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“¡Aaaaaaah…Dilo!”: algo más que un grito en la obra del Rey del mambo (I)

10 de agosto de 2017

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Considerado como el músico cubano que más polémicas ha suscitado en el espectro musical de nuestro país –incluso en algunas cuestiones de su vida personal–, es casi seguro que si Dámaso Pérez Prado estuviera vivo, la fecha de celebración del aniversario 100 de su natalicio no hubiera podido fijarse con precisión, porque durante décadas y en numerosas entrevistas, este gran músico mantuvo el año de su nacimiento envuelto en una espesa nebulosa arropada por supuestos olvidos, cantinfleos, medias tintas, chistes, algunas poses vanidosas y hasta pedantes.

En realidad Dámaso nació el 11 de diciembre de 1917 en la ciudad de Matanzas, según consta en el pasaporte que le expidió el gobierno Mexicano en 1964, a raíz de otorgársele la residencia en ese país –la ciudadanía no se le acreditaría hasta 1980.

Se sabe con certeza que desde muy niño realizó estudios en el Conservatorio Provincial de Matanzas, bajo la tutela del competente profesor Rafael Somavilla (padre) y algo después, con mayor amplitud, con la acreditada pedagoga María Angulo.

Según declaraciones del propio Pérez Prado, a los 16 años dirigía una orquesta –él siempre afirmó que se trataba de una agrupación del tipo charanga a la francesa-, y que además tocaba el piano en la jazzband de una emisora de radio matancera, en funciones de cine y en los salones de importantes sociedades de bailes. También tenía un acentuado interés por la música litúrgica de los cultos de antecedentes africanos, de tanto arraigo en Matanzas, en especial por las complicadas células rítmicas presentes en las marchas propias de la música del culto Iyessá; años más tarde, ellas serían un elemento rítmico/musical casi fundamental en la sobresaliente franja rítmica del mambo.

El entrecruce de las décadas de los años 30 y 40, despierta en Pérez Prado la necesidad de ampliar su horizonte musical. Ya en La Habana se le puede escuchar como pianista en el cabaret Pennsilvanya, y luego de la Orquesta Arturo Mesa, entonces contratada en el oscuro y sórdido cabaret Kursaal, situado en un intrincado y turbio paraje del puerto habanero.

Algún tiempo después alinearía como pianista en la Orquesta Kubaney; luego pasaría con éxito a la de Paulina Álvarez, con discretas alternancias ocasionales en la entonces ascendente Sonora Matancera y en el conjunto Jóvenes del Cayo. Paralelamente desarrollaba un intenso trabajo como arreglista y orquestador de la banda de Julio Cueva; después realizaría igual labor –ya como pianista de la agrupación– para la jazzband Casino de la Playa y su popular cantante Orlando Guerra [Cascarita].

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