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A propósito de las prospecciones sísmicas en busca de petróleo. El ruido, los decibeles y el oído de animales marinos. UNA ALERTA URGENTE

11 de octubre de 2013

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Ruido es la sensación auditiva generalmente desagradable. En el medio ambiente, se define como todo lo molesto para el oído. En el ámbito de la comunicación sonora, se define como ruido todo sonido no deseado que interfiere en la comunicación entre las personas, los animales, o en sus actividades. Cuando se utiliza la expresión ruido como sinónimo de contaminación acústica, se está haciendo referencia a un ruido (sonido), con una intensidad alta (o una suma de intensidades), que puede resultar incluso perjudicial para la salud humana y animal.
El decibel, símbolo dB (decibelio en España), es la unidad relativa empleada en acústica, electricidad, telecomunicaciones y otras especialidades para expresar la relación entre dos magnitudes: la magnitud que se estudia y una magnitud de referencia. Con mayor frecuencia se emplea para relacionar magnitudes acústicas. El decibel es la décima parte de un belio (B), que es el logaritmo de la relación entre la magnitud estudiada y la de referencia, recibió este nombre en honor de Alexander Graham Bell (1847- 1922, científico, inventor logopeda británico. Contribuyó al desarrollo de las telecomunicaciones y la tecnología de la aviación). Un belio equivale a 10 decibelios y representa un aumento de potencia de 10 veces sobre la magnitud de referencia. Cero belios es el valor de la magnitud de referencia. Así, dos belios representan un aumento de cien veces en la potencia, tres belios equivalen a un aumento de mil veces y así sucesivamente. Por ejemplo, un lavavajillas que emite un ruido de 50 dB no es algo más ruidosa, es 10 veces más ruidosa que uno que emita 40 dB y 100 veces más que uno de 30 dB. Como el decibelio es una unidad relativa, para las aplicaciones acústicas se asigna el valor de 0 dB al umbral de audición del ser humano.

El estruendo de Hiroshima bajo el Mediterráneo. La búsqueda de petróleo por métodos sísmicos que prevé iniciar a finales de este año 2013 la petrolera irlandesa Cairn Energy a 35 millas de la costa de Ibiza, consistirá en realizar una serie de detonaciones submarinas que generan ondas de resonancia que les permitiría descifrar la composición de la roca bajo el mar. Las exploraciones son muy ruidosas y deben ser lo bastante fuertes como para penetrar en la roca y regresar a la embarcación que realiza la exploración. Pueden realizarse mediante descargas eléctricas, aire comprimido o a través de detonaciones con explosiones de aire comprimido, que es el método que se utilizará en este proyecto. El sonido bajo el mar será 49 decibelios superior al  que causó la bomba atómica de Hiroshima desde su hipocentro. De manera que, tortugas y cetáceos y otras especies marinas recibirán impactos de 249 decibelios con cada colisión en la roca como si fuera una sucesión de ataques nucleares, que les llevará, en el mejor de los casos, a lograr huir de esas aguas con su sistema de orientación “no demasiado dañado”, por lo tanto, esto alterará su comportamiento, la capacidad de alimentación, su orientación y rutas migratorias, así como los efectos devastadores que tendrá para la pesca, la cual quedará literalmente arrasada.
¿Por qué ocurrirán estos desórdenes en los cetáceos y tortugas?
Todos los animales de una misma especie, aún los más elementales, se comunican entre sí. Las señales que emiten son reconocidas por sus congéneres. En los animales sociales como los cetáceos, estos mensajes son múltiples. En el caso de los delfines los más importantes son los de naturaleza táctil (toqueteos, caricias), visual (posiciones, saltos) y, por supuesto, auditiva. Los mensajes sonoros que emiten los delfines son sonidos muy variados y muy valiosos para ellos: silbidos, ronquidos, gruñidos, tintineos, tamborileos, etc. los elaboran de una frecuencia comprendida entre 100 y 150.000 hercios (el hombre sólo percibe los que se sitúan entre 100 y 15.000 hercios). Reciben los ecos de estas emisiones por un orificio auditivo minúsculo, cuya impermeabilidad durante las inmersiones está asegurada por un grueso tapón de cerumen, pero que conduce perfectamente las ondas sonoras. Los sonidos emitidos por los delfines les sirven tanto para dirigirse como para intercambiar mensajes. Cuando el delfín quiere orientarse en aguas turbias o durante la noche, empieza por emitir sonidos de frecuencia baja, cuyos ecos le dan una idea del panorama general en el que va a desenvolverse. Luego, balancea la cabeza de un lado a otro, produciendo sonidos de frecuencias más altas, esto significa que intenta encontrar los obstáculos de dimensiones más pequeñas. Los delfines necesitan comunicarse entre sí y saben informarse entre ellos  acerca de la proximidad del peligro y sobre las tácticas apropiadas para enfrentarlo, el intercambio de “frases”, la información mutua de la situación, la prestación de asistencia a los otros miembros del grupo en caso de enfermedad.
En las ballenas es el oído el sentido más importante. Se sabe que producen al menos dos tipos de sonidos: los que intervienen en su sistema de ecolocación y las vocalizaciones. Es probable que ambos se produzcan como consecuencia del movimiento del aire al entrar y salir de los sacos nasales. Los sonidos de ecolocación funcionan como una especie de sonar biológico, mientras que las vocalizaciones son las conocidas canciones de las ballenas parecen ser más bien un medio de comunicación entre los miembros de la misma especie.
Las mediciones efectuadas por un equipo de investigadores de la Universidad del Sur de Dinamarca, y de la Universidad de Maryland en Estados Unidos, demostraron que el oído de las tortugas examinadas era claramente más sensible a los sonidos subacuáticos que a los transmitidos por el aire. La sensibilidad está determinada en buena parte por el oído medio, relleno con aire. La resonancia en la cavidad de aire amplifica las vibraciones del disco timpánico hasta 100 veces más cuando el animal está bajo el agua. Dicho de otro modo, el disco timpánico experimenta vibraciones que son hasta 100 veces más grandes que en el agua adyacente a la tortuga.
De manera que los humanos pueden afectar a las tortugas y a los cetáceos a nivel sensorial, cuando utiliza maquinarias y embarcaciones con sistemas de sonar, también la actividad de sonares militares y las exploraciones de gas o petróleo. Todas estas actividades pueden provocar desorientación y varamiento de cetáceos en playas cercanas al lugar donde se realice este tipo de maniobra., pues como hemos podido apreciar, estos animales dependen casi totalmente del sonido.
Según los estudios elaborados tanto por la Universidad Politécnica de Valencia, a instancias del gobierno valenciano, como por el Cabildo de Lanzarote (Islas Canarias),  “la aparición de cadáveres de cetáceos desorientados en las playas será una de las principales consecuencias de estas detonaciones”. Se sabe además, que la comunidad científica sitúa el umbral del dolor en 140 decibelios, y por encima, a 180, como el nivel de intensidad acústica a partir del cual se pueden producir daños fisiológicos irreversibles en cetáceos y tortugas marinas.
Tanto el Consejo Insular de Ibiza así como la Comisión Balear de Medio Ambiente dejaron bien claro que están en contra del proyecto, y recuerdan que en caso de llegar a una posible extracción de petróleo los riesgos aumentarán si se produjera un derramamiento, ya que el mar Mediterráneo es un mar cerrado, lo que afectaría no sólo a organismos, ecosistemas marinos y recursos pesqueros, sino también a la principal industria de Baleares que es el turismo.
¿Es tan difícil o complicado entender lo que provocaría una perturbación sonora de la magnitud de una explosión sísmica submarina colosal como la que se pretende hacer estallar en el Mediterráneo?

 
Recordemos que…”la Naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre”. Sólo hay un modo de que perdure: respetarla y servirla.

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