrafo, justifica la alegría de sus padres que muchas veces advirtieron que… no va a aprender nunca porque lo que más le gusta es el juego.

¿A qué niño no le gusta jugar? Me pregunto mientras vuelvo a observarla, inmersa en tener alistado el cintillo rojo con orejas grandes que llevará en su cabeza de gata.

Recuerdo como niño de campo la espera del juguete que la mayoría de las veces no pasaba de ser una pelota de trapo.

Me vienen a la mente muchas cosas de los primeros años en la escuelita rural donde estudié. No eran tiempos de pañoletas ni de disfraces. Era el comienzo de una época que nos colmó de muchas ilusiones, muchos proyectos logrados o en camino de hacerlos realidad. En esta realidad nació Sabrina, la inquieta niña que ahora solo piensa en leer bien ante sus amiguitos y profesores y verse bella con su disfraz de gata que se ajusta a cada momento.

Así llegó este lunes y la niña Sabrina llegó a su escuela en la calle Línea, oronda, concentrada lo que debía hacer en unos minutos. Estaba imperturbable, no hacía caso ni a su amiguito de aula, Cristian, el mismo al que ella le gusta sacar conversación olvidando que está en el pupitre y que la maestra Niurka hasta ha tenido que separar de asientos para que no se distraigan.

Sabrina, desde este lunes 3 de abril, recordará la fecha como la meta que a la que llegó. Porque ella ya sabe leer y con birrete y cinta anudada al torso en solemne ceremonia celebró esta primera conquista tan esencial para la vida de cualquier ser humano, saber leer y escribir.

Mañana, vestida de gata, será otra la ilusión que desbordará el diminuto cuerpo de esta niña de ojos bellos y pestañas enormes cargadas de picardía.

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