ribbon

La Habana de Buñuel (II)

6 de noviembre de 2017

|

 

paradoxes-de-bunuel-04-g-e1339468826824-1024x614 (Medium)

 

Luis Buñuel bromeaba con frecuencia acerca de que, “según la potencia de su padre en España, debía de tener un montón de hermanos bastardos corriendo por La Habana”, si bien no creía que fuera de los que, como sus paisanos, se acostaran con negras o mulatas. Al referirse al padre del cineasta como un hombre culto, de vivaz inteligencia e insaciable sed de conocimientos, Baxter lo describe en estos términos:

Cuando Leonardo era joven, pese a ser bajo de estatura, había sido poseedor de una espectacular belleza: el pelo oscuro le caía sobre la frente despejada, llevaba un espeso bigote y sus ojos grisverdosos tenían una mirada inquisitiva; sin embargo, los trópicos lo habían envejecido. Cuando Luis lo conoció estaba regordete, casi calvo, y su bigote era blanco. No obstante, seguía adepto al panamá, el bastón y los fuertes cigarros de sus tiempos de Cuba, y conservaba también la seguridad de los que están acostumbrados a que los obedezcan.

Como muchos coterráneos que retornaban con alardes de sus conquistas de ultramar, al llegar a aquella silenciosa localidad turolense de Calanda que parecía detenida en el tiempo salvo cuando sacudían su monotonía los ensordecedores tambores de la noche del Viernes Santo hasta el amanecer del Sábado de Gloria, Leonardo Buñuel anunció a sus amigos, con la presunción típica de un señorito, “su intención de casarse con la mujer más bonita y sana del pueblo”. Al igual que se desconocen muchos pormenores acerca de su estancia en Cuba, también se ignoran las circunstancias en que conoció a la muy joven y hermosísima María Portolés (1882-1969), de una familia proveniente del Alto Aragón. Tal vez fue en la Semana Santa, mientras ella observaba a aquel apuesto recién llegado, a quien jocosamente llamaban “Weyler”, con las manos ensangrentadas de marcar el ritmo incesante de los tambores en la plaza.

Más de un biográfo de Buñuel se refiere al acontecimiento social que significó en la región aquella boda. Incluso, durante mucho tiempo motivó una frase lugareña de connotaciones refranescas: “Ésta se casará cuando Buñuel venga de Cuba”, a propósito de cualquier muchacha que, por tener demasiadas aspiraciones, rechazaba un pretendiente tras otro. Luego de casarse en 1899, Leonardo compró a la noble familia de los Ram de Viu una casa ubicada en los confines del pueblo. Pese a la diferencia de edades, la felicidad y el bienestar marcaron aquella unión modélica entre una mujer joven y un hombre maduro, algo que también se señala como una de las recurrencias en la filmografía buñueliana, que culminara precisamente con Ese oscuro objeto del deseo (1976).

El padrino de Luis Buñuel, bautizado el 9 de marzo de 1900, fue Gaspar Homs, un mallorquín vendedor de esponjas, que también volvía de La Habana, donde fuera amigo y compañero de negocios de su padre. Repollés, un coterráneo de Buñuel, rememoró para el escritor Max Aub (1903-1972) al don Leonardo que conoció: “Sentado en la puerta, en unos sillones de mimbre, vestido siempre de blanco, con esos trajes cubanos, su jipi, y fumando unos habanos… Impresionante. Era el clásico indiano, exactamente, pero es que, además, era como un prócer”. De acuerdo a su testimonio, don Leonardo llegó a Calanda “rodeado de toda la opulencia que usted quiera, porque había ganado millones a espuertas. […] Don Leonardo se limitó, pues, a traficar única y exclusivamente con hierros. Detalles no sé. […] Trajo tanto dinero, que en aquellos tiempos era ya una fortuna de fábula”.

Pepín Bello, que entablara una estrecha amistad con Buñuel, Dalí y Lorca durante su estancia en la Residencia de Estudiantes, que les convirtiera en precursores del surrealismo en España, narró las estrictas costumbres familiares impuestas por don Leonardo Buñuel. Luis no ocultaba su admiración y, con una mezcla de humor y orgullo, practicaría luego esos comportamientos misóginos en el seno de su propia familia: “En la mesa, su padre se sentaba en una cabecera, en la otra María, su madre, a la derecha él y sus dos hermanos, Leonardo y Alfonso, y a la izquierda sus cuatro hijas. Durante la comida, no hablaba más que don Leonardo, el padre, que dirigía la palabra nada más que a los varones. A la mujer y a las hijas ni les preguntaba, no hablaban nunca en la mesa”.

El director de La edad de Oro (1930) desmintió al cineasta francés de origen griego Ado Kyrou (1923-1985), quien en su aproximación biográfica asegura que su madre fue a La Habana, y que retornaron finalmente a Calanda en 1914. No ha sido Kyrou el único en atribuir un supuesto regreso de la familia Buñuel a la isla; Juan Francisco Aranda especula que Leonardo “Una vez casado volvió a Cuba con su esposa, pero en 1904 regresaron definitivamente a Calanda, compraron tierras y las administraron”. Luis Buñuel insistió en que ni él ni su madre, María Portolés, estuvieron en Cuba. Lo cierto es que fue Leonardo Buñuel quien retornó a La Habana en 1912.

Preocupado por la suerte de su esposa y de los cinco hijos que tenían hasta entonces, Leonardo Buñuel se animó a tomar otro barco rumbo a Cuba. Para entonces, la firma “Casteleiro y Vizoso” se había extendido por casi todas las ciudades y pueblos de la isla. Los dos socios gerentes habían orientado su gran constancia y una capacidad técnica nada común, por cuanto la casa gozaba de gran prosperidad. El surtido de sus artículos se había ampliado considerablemente y eran entonces los únicos agentes en Cuba de la Mosler Safe Co., una de las fábricas más importantes de cajas de seguridad, además de tener la exclusividad en las ventas de las básculas y balanzas Standard. Dueños de un poderío inimaginable cuando se iniciaron en el ramo, dieron la espalda a su antiguo socio comanditario, quien se vio forzado a regresar a España al cabo de unos pocos meses, más cariacontecido que de costumbre. Luis recordó así la frustrante experiencia de su padre: “Olía que iba a pasar algo en Europa, seguramente la guerra, y quería dejar su dinero fuera. Pero volvió a los tres meses, desencantado y furioso porque sus ex empleados no quisieron admitirle. Nunca le vi más desengañado”. (Continuará)

Galería de Imágenes

Comentarios