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Polito Ibáñez: “En lo musical, a mí me ayudó mucho el ser cubano”

11 de julio de 2016

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TRANSCRIPCIÓN DE LA ENTREVISTA DE MAGDA RESIK A POLITO IBÁÑEZ, EN EL ESPACIO ENCUENTRO CON, EN EL MARCO DE LA FERIA ARTE EN LA RAMPA

 

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MAGDA RESIK. Bueno, muy buenas tardes. Bienvenidos a este espacio Encuentro Con, que es el primero de esta temporada, de la temporada de julio, agosto y septiembre del año 2016.
Como ustedes saben, es un encuentro que con mucho placer siempre desarrollamos, con el auspicio de la Asociación Hermanos Saíz y en el entorno de este evento de Arte en la Rampa y de estos momentos, estos días estivales que siempre proponen actividades de muy diverso tipo.
En el caso del encuentro de hoy, es un pendiente que tenemos desde hace muchos años el invitado y yo, porque nos conocemos desde la época estudiantil en el Instituto Superior de Arte, pero habitualmente las entrevistas que hemos realizado han sido siempre muy rápidas, muy corticas, no las conversaciones que hemos tenido, que han sido muy largas, muy extensas y muy afectuosas; pero las entrevistas han sido muy breves. Y siempre que nos encontramos hablamos: tenemos un pendiente, y el pendiente es una larga entrevista, una larga conversación, para darme el gusto de que aquello que he sabido de él ustedes también de alguna manera lo puedan conocer.
Es un hombre –y ya decirte un hombre después de tantos años juveniles–, es un hombre que forma parte de ese panorama de la música cubana, especialmente el que hemos denominado La Trova; pero no quiero ni siquiera encasillar a Polito Ibáñez, nuestro invitado de hoy, en ese espacio de creación, porque su música se extiende un poco más allá. Y siempre tomándome la licencia de ofrecer mi criterio, creo que es un músico cubano que sin dudas nació, emergió, muy pegadito a la Asociación Hermanos Saíz en ese universo de la trova cubana, pero que el modo en que su música llega a todos y el modo de componer, de realizar, las influencias sonoras que tiene, yo creo que extienden un poco más allá sus influencias.
Es un hombre, además, de una cubanía raigal, de la que estaremos hablando hoy, y que goza de esa simpatía popular, de esas multitudes que acuden a sus conciertos, que tararean sus canciones, un fenómeno que no puede pasar inadvertido en la conversación de hoy.
Bienvenido, Polito Ibáñez.
POLITO IBÁÑEZ. Bueno, muchas gracias, Magda.
Obviamente me va mejor cantando que hablando, porque hay más gente cuando yo estoy cantando que cuando vengo a hablar. Pero realmente este es un privilegio tremendo; yo también soy del criterio de que estar conversando con Magda Resik es un tremendo privilegio para cualquier persona que quiera establecer una visión de lo que es la cultura de Cuba, que no es lo mismo que hablar con un periodista, que a veces tiene otro tipo de entrenamiento. Y es que Magda realmente se ha especializado –pienso yo– en esa cosa de sacarle a la gente un poco las aristas que muchas veces, y a veces también por la brevedad de las entrevistas con los periodistas, no podemos los artistas decir.
MAGDA RESIK. No me vayas a sacar los colores ahora.
POLITO IBÁÑEZ. Sí, para mí también es un privilegio tremendo. Yo le he pedido esto muchas veces. Le dije: “¿Qué tengo que hacer? ¿Qué premio nacional me tienen que dar para que yo pueda estar conversando contigo?” Porque, a pesar de que yo no vine nunca, sospechaba, por los invitados que tuvo y por su discurso, por su manera de abordar las entrevistas, que era super interesante.
Vamos a empezar, si quieres.
MAGDA RESIK. Sí, pero yo quiero empezar por algo que te va a hacer viajar muy lejos. Y como tú has sido habitualmente el cronista citadino, y como La Habana te debe tanto en tus canciones, a veces las personas no tienen esa percepción de que en ti hay un germen, hay un origen muy pueblerino, muy de un pueblito cubano ahí intrincadito, perdido en el mapa, en la geografía; pero el que te conoce y sabe de esos orígenes, y sabe además que no los has abandonado en tu forma de ser, en tu naturaleza, siempre se hará la pregunta: ese pueblito pequeño sé que ha influido mucho en ti, y que incluso tiene que ver con tu naturaleza, con tu carácter, con la modestia que la gente dice que lleva, con todo eso.
Explícame tú cómo está en ti ese pueblito cienfueguero. Di tú el nombre, que a ti te queda muy lindo.
POLITO IBÁÑEZ. Bueno, Rodas es un pueblo incluso que me acoge después de Batey Nuevo, porque hay que remontarse un poquitico antes. Yo donde nazco realmente es en la provincia, pero al día siguiente o a los dos días, porque las madres en esa época no estaban tantos días en los hospitales, eso era pare y dale y vete, y enseguida fui a dar allá a Batey Nuevo. Fue a los cinco años que yo me trasladé a Rodas, y realmente es más importante y tiene más peso en mi vida el pueblo que el campo en el que yo tuve los primeros años de vida.
Mi barrio era un barrio llamado Pueblo Nuevo muy difícil. Era un barrio que no era de gente marginal, pero era de gente muy irreverente. Hay una palabra que siempre se me olvida… No es terco tampoco. Bueno, ya me acordaré.
Era un barrio de gente mezcla negro, mezcla blanco. Y no era un barrio típico marginal como lo son en La Habana. Estoy tratando de situarlos a ustedes. Por ejemplo, en mi barrio podía ocurrir que Clavelito, enlazara a Barni –que después este Barni fue el padre de uno de mis sobrinos–, lo enlazara con un caballo a toda velocidad y lo arrastrara. Y años después –a lo mejor estoy cometiendo un error al comentar esto–, años después se dice que Clavelito amaneció muerto, apuñaleado, y que fue Barni, que además no se le puede hacer nada porque Barni, ese padre de mi sobrino, murió; murió hace unos cuantos años.
Ocurrían cosas de ese tipo. Ocurría, por ejemplo, que había una aventura llamada “El cacique Arimao”, y entonces en mi barrio se crearon dos pandillas: los del cacique Ciguay y los de cacique Arimao. Yo estaba en la del Cacique Arimao, pero por algo así como que yo era el que cogía las lanzas, porque al final se hicieron lanzas con cucharas afiladas en las puntas.
Yo tengo un amigo, que se llama Ismael Pérez, que tiene una cicatriz muy profunda en un muslo de un lanzazo. O sea, estos grupos de pandillas se fajaban realmente, y con flechas con puntillas en la punta.
Después hubo una época en que había que jugar a las pedradas. Por eso, a cada rato por ahí yo le digo a cualquiera: si no vienes a verme, te doy una pedrada, porque eso lo tengo quizás como en el set memory, ¿no? Se jugaba a las pedradas y muchos muchachos –yo por suerte no soy uno de ellos– recibieron heridas bastante fuertes con pedradas. Y era un barrio que no era el típico barrio –perdonen la palabra, que no es peyorativa– de negro marginal de La Habana, que es otra cosa, que son como machetazos; se respiraba otra cosa, era como una especie de pueblo, de rincón de Cuba extraño, donde la marginalidad y donde la violencia tenían una peculiaridad que pasaba por estas cosas que yo te he ido narrando.
MAGDA RESIK. Pero ahora explícame: si todo eso era así, si ese es el ambiente que recuerdas, ¿qué otros aspectos de la vida en ese pueblo modelaron el Polito que eres hoy? Porque, además, ¿de dónde salió esa percepción y sensibilidad artística?
POLITO IBÁÑEZ. Del miedo, yo creo que el miedo hizo que yo no fuera parte… La idea que yo tengo de esto es porque, a partir de esa especie de huevo o de simiente, de ese principio, nacieron varias tendencias, se desarrolló la personalidad de al menos dos o tres personas que yo ubico, entre los cuales está este Ismael, Rey Felipe, que después terminó siendo un dirigente político en Cienfuegos y que ahora está en La Habana, y Alfredo Ramírez.
No puedo contar la historia de todas estas personas, pero yo pienso que el haber estado ellos quizás en un rincón, en un sitio bastante mudo de todo ese entorno, el haber tenido miedo –yo no era de los más malos– hizo que yo enfocara mi vida en otro sentido, y empecé entonces a acercarme a todo lo que tuviera que ver con la búsqueda de salir de ese entorno. Mis padres me presionaban para eso. Yo no puedo decir que leía en esa época, pero tenía mucha admiración por aquellos muchachos que eran distintos y que estudiaban mucho. Yo quería ser un poco eso.
Quizás este fue un recorrido muy largo para un poco responder tu pregunta, pero yo creo que, a partir de ese al parecer inconexo proceso de mi vida, se dieron varios factores, que son los que determinan que yo quizás tenga ese tipo de sensibilidad de la cual tú hablas.
Yo siempre estaba del lado de los que estaban perdiendo cuando se fajaban los del cacique Ciguay con los del cacique Arimao, a mí siempre era al que me dolía cuando le daban una pedrada al otro muchacho, yo siempre estaba cuestionándome con una persona que se llama Andrés Carmenate, cuestionándome la manera en que procedían esos muchachos. Y en ese entorno, en esa manera de ver las cosas empezaron a darse las cimientes de lo que yo creo que después fue una sensibilidad mía especial para ver cosas de la realidad, porque es que eso me obligó y me forzó a estar atento a la realidad.
MAGDA RESIK. En la cuna –diríamos– tú recibiste una información musical, pero tardaste en entender que tu mundo era la música. ¿Cómo se produjo ese proceso? Porque, incluso, ya lo sabemos, algunos de tus seguidores lo saben, hubo un momento en que Polito casi se nos perdía, e iba a estudiar algo que tenía que ver con las profundidades del mar, pero no con la música.
POLITO IBÁÑEZ. No, lo que ocurre fue que yo, al ser un muchacho con muchas limitaciones, no salía de ese pueblo. Y un primo mío se hizo buzo profesional, y a partir de lo que él me contaba yo empecé a inclinar mi vida al mundo del mar, que conocí a los trece años, o sea, pasaron trece años antes de la primera vez que yo vi el mar. No puedo narrar la impresión tan fuerte que me dio eso, yo con trece años ya, ver una masa de agua tan hermosa como es la Bahía de Cienfuegos, incluso mucho más virgen que hoy, que está poblada de industrias. Y yo en ese tiempo ya me ubiqué en que yo quería estudiar el mar –decía yo– con trece años; yo no tenía conciencia de eso. Fue después, hacia el Pre, que me voy a adelantar un poquito, donde yo quise estudiar Oceanología, que es una carrera que se daba en la Unión Soviética, para lo cual yo estudié muchísimo y no vino la carrera ese año.
¿Pero qué ocurre? Que en ese tiempo mi padre, que tenía un grupo de música tradicional, de música tradicional, un sexteto, que tocaba el tres y que tocaba la guitarra, me quería enseñar a tocar estos instrumentos, y a mí realmente esto no me llamaba la atención. Y fue en la secundaria, que había un muchacho llamado Pepito Salas, que a propósito era el bonito de la secundaria, era el típico gigoló de la secundaria, enamoraba a las muchachas cantando canciones de Roberto Carlos, de los Mustang, y yo, que me iba bastante mal en eso de enamorar muchachas porque estaba en candela realmente, decidí aprender con mi papá a tocar la guitarra.
Fue así que se dio realmente mi acercamiento al mundo de la guitarra. No obstante, yo aprendo la guitarra cuando estaba en octavo grado, y todavía estoy terminando doce grados queriendo estudiar Oceanología. Luego, yo nunca abandoné la idea de estudiar una carrera que tuviera que ver con el mar. Después supe que yo no servía para estudiar Ingeniería Atómica y esas cosas, que también se estudian para hacer grandes centrífugas en el mar y eso. Yo quería estudiar algo que tuviera que ver más bien con el mar, pero no tenía muy definido eso, y me fui entonces por la música.
MAGDA RESIK. ¿Y ahora qué te queda del mar? ¿Solo el mar que evocas en tus canciones?
POLITO IBÁÑEZ. La picazón. A mí, cuando me baño en el mar, me da mucha picazón. (RISAS)
MAGDA RESIK. Eso es lo único que te queda.
Bueno, el tránsito ese después culminó de algún modo en el Instituto Superior de Arte.
POLITO IBÁÑEZ. Donde nos conocimos.
MAGDA RESIK. Donde nos conocimos. Un momento muy singular del Instituto porque, además, era un claustro de profesores especial.
POLITO IBÁÑEZ. Durísimo.
MAGDA RESIK. Durísimo, así mismo, especial. E, increíblemente, la formación que recibiste fue del mundo de la actuación, y sin embargo la música persistía.
Yo recuerdo a Polito, con una guitarra, sentado en las escaleras de la Facultad de Teatrología y Dramaturgia, con su guitarra, a toda hora. Era algo así como que era a lo que te dedicabas mayormente.
POLITO IBÁÑEZ. Es que era lo que me gustaba realmente.
MAGDA RESIK. Era lo que te gustaba. Entonces, ¿cómo se produjo –me gustaría que lo explicaras aquí– esa mezcla entre el mundo de las artes escénicas –que sé que ahora te ha servido para tu despliegue en los conciertos y todo eso–, el mundo de las artes escénicas y el mundo de la música? ¿Y cómo se fue dando ese proceso?, que de pronto ya decidiste que aquello no era lo tuyo.
POLITO IBÁÑEZ. Yo llegué al ISA con una… Las primeras tres canciones que yo hice en mi vida, las hice con 14 años, y fueron tres boleros, dedicados a una muchacha llamada Iris Farías, que vive por cierto en San Miguel del Padrón, en La Cuevita.
MAGDA RESIK. ¿Esos fueron de los que se quemaron?
POLITO IBÁÑEZ. Esos fueron de los que se quemaron. Pero, junto con eso, se quemó una obra que yo escribí, que era una discusión, bueno, ¿por qué no decirlo?, era una diatriba, eran posiciones distintas que tenían Martí y Maceo.
Yo escribí en plan ficción esa cosa, porque realmente yo tenía muchas lagunas intelectuales. Incluso, previo a llegar al ISA yo diría que, más que lagunas, eran océanos intelectuales lo que tenía, carencias intelectuales que tenía. Y no me encontré a nadie que me dijera: “Bueno, ¿y por qué no montas una obra de Virgilio Piñera, de Gloria Parrado en “La espera”? No sé. Yo dije: bueno, yo tengo que hacer esto.
Y había un muchacho llamado Alfredo Ramírez en el Pre, que me hacía voces, yo a él y él a mí, cuando nosotros estábamos en el Pre hacíamos canciones románticas. Él quería entrar también en el ISA, y yo le digo: “Fredy, ¿por qué no hacemos una obra tú y yo? Mira, yo la voy a escribir.”
¿Por qué cuento esto? Porque fue muy curioso que yo era Martí, que era el negro, y a Alfredo Ramírez, que era el blanco, yo lo puse de Maceo. Entonces fue muy interesante a mí me parece eso ya para María Elena Ortega, la profesora de Actuación. Había creo que 16 profesores evaluando a los muchachos que iban ese año a entrar en el ISA. Y yo hice esta obra, a María Elena Ortega le pareció muy atractivo lo que yo había escrito y lo que estaba representando, y ella dice: “Yo quiero a ese alumno”, contra todas las opiniones: Fucsá, Miriam Izada, Heidy, que era la Decana. Tú debes recordar mejor que yo toda la gente que había en esa época.
MAGDA RESIK. Suárez del Villar.
POLITO IBÁÑEZ. Suárez del Villar. ¿Y cómo se llamaba el profesor de Literatura? Bueno, él no hacía pruebas.
El asunto es que María Elena dice: “Ha llegado al ISA un diamante en bruto, y yo lo quiero.” Y, bueno, María Elena…
MAGDA RESIK. ¿Un diamante en bruto, o un diamante bruto?
POLITO IBÁÑEZ. Un diamante en bruto dijo ella.
Yo eso lo supe en el segundo año de actuación, donde me iban a dar baja técnica porque realmente –sigo insistiendo–, para ser un actor, una de las cosas más fundamentales, sobre todo si tú eres del método stanislavskiano, es que tienes que ser una persona con cultura e inteligencia. Las dos cosas, en mí, estaban como empezando a formarse.
MAGDA RESIK. No, la inteligencia no te faltaba.
POLITO IBÁÑEZ. Bueno, parece que después la desarrollé, pero en ese momento la tenía en crudo; carencias de todo tipo, incluidas las textiles (RISAS). Sí, porque habría que ver las personas que estaban en esa época… Yo me vestía con un pantalÓn de lástex, un speldrum así, un pantalón de lástex y una camisa de encaje con una camiseta blanca debajo. Ustedes se podrán imaginar eso, y este dientecito así para arriba, como siempre digo yo.
Entonces ahí fue que se dio esa circunstancia. Vengo al ISA a estudiar actuación, y entro en la carrera porque María Elena dijo: “Yo quiero ese diamante en bruto.”
Yo me tuve que leer toda la literatura que no se puede leer nadie más –mis compañeros de esa época podrán decirlo–, no se puede leer nadie, quizás en cinco años; yo me leí todo. Octavio se llamaba el profesor de Literatura.
Yo recuerdo que Octavio me dijo: “Si no te lees Ana Karénina…” –estamos hablando del segundo año o del tercer año–, “te voy a dar baja.” Y yo tuve que leerme Ana Karénina, que son tres tomos, en un mes. Bueno, yo no me leí nada, yo lo que hice fue… Porque no se puede leer una obra de tres tomos en un mes; pero, bueno, yo me sabía lo fundamental.
¿Entonces qué ocurre con el tema de que yo, de repente, voy declinando de una manera natural hacia el mundo de la canción? Yo afortunadamente coincidí con Carlitos Varela en la misma aula, en el mismo grupo de actuación, y ya yo venía habiendo cantado una canción política por primera vez en mi vida, que fue un poema de Martí, musicalizado por Amaury Pérez: “Mucho, señora, daría…”
Eso es lo primero que yo canté. Y después un poco más tarde, pero ya no una canción política, sino algo más de amor: “Mujer, si la distancia…” Este grupo de Guaycán.
Y cuando yo llego al ISA, que yo llego cantando a Roberto Carlos, a José José, a José Augusto, a toda la cosa romántica que había en esa época, a la recién fallecida dominicana, que estuvo con nosotros aquí de embajadora cultural…
MAGDA RESIK. Sonia Silvestre.
POLITO IBÁÑEZ. Sonia Silvestre. En fin, todos esos románticos de esa época.
Cuando yo llegué y empecé a relacionarme con el mundo de Carlitos…
Un poquito antes de eso, tuve la suerte de relacionarme con Donato Poveda, con Adrián Morales, con José Raúl, con Leonardo, que hacían unas peñas en Artes Decorativas; un poco presionado por la presencia de Vladimir Cruz, el actor de “Fresa y chocolate”, de José Armando, de Héctor Eduardo Noas, de la cultura que ellos tenían, un poco presionado por esas circunstancias, yo empecé realmente a leer todo lo que tenía que leer y a ir a todas las penas a las que podía ir, y veía todo el cine latinoamericano que se podía, todos los ciclos de cine y los festivales de cine. Y comencé entonces a darme cuenta de que yo, sí, podía ser el actor que María Elena Ortega quería que yo fuera, pero que yo tenía dentro la canción. Sobre todo, decidió en mí un concierto que dieron Pablo Milanés y Silvio Rodríguez en la Escalinata. Y yo, cuando vi a Silvio Rodríguez diciendo aquellas cosas que decía, y como yo estaba tan detrás de la poesía… Es la época en que yo me acerco a Eliseo Diego, que yo tomo a César Vallejo de libro de cabecera, en que Poe es parte de mi vida, en que yo me empiezo a leer todos los poetas habidos y por haber, los que menos la gente se cree; es la época en que yo coincido por ahí con Víctor Fowler, que me impresiona muchísimo un poema que hace él; es la época en que conozco de alguna manera también a Teresa Melo, a Alex Pauside, a un grupo de poetas; es la época en que nuestro Vladimir Zamora también es parte de mí, y estaban Sigfredo Ariel y hasta Camilo Egaña en Radio Ciudad de La Habana, junto con Frank Delgado, que fue la primera persona que me puso a mí en la radio.
Hay una serie de cosas que confluyen, que hacen que yo vaya a la actuación sabiendo que tengo un sentido de la responsabilidad a la hora de graduarme, porque la profesora dijo –sin decirlo–: tú les tienes que demostrar a todos que yo no me equivoqué. Y al final, bueno, me gradué de actor, pero la canción siempre fue conmigo, como una especie de compañera que no pude abandonar, porque realmente cada vez me iba mejor como trovador que como actor.
MAGDA RESIK. Hablemos de dos cosas que van paralelas.
Hablaste de la poesía, y todo el mundo coincide en que el asunto lírico en tu obra musical es bien poderoso; es decir, la gente incluso, hay algunas de las personas con las que he conversado, que me dicen: es más un poeta; es decir, la lírica y lo lírico pesan mucho en tu música, y hay un diálogo entre ambas formas expresivas: la poesía, que puede solita publicarse y ser un texto poético, y la música –mira cómo dicen que sí desde el público; es real–; la música que, por otra parte, como venía diciendo desde el inicio, ha ido adquiriendo influencias, y eres un poco como un experimentador. Creo que no hay influencia que no hayas abrazado en tu música.
Me gustaría que explicaras esos dos procesos, el de la poesía y el de la música, incluso el de cómo se funden, porque eso siempre es como la pregunta obligada para un creador. ¿Cómo logras esa empatía?
POLITO IBÁÑEZ. Yo creo que hay una cosa que privilegió esa manera quizás que yo tenga de componer, que es haber vivido posiblemente en el momento más florido, en el momento más feliz de la cultura cubana. Yo lo ubico así, como los primeros: Titón y su pandilla en el cine y Miguel Barnet en la poesía, junto con muchísima gente, con otros poetas que no han sido tan publicados, o han sido menos afortunados, pero que también son parte de eso, o quizás Pedro Luis, o el propio Silvio en unos comienzos.
Había un punto de partida, que nos entregaron a finales de la década del ochenta todos los artistas de todas las manifestaciones –Fabelo haciendo su obra–, que nos entregaron un patrón. Y, digamos, el privilegio que significó estar en Cuba, en ese país que realmente privilegió la educación y me dio la oportunidad a mí de estar en una escuela de arte. A lo mejor no hubiera estado nunca, si no hubiera sido porque se vivió lo que se vivió en los últimos cincuenta y seis años.
El asunto es que realmente hay algo que me impulsa a mí como generación, porque es una generación marcada por ese interés. Recuerda que en esa época, para enamorar a una muchacha, se podía tener un libro de Günter Grass o “No soy Stiller”, de Max Frisch, una cosa así. Con ese libro debajo del brazo, tú llegabas a algún lugar y decían: “Contra, mira qué volao el tipo ese”. Ahora tienes que tener el celular y no sé qué, o un carro con aire. Pero en esa época, realmente con un libro…
MAGDA RESIK. O Lezama.
POLITO IBÁÑEZ. No, si llegabas con libro de Lezama ya…
MAGDA RESIK. La apoteosis.
POLITO IBÁÑEZ. Lo más probable es que nada más te hubiera dejado Marilyn Monroe. No, tenías que venir más a la tierra, Lezama se fue muy lejos, flotó. Era un poquito más acá, otros tipos de…
Y cosa curiosa: literatura y punto de partida para hacer más cultura en Cuba, a partir de los propios artistas cubanos. O sea, hoy hay muchos puntos de referencia –eso no quiere decir que no los hubo en esa época, porque recuerden que esa era la época en que todo el mundo oía a Milton Nascimento, a Caetano Veloso, a Chico Buarque, a Violeta Parra, a todo lo que sucedía en el movimiento de poetas centroamericano y latinoamericano, que tiene que ver con las guerrillas sociales también, porque era todo un conjunto de cosas de la izquierda–, pero, realmente, el privilegio que significó haber vivido en el momento –me parece– óptimo de lo que significaba ser un intelectual, yo estar ahí chupando de esos, me permitió a mí obligarme a estar cuidando mucho lo que yo decía, cómo lo decía, a tratar de hacer mi propio análisis de la realidad y tratar de decirlo de la manera más hermosa, porque los puntos de referencia eran muy fuertes.
Y yo creo que, en lo musical, a mí me ayudó mucho una cosa que no se me ve en la obra, que es el ser cubano, eso que tú estabas diciendo ahorita, o sea, mi padre hacía son y boleros cubanos, y en los boleros y en el son cubano hay una poesía, que si eres un poquito –bueno, espero que no lo vean como una cosa egocéntrica–,si eres un poquito acucioso y realmente profundizas, ves poesía de alto vuelo en cosas como las que ha escrito el mismo Trío Matamoros, Sindo Garay, María Teresa Vera, el mismo César Portillo. Todas esas cosas son las que hacen que tú, de manera imperceptible, empieces a cuidar un poco qué tratamiento armónico y qué tratamiento melódico darle a una canción. Y yo creo que es esa fusión, el interés que tenía yo realmente por elevar mi nivel cultural, el haberme acercado a los grandes poetas desde la literatura antigua hasta la más moderna, a aquellos que tuvieron una poesía de tipo social y político, a aquellos que se dedicaron a hacer poesía de tipo romántico o de texto quizás genérico; esos, los menos.
Sin haber exagerado con Roque Dalton, me leí casi todo, aquellas cosas de César Vallejo que, cuando tú las estás leyendo, estás viendo un país, estás viendo una ciudad, y estás viendo lo profundo de esa ciudad, aunque el que más influyó en mí, a la hora de hacer esos textos, fue precisamente Eliseo Diego que, cuando tú empiezas a leer a Eliseo Diego, y te dice: “En la calle más bien enorme de Jesús del Monte”, tú ves a los hombres caminando por esa calle.
MAGDA RESIK. Y te la describe. Y es la crónica de lo cotidiano.
A mí me gustaría hablar de eso, de tu condición de cronista. Es decir, tu inspiración tiene mucho que ver también con tu capacidad de observación. No sé si los propios estudios de actuación te desarrollaron esa capacidad de observar la conducta humana.
POLITO IBÁÑEZ. Fue el barrio, el barrio en que nací.
MAGDA RESIK. El barrio en que naciste.
POLITO IBÁÑEZ. Era el miedo, te dije que había que cuidarse.
MAGDA RESIK. Hay una naturaleza en ti de cronista de lo local, de cronista de lo universal también.
POLITO IBÁÑEZ. Mira, yo debo no ser inmodesto. A mí me resulto fácil, te voy a explicar por qué: amén de todas esas condiciones que se dieron de tipo psicológico –por decirlo de alguna manera– que yo al principio expliqué de la conversación, de mi origen, que a lo mejor me fui muy lejos y no pude explicar lo que yo quería; pero al margen de eso, cuando tú vives en un pueblo… Yo he visitado muchos países del mundo; incluso, recuerdo haber estado en una torre que hay en Rotterdam, en el puerto, una enorme, que se ve toda la ciudad, y aunque no es el lugar más alto en que yo he estado, la sensación que tienes es la de estar muy alto, porque es como un tubo que va hacia arriba. Pero el lugar más alto, el edificio más alto que he visto en mi vida, es el Habana Libre. Ahora, ¿por qué? Porque yo llego al ISA y Orestes y Lorenzo, unos actores, me traen al Coppelia, y yo estoy viniendo de mi pueblo a La Habana, y llego al Coppelia y miro, y veo un enorme bloque.
Entonces yo pienso que a partir del asombro que me produjo a mí el haber venido de lo más sencillo –porque yo había estado en Cienfuegos, pero los edificios en Cienfuegos son edificios de cinco pisos; ahora hay algunos altos, pero en esa época olvídalo– y ver el Habana Libre con 25 pisos o algo así, fue para mí muy impactante. Y a partir de esa sensación es que yo me convertí en una persona que todo el tiempo, al menos en esos años en que me fui adaptando a la ciudad, estuve mirando lo formal, que es la parte –digamos– arquitectónica, y también el comportamiento.
Ubícate en que yo estoy viniendo con el pantalón de lástex, la camisa de encaje y unas botas cañeras, que en esa época tú vas rompiendo una bota y entonces la plantilla de esa bota la pones aquí, y cuando se te rompe esa ya tienes dos plantillas, y cuando se te rómpela otra la pones aquí, y yo tenía cuatro, yo era cuarto dan en botas.
Entonces, imagínate tú tener aquellas botas y entonces aparecerme… Que, además, quizás Orestes pueda hacer el cuento, porque realmente ellos lo que estaban era vacilándome, y me decían: “Estás muy bien vestido; qué lindo estás, Coloso”, me decían El Coloso de Rodas.
Yo veía que había algo extraño, porque ellos se ponían unos jeans –creo que los jeans se llamaban Pierre Cardin o algo así. ¿Cómo se llamaban aquellos jeans que nos poníamos en aquella época? Sí, Levys, Strauss, cosas de ese tipo. Ellos se ponían unos Levys y esas cosas, y yo andaba con mis pantalones de lástex, y me decían: “No, estás elegante. Nosotros somos pobres, tú estás elegante.” Entonces a mí me parece que quizás todos esos contrastes, Magda… Lo que pasa es que quizás, cuando uno va a hablar de estas cosas de uno, uno tiene que asumir un tono bien grave y ser muy sintético y decir un concepto para que se comprenda. Pero la mejor manera de acercarse, al menos a esta etapa de la que estamos conversando nosotros, es a partir de esa cosa tan sencilla que significó es y que realmente tuvo un peso en mi vida, que es estar por La Habana con un pantalón de lástex viendo a la gente tan vestida y tan distinta. Y eso, por supuesto que influyó en que yo fuera una persona que hasta dijera: “¡Qué mal vestido va ese!”
MAGDA RESIK. Polito, a ti te han tratado de llevar para allá y para acá, te han tratado incluso de manipular.
POLITO IBÁÑEZ. Claro.
MAGDA RESIK. En la esencia de tus canciones, en el compromiso que tienes con la realidad cubana, y por momentos ha habido hasta manipulaciones –diríamos– mediáticas, de los públicos, de todo eso.
POLITO IBÁÑEZ. Sí, claro. También de aquí y de allá.
MAGDA RESIK. Exacto, pero tú eres un hombre que ha ido por una línea –yo siento eso, ¿no?–, sin que nada te perturbe; hay algo que marca tu camino. Y a mí me gustaría saber cómo tú explicas esa línea donde nada te perturba, donde no te han podido comprar las visiones, las ideas, el modo de pensar, donde tu honestidad ha primado en todos los momentos.
POLITO IBÁÑEZ. Lo primero que tengo que decir sobre eso es que a mí me iría mejor si hubiera sido lo contrario.
MAGDA RESIK. ¿Te hubiera ido mejor?
POLITO IBÁÑEZ. Mejor dentro de lo que la gente ve mejor.
Yo no puedo ser de esa otra manera, o sea, decir aquí lo que le conviene a este para que me dé la carta del carro; decir acá lo que quiere este para que me firme un papel y llevarme cuatro utileros en vez de dos a un viaje; yo no le puedo decir, por ejemplo, a María Elvira en Miami, ni mucho menos a… ¿Cómo se llama el señor que lo pusieron ahí, y yo dije: y este qué hace aquí?
MAGDA RESIK. A Montaner.
POLITO IBÁÑEZ. A Montaner no le puedo decir lo que ellos quieren. No, yo no le voy a decir a nadie lo que quiere nadie. ¿Por qué razón? ¿Porque no quiero? Porque no puedo.
MAGDA RESIK. Porque no puedes.
POLITO IBÁÑEZ. No puedo, o sea, no puedo renunciar… Y no son principios profundos de tipo ideológico; tiene que ver con la educación. Mis padres me enseñaron, y creo que es una cosa muy importante legarle a cualquier país; porque un país puede tener una ideología y desarrollar una tendencia ideológica, pero si detrás, más que como resultado de una educación ideológica, los civiles, nosotros, los hombres lo apoyamos como resultado de una educación que nos dieron nuestros padres, que es una conducta que es inviolable, que no se puede transgredir, que no tienes posibilidades ningunas de transgredir…
MAGDA RESIK. Que no se compra.
POLITO IBÁÑEZ. Que no se puede porque, cuando lo hacen bien presente, cuando te dejan esa semilla profunda, a no ser que te asista –como digo yo– una toxina rabiosa y te cambie el cerebelo, siempre vas a tener que responder, hasta por el instinto vas a responder entonces, vas a tener una línea de conducta.
Yo creo que eso es muy importante que se desarrolle en Cuba, independientemente de hacer una labor ideológica; más que eso, trabajar profundo hacia la familia para que cree unos valores y unos conceptos que las personas puedan tener realmente una convicción y una manera de abordar la vida por su propio sentido común, por su propia naturaleza y sus sentimientos.

 

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MAGDA RESIK. Estabas hablando de valores y de cosas que te gustan del ser humano.
POLITO IBÁÑEZ. ¿Quieres que te hable de valores?
MAGDA RESIK. Y de lo que te gusta del ser humano. Y lo que desprecias.
POLITO IBÁÑEZ. Yo una de las cosas que más desprecio –por eso no me es tan cómodo– es ese tipo de gente que fluctúa.
También empecé a estudiar qué cosa es la inteligencia emocional, y me di cuenta de que los hombres y los países conviven con todo eso. O sea, tú no puedes esperar, ya que la selva nos mandó el principio aquí al hipotálamo, no puedes esperar que una hiena se enfrente por la comida a un león; la hiena se esconde y, cuando el león se va, va y come.
Entonces parece una cosa estúpida, pero ahí están dadas las simientes de muchos de los desdobles de las personalidades. Hay gente que realmente te dicen una verdad aquí y te la dicen de otra manera en otro lugar, porque es el único modo que encontró de sentirse cómodo con la verdad y con la mentira, y lo hace para poder comer –para llevar eso al hecho más simple de la idea–, para poder sobrevivir a sus intereses, o buscar de alguna manera realizar sus intereses. Aquel que logra eso, si duerme tranquilo en la cama, es muy feliz; yo no lo he podido hacer. Y créeme que yo no creo que yo haya sido la persona más pura del mundo, y que no haya dicho una cosa en un lugar; pero la mayoría de las veces descubro que digo una cosa porque me gusta el concilio, me gusta la paz, me gusta –digamos– la buena energía y la buena vibra; hay veces que he callado, o he dicho una cosa en un sitio porque he preferido no implosionar ese sitio, he preferido que haya más paz. Porque además, yo sé que siempre, como la mentira tiene patas cortas, la verdad, aunque yo la calle en ese momento y todo llega a ese sitio y llega a esas personas.
MAGDA RESIK. Multitudes te siguen, hemos ido a tus conciertos.
Aquí hay medidores, ¿no?, el que llena la plaza tal, el que llena el Karl Marx, hay medidores. Polito ha llenado y llena habitualmente. Tienes un público, tienes seguidores, llenas teatros en Cuba y en el mundo; pero yo siento que no estás a la moda.
POLITO IBÁÑEZ. Porque no puedo estar. No, estar a la moda te lo juro que no es tan difícil, no es tan difícil. Y hay un tiempo en que las cosas han cambiado mucho; quizás no sea esta la entrevista ideal para volver sobre cosas que realmente me molestan mucho y que son parte de lo que nos ocurre a nosotros como cultura, porque realmente la entrevista no quiero que vaya hacia ese sitio. Lo que sí sé perfectamente es que no es tan difícil.
MAGDA RESIK. Estar a la moda.
POLITO IBÁÑEZ. No, no es tan difícil porque para hacer una buena canción nunca te sobra el talento, aunque para hacer una mala canción tampoco te sobra el talento; porque hay gente que dice: bueno, tal persona hizo tal canción y le puso tres truquitos, pero no vayas a pensar que es fácil –aunque obviamente la canción se ve fácil– que se te ocurran esos tres truquitos. Lo que quiero decir en concreto es: estar a la moda en este momento, con el público que desafortunadamente tenemos, que es parte no de un error, pero de una necesidad que tuvo este país de mandar personas a dar clases y a ser pedagogos cuando no tenían vocación… Ubícate en un período especial en Cuba, a principios de la década del 90 y problemas serios para que la gente optara por la pedagogía, y realmente yo asumo que soy en parte también responsable de eso, aunque no lo sea, yo asumo que fue una necesidad; pero realmente, al mismo tiempo que fue una necesidad de crear personas que dieran clases sin tener vocación, y que fueron los que formaron quizás un público que no tiene muy buen gusto, al mismo tiempo que fue una necesidad, fue lo que hizo posible que hoy por hoy no sea tan difícil esto que te digo, estar de moda; porque se trata de hacer una canción y de hacer un videíto y ponerlo ahí en el lugar donde va…
MAGDA RESIK. Con ciertas claves que garantizan el éxito.
POLITO IBÁÑEZ. Sí, para gente que estudió como tú y yo –y perdonen la petulancia– no es tan difícil darse cuenta de que son tres claves. Perdonen, esa es la única petulancia que voy a tener en la tarde. Y, bueno, después le haces a la canción un corito. Y cuando ya está el corito y está el truquito, ya está la canción. Y eso, bueno, se lo pones en manos a gente que posiblemente haga… Ni hablar de eso, no quiero ni hablar de eso. Entiende: gente que está haciéndolo mal, gente que a lo mejor no tienen hijos; o sea, mucha de la gente que pone ese mal gusto…
Y lo que yo quiero ser en este momento, que me miren, no es como a una persona que cree que hace cosas de buen gusto, sino que me vean como público; o sea, yo también soy público, espectador; pero los que hacen eso, o no tienen hijos o no tienen hijos.
MAGDA RESIK. ¿Y por qué no tener hijos?
POLITO IBÁÑEZ. ¿Por qué, Magda? Porque la persona que está poniendo eso en televisión, que está poniendo eso en radio, no tiene idea del mal gusto que está formando en su hijo.
Cuando tú formas un mal gusto en tu hijo, tu hijo se va a buscar una novia de mal gusto. Las novias de mal gusto normalmente no son muy cultas. Y cuando tu hijo, que ya no es culto, se busque una muchacha que no es culta, tienes por nieto a un muchacho que no es culto.
MAGDA RESIK. O sea, tú estás garantizando hasta el período de abuelo.
POLITO IBÁÑEZ. Entonces yo estoy pensando seriamente que conforme yo estoy preocupado por ver qué va a pasar con mi hijo Simón, que por suerte se le escapó a eso, yo estoy preocupado con lo que pueda pasar con los hijos de todo el mundo; yo no creo que yo tenga que preocuparme por el mío nada más. Porque, además, yo quiero a mi hijo en un entorno culto, yo no resuelvo nada haciendo que mi hijo se vuelva de espaldas a la sociedad y que se mueva en un entorno donde incluso no cabe, porque le dicen: Ah, mira este qué cheo, hablando de Allan Poe.
MAGDA RESIK. Detente un momentico porque yo sé que no es tu idea. Cuando hablamos de culto, cuando hablamos de cultura, Alfredo Guevara decía: vamos a no hablar de élite; vamos a hablar de vanguardia. ¿Qué es lo culto para ti?, cuando hablamos de culto, y tú dices: quiero a mi hijo culto.
POLITO IBÁÑEZ. Este culto no solo es el culto ese, el topus urano del culto. No, un entorno de gente que realmente… Lo que nosotros vivimos en los años 80, 90. ¿Qué culto soy yo? ¿A quién se le puede ocurrir que yo soy una persona culta? Yo soy una persona que tiene algunas herramientas y de alguna manera sí me aprendí a mover dentro de un rango de cultura; ya ser culto es más complicado. Quizás la palabra cubre demasiado terreno. Cuando me refiero a eso, me refiero a ese país donde la gente realmente aplaude el buen gusto; aplaude el buen gusto en el vestir, en el comer, en la palabra que le dice al amigo, en el rostro que pone cuando estás en un centro de trabajo, y aunque no estás en un centro de trabajo que atiende público, pero tu rostro es agradable. Estoy hablando de algo sutil, que estuvo en Cuba, que se vivió en Cuba y que ahora no está porque precisamente –vuelvo y repito–por la necesidad que hubo o por lo que sea…
Yo estas cosas casi siempre me cuesta trabajo conversarlas porque pareciera que yo soy un hombre muy viejo ya; tú sabes que los viejos son los que dicen: no, la generación de ahora está perdida. Yo no lo veo así; yo, ni soy muy viejo, ni creo que la generación está perdida. Creo que para reparar y para formar hombres con el nivel cultural que puedas tener tú, que eres de las más, pero no sé, no tengo confianza para hablar de nadie más aquí, de gente que yo conozco que no llegan quizás a un nivel de cultura muy alto, para volver a reparar eso van a pasar unos cuantos años, porque va a ser difícil; esta generación es la que va a dar clases, y no sabe, no sabe. O sea, yo estoy loco por decirle esto a Díaz Canel. Él va a decir que sí, que tengo razón.
MAGDA RESIK. Claro, por supuesto.
POLITO IBÁÑEZ. Yo se lo dije, pero se lo dije personalmente.
MAGDA RESIK. Ese es un debate público difícil. Y además, que forma parte de la conversación de muchas personas hoy en el país.
POLITO IBÁÑEZ. Está preocupado por eso también.
MAGDA RESIK. Polito, hablaste de Simón. Eso era un poquito más para allá en la conversación, pero hablaste de Simón. Simón es tu referente, es tu amor, es muchas cosas para ti; pero todo el tiempo yo, en lo que me he leído que has dicho, en lo que he escuchado que has dicho a lo largo de estos años, en entrevistas y demás, Simón forma parte como de una especie de bombillito prendido, que te alumbra y que reordena en tu camino.
¿Cuánto ha influido Simón en el artista que eres?
POLITO IBÁÑEZ. Cuando él tenía dos años, yo hice Mientras. No sé si a alguno le suena aquí esa canción. Entonces nadie cree que yo le pueda haber hecho esa canción.
El problema es que yo con Simón, cuando era muy pequeño, lo sentaba y le decía: vamos a hablar. Lo sentaba en una mesa y le decía: vamos a hablar, y él movía los pies. Y yo lo que estaba creando un vínculo. No hablábamos nada, era imposible, tenía dos años; pero yo lo miraba y le decía: vamos a hablar. Y él se quedaba mirándome, y no hablábamos nada. Entonces yo me dije: bueno, ¿con dos años qué podría decirle yo?
Yo sentí que había llegado a mi vida una razón de existencia que no tenía prevista, o más bien que no sabía que era así, que tenía ese matiz tan profundo. Me empecé a preguntar si yo había amado a alguien en la vida, porque entonces yo sentí una cosa tan especial por mi hijo, me preguntaba si el amor para mí realmente estuvo o no estuvo hasta que él llegó. Y después tuve la mala fortuna de que la relación que yo tenía con su mamá no siguió, y entonces eso, cuando te distancias de tu hijo, te queda un ancla ahí de… Digamos no de culpa, porque yo sé perfectamente que estas cosas son así, la vida es así; pero sí una necesidad permanente de estar pendiente y sabiendo lo que va a pasar con mi hijo. Por eso para mí es tan importante que se críe en el país sólido que teníamos intelectualmente, ¿no?, hace veinte años atrás. Y yo creo que sí es un motivo de vida, de inspiración.
Yo quiero dejarle legado a Simón algo que no es ni las canciones ni una casa. Eso no lo tengo muy claro, qué cosa es. Por el momento, el discurso que tengo con él ya casi es de adultos, pero todavía, con sus 17 años, es ese adolescente que no me va a decir todo lo que él cree.
No hace mucho, me dijo una cosa que me dejó… Me dijo: “¿Para qué realmente es que se desarrollan las sociedades? ¿Para qué?” Y yo dije: “¡Ay, dios mío!” Ahí se me olvidaron las categorías filosóficas, y empecé a meterme en causalidad y casualidad, y me empecé a dar cuenta de que yo estaba ya un poco desorientado en eso. Y me hizo esa pregunta. Y realmente, cuando una persona ya, que tiene esa edad, te hace una pregunta de este tipo y tú no tienes una respuesta para cubrir su expectativa, te das cuenta de que todavía no has llegado a tener realmente como el toro por los cuernos; o sea, todavía te falta muchísimo por acercarte a ese ser humano que está demandando de ti en todos los sentidos.
Y por eso yo creo que es un estímulo porque, mientras esté esa motivación y esté esa chispa, yo voy a estar tratando de generar un hombre que, más que un padre, sea una referencia para Simón de algo que realmente lo convierta en un hombre sano, con conceptos de la vida, con sentido común, con valores, pero no esos valores que se aprenden en una tablilla, sino los que realmente son; aunque se acerquen un poco a lo bíblico, que se acerquen un poco a lo que son los valores que de alguna manera también están escritos y de los cuales son digamos muy reverenciadores los católicos, un poco eso, que realmente tenga muy claro qué cosa es ser un ser humano, cuán importante es un ser humano, tanto él como los que lo rodean.
MAGDA RESIK. Polito, a medida que pasan los años, yo siento como que te cuesta más no sé si componer, pero publicar lo que escribes de poesía y lo que compones.
POLITO IBÁÑEZ. Es cierto.
MAGDA RESIK. ¿Y por qué?
POLITO IBÁÑEZ. Bueno, si me aburro de mí mismo…
O sea, yo estuve siete años para hacer el disco Sombras amarillas. Tenía 19 canciones compuestas para un posible disco, más otras muchas que he hecho, que podían estar en un disco; pero no me creía ninguna canción, sentía que me estaba repitiendo. Por eso a mí me cuesta tanto trabajo, porque a veces tú dices…
Yo aquí tengo, por ejemplo, a Rubén Ibarra, que es Decano de la Facultad Autónoma de Zacatecas, y yo he hecho unas giras muy importantes, hice un concierto en México con la Orquesta Sinfónica de Zacatecas, y entonces vine a la televisión, y cada vez que yo veo a alguien en la televisión que dice que hizo una gira por México, yo digo: pero si México es muy grande. Y van a Miami y dicen: no, una gira por Estados Unidos. ¿Alguien ha visto el mapa de Estados Unidos? Y una gira por Europa. ¿Qué Europa?
Entonces, asimismo como trato de ser humilde en eso de venir y decir que estuve en Zacatecas, o estuve en el Galileo Galilei de Madrid, que no es una gira por España, es un concierto en el Galileo Galilei, así mismo trato de ser con las canciones: sin exagerar la humildad, tratar por todos los medios de ser cuidadoso, porque ni doy giras por el mundo –eso es mentira, y de mucha gente también–, ni tampoco tengo un disco nuevo. O sea, hay una frase de Martí, que ya mi memoria casi de Alzheimer no me deja recordar, que habla algo así como que nuevo, nuevo, no hay nada; o sea, que el hombre lo que hace es que se acerca a aquellos motivos, a aquellas vivencias, a aquellos dolores, a aquellas cosas que vivieron otros hombres y, en su tiempo, le da como… Tú debes saber eso más que yo, que eres más martiana que yo.
Es muy difícil decir: hice un disco nuevo. ¿Un disco nuevo? ¿Seguro? Nuevo es una palabra… No sé, cuando yo cambio de novia, digo: tengo una novia nueva, y realmente no son iguales. O cuando voy y degusto un plato, voy a un restaurante indio por ahí, que me invitaron, en un país por ahí, comí una comida nueva de la India, porque es nueva; pero si yo preparo un pedazo de carne de puerco, lo frío y me lo como hoy, y mañana lo hago con ajo y aceite y lo frío, y pasado con tomate, es carne de puerco, ¿entiendes?
Entonces déjame ver, porque estoy un poquito torpe para explicarme.
MAGDA RESIK. No, para nada, para nada.
POLITO IBÁÑEZ. Lo que quiero decir es lo siguiente: yo no hago un disco todos los años porque es muy difícil, y casi siempre es mentira. Y yo no sé en qué momento voy a empezar a decirle mentira a la gente, a lo mejor en cualquier momento, el año que viene, disfrazo unas canciones. Eso se puede hacer, ¿eh? Y como el público no tiene entrenamiento, dice: ah, un disco nuevo. Y se lo das, y se lo das, y se lo das. Pero por el momento, como yo me siento así como muy creativo, me siento realmente que tengo muchas cosas que hacer y que decir, melodías que inventarme y armonías que inventarme, yo prefiero ir lento, haciendo pocos discos, pero realmente llegar a hacer un disco que al menos yo diga: es nuevo.
MAGDA RESIK. Es contigo la discusión, no es con el público; tal vez el público lo recibe encantado.
POLITO IBÁÑEZ. No, y el de ahora, seguro, seguro. No hay problema ninguno, estamos ávidos de cosas. Y por supuesto que en cualquier disco que hace cualquier artista que tiene calidad y talento en Cuba hay valores, no es que no los haya; donde yo me lo cuestiono es cuando te dicen: con una nueva propuesta, con otras sonoridades; bueno, no sé.
MAGDA RESIK. Que es más de lo mismo.
POLITO IBÁÑEZ. Es más de lo mismo, yo creo que sí. Es muy difícil hacer uno nuevo.
MAGDA RESIK. ¿De dónde te salió la voz, Polito? ¿Dónde te formaste esa voz? Porque, fíjate, esa voz tuya yo creo que es el complemento directo de la poesía de tus textos; es decir, hay una voz que tiene una dulzura, tiene un atractivo, tiene una ternura; es una voz tan bien colocada. Sin embargo, tú no fuiste un hombre que estudiaste Arte Lírico, ni te formaste en la Facultad de Música…
POLITO IBÁÑEZ. Si me desaprobaron cuando hice la prueba.
Ah, pero eso sí lo da el Señor, como diría Juan Formell. O sea, nadie te puede enseñar a afinar, nadie te puede dar una voz, no puedes. Incluso, las voces que se entrenan, hay muchas voces entrenadas en el ISA… Recuerdo gente que entrenó mucho la voz, y siempre cantó bien afinado, pero nunca es hermoso. O sea, eso es algo que realmente –yo voy a hablar de eso como si no fuera yo–, eso es algo que te dan, es una cosa que viene contigo, que crece contigo. Yo pienso que también viene aquí a convertirse en esa melodía hermosa y eso, en la medida en que también tengas algunas resonancias emocionales resueltas, quizás seas una persona… Aunque yo no creo que todo el que cante bien sea una buena persona, pero me parece que por lo menos tiene algo como unas campanas interiores, que lo hacen ser una persona que, al menos cuando se sube en el escenario, le nace esa condición, que es talento puro, que es naturaleza pura, que es la mano de Dios, o la voz de Dios para los religiosos, y que, en el caso de los seres humanos, yo al menos considero que es algo por lo que no se puede apostar; no naces con eso, no tienes eso.
MAGDA RESIK. Yo al principio dije que tú eras un cubano muy cubano, muy típico. No me lo puedo explicar. Mira que he entrevistado a personalidades del arte, de la literatura de Cuba, gente que me ha hablado de Cuba; pero Cuba siempre es un misterio, ese misterio impresionante con el que vamos siempre a cuestas. Pero Cuba también es una singularidad, y ser cubano o ser cubana siempre viene siendo…, es como un ave rara.
POLITO IBÁÑEZ. Un plus.
MAGDA RESIK. Sí, es un plus también; es muchas cosas. Pero tú y yo nunca hemos conversado de eso, del peso de ser cubano y del orgullo de ser cubano, de eso que se mezcla en tu música de muchas maneras y en tus poemas –yo les digo poemas.
POLITO IBÁÑEZ. Sí.
MAGDA RESIK. Entonces no hemos conversado de eso, de lo que pesa y de lo que enorgullece el ser cubano.
POLITO IBÁÑEZ. Bueno, yo soy un cubano que también nació en un país que lleva mucho… Están poniéndose documentales muy emotivos, que recuerdan cosas que se vivieron en Cuba. Y yo creo que ahí, en lo que se ve en la literatura, en lo que se ve en la televisión, en lo que se vivió con los amigos, eso de ser cubano y de que te hayas desarrollado en un lugar donde el amigo tuyo es amigo de verdad. Yo conozco muchos lugares donde los socios se cambian la ropa, se pone uno la ropa del otro; pero lo que condiciona que un amigo, un adolescente de 14 años le dé la ropa al otro en otro país no tiene nada que ver con el cubano; el cubano es generoso realmente, es muy dado a ayudar, a ser cómplice de la otra persona en los problemas.
En Cuba quizás se perdieron los hábitos porque las condiciones no lo dejan, pero en Cuba la gente atravesaba la calle y comía con el vecino. El vecino decía: “Fulana, hice tamal”, y ella venía para acá. Y eso no solo era en los campos de Cuba, ni mucho menos en Santiago nada más; eso no es una condición única de esas ciudades que después trascendieron como que son hospitalarias; no, dondequiera yo vi eso.
El cubano, si alguien tenía un accidente –ahora está prohibido–, iba, lo socorría y se lo llevaba; y hay cubanos que realmente donan sangre, y no lo hacen porque se lo pida el CDR, ¡donan sangre! Entonces tú te vas formando en unos sentimientos, que también tienen que ver con tu propio origen, que te van dando un peso; pero se convierten en un peso cuando tú vas y tratas de representar al cubano, cuando uno trata de que alguien vea que tú eres muy cubano, y entonces viene el momento en que hay que demostrar que eres de una nación, ahí empieza eso a pesar. Si tú eso lo tienes tan resuelto como…
No sé, voy para el aeropuerto a buscar a Rubén, por ejemplo. Ya voy a hablar de mí, no me gusta, pero ya tengo que hacer el cuento. Voy para el aeropuerto. Entonces, si yo voy para el aeropuerto y tengo sed y hay una guarapera y yo soy cubano y allí lo que hay son cubanos, yo no me bajo a tomarme el guarapo ahí y le digo al chofer que me lleva: tráeme el guarapo porque yo no soy cubano, entonces no quiero que me vean porque yo soy artista, tráemelo en un vaso. Me parece que pesa menos si vas y te tomas el guarapo con los mulatos y con la negra que me abrazó y me dijo: “oye, tú eres el mejor, un salvaje.” Y después, cuando regresé, quería invitar a Rubén a tomarse un guarapo, y se había acabado el guarapo, porque se lo habían tomado todos los cubanos que pasaron por allí, entre los cuales estaba yo. Entonces no tiene sentido…
Creo que el cubano empieza a pesar cuando tú quieres representarlo, cuando te pones un sombrero para ser cubano, cuando en la música haces un bloquecito intencional para demostrar que eres cubano. Porque tienes el caso, por ejemplo, de David Torrens, que hace mucho eso, y David Torrens es muy cubano, y lo hace porque es un recurso formidable de su trabajo. Pero eso empieza a pesar sobre ti cuando tú realmente quieres demostrar que eres de una nación, y una nación, si se lleva muy adentro, no se tiene que demostrar en ningún momento, en ningún momento tienes que decirlo, en cuanto hablas, saben que eres cubano. Si te manifiestas como un cubano, si eres capaz de ser profundo y estar enamorado de todas y cada una de las cosas que son parte de tu país, que se llama Cuba, tú no tienes que hacer nada más que solamente caminar por las calles de cualquier lugar del mundo manifestándote tal y como tú eres. Y ahí se va a dar cuenta uno de que ser cubano digo yo que es un plus, para mí, y que no es para nada una carga; es un privilegio que se tiene con la humildad que eso lleva, y con eso es suficiente (APLAUSOS).
MAGDA RESIK. Bueno, les toca a ustedes, aprovechen ahora. Porque tú sabes que esto se llama Encuentro Con.
POLITO IBÁÑEZ. Ah, ¿sí?
MAGDA RESIK. Porque no es un encuentro conmigo; este es un encuentro con el público que está aquí. Y entonces siempre damos la oportunidad de que ellos te pregunten directamente lo que deseen, lo que quieran de ti, de tu obra, de tu vida.
POLITO IBÁÑEZ. ¡Dime tú!
MARÍA ELENA. Has dicho en varias ocasiones, o sea no es nada nuevo, que el primer disco es recurrente para todos tus seguidores, les guste o no, lamentablemente para ti, ese disco es un disco de cabecera para todos tus seguidores, y es recurrente para tus seguidores, pero lo es también por lo que dices ahí. Has tenido oportunidad, por supuesto, de hacer otros discos –has dicho–, como ahora, que te demoraste un poco para presentar otro disco.
Te pregunto: ¿tú te has analizado, Polito hacia Polito, la vigencia que tiene tu primer disco y ese que tanto te demoraste hace unos pocos años en presentar, esos textos, esa vigencia?
POLITO IBÁÑEZ. No, a ver, también es como todo: se le van acabando a uno las ideas, la rótula de los huesos, se te van acabando –perdón– los espermatozoides, se te va acabando todo. Y la Cuba para la cual yo comencé a cantar a finales de la década del 80, no solo me cogió con 20 años, también me cogió con lo que ofrecía ese país, en términos de realidad, o sea la realidad de Cuba de finales de la década del 80 y del 90 no es la que tiene hoy, ni la frescura, el atrevimiento con el que uno se acerca a decir una cosa.
Yo estaba estudiando realmente en esa etapa. Hay un sinnúmero de canciones que yo nunca he cantado, porque realmente yo ahora no estoy en la televisión como Amaury; lo puedo decir porque no quería que mi entrevista se centrara en que sí fui bastante jodido por Aldana por mucho tiempo que, además, me lo encuentro y lo abrazo porque era su trabajo. Fue un momento muy difícil en el mundo, donde había que defender a Cuba, y cada cual la defendía desde su responsabilidad. Y no creo que tampoco yo era el único, ¿entiendes?, no. Sí, era un momento histórico, para que nadie crea que yo era el perseguido ni mucho menos; pero sí fue un momento donde realmente las canciones que me surgieron eran durísimas de poner por el contexto.
O sea, yo comprendía con tranquilidad, a pesar de que tenía 21 años, de que realmente era sí, porque las canciones decían cosas bastante difíciles para el momento que se estaba viviendo y que podían polarizar a un público. De hecho, el público que me iba a ver siempre a mí…
Yo hago siempre un cuento, que creo que editó Amaury en su entrevista: yo fui e hice, el 12 de enero del año 1992, un concierto en el Acapulco. El 11 de enero, a las 11 de la noche, yo tengo una amiga llamada Ania Alimañy y le dije que yo no tenía cómo comenzar el concierto al día siguiente. Fue el momento en que Pérez Quintosa murió, y estaban dando unos pollos, y nosotros pusimos unas cajas y soltamos unos pollos, y entonces la gente… Bueno, interpretaciones de todo tipo es normal que pasaran.
Yo recuerdo que el 11 de enero, a las 11 y pico de la noche, yo no tenía una canción para empezar el concierto. Y me dice Ania: ¿por qué no le pones texto a esa melodía que trajiste de Santiago de Cuba en el piano? Y no te miento: como a las 11 menos 4 minutos aproximadamente, yo empecé a hacer “Evocaciones”: “¿Dónde estarás?” Y a las 11 y tres más se acabó, fue una canción así, de nada.
Después la canción se convirtió en algo importante, pero realmente para mí era una canción para comenzar el concierto, que no me gustaba ninguna canción. Yo sabía que el concierto iba a estar calientico, calientico, y yo quería bajar la presión porque no era eso lo que yo quería como artista; yo tenía la intención de movilizar pensamiento y de ser parte de un movimiento que se cuestionaba la realidad, pero para nada tenía que ver con lo que el público realmente…, de abajo lo que se decía era mucho. Y yo recuerdo que yo empiezo a cantar “Evocaciones”, y no te puedes imaginar lo que la gente empezó a decir, porque la canción dice: “¿Dónde estarás…, cuándo vendrás a salvarnos de una vez?” Y teníamos la Marina yanqui ahí enfrente. Y yo terminé la canción y me quedé muy confundido.
Entonces, ¿qué te quiero decir con eso, María Elena? Que en esa época, no solo por la naturaleza propia de mis intereses como creador, ni tampoco por el país en que vivíamos, sino por la misma confluencia de los públicos, por lo mismo que estaba pasando en todas las esferas del arte en Cuba, porque no somos exclusivos los trovadores de haber sido polémicos… Yo recuerdo que Víctor Fowler hizo un poema en la Biblioteca Nacional, y yo me quedé paralizado, o sea, un poema impresionante, y que se cuestionaba la realidad, o yo no sé si yo interpreté eso, pero yo lo recuerdo perfectamente, hasta el punto de que yo siempre he tomado a Víctor Fowler como la referencia de los poetas serios en Cuba; no sé si después tuvo más suerte o menos suerte, pero sí yo lo veo como un poeta serio.
Entonces, realmente, yo creo que negar que realmente las canciones de ese momento tienen una profundidad que no tienen las actuales, sería muy irrespetuoso, porque sería tomarte el pelo a ti, que yo sé que eres una persona que te metes en esos escondrijos; pero lo que ocurre es que cada tiempo tiene una manera de influir en uno.
Yo nunca tuve miedo, y las canciones estuvieron prohibidas. Incluso, quiero hacer un disco ahora, no sé para quién… Porque también hay una cosa: ¿tú te imaginas…? No, no me voy a meter en eso (RISAS). Me vino a la mente una canción tremenda.
Ese disco lo voy a hacer, pero obviamente todo lo que ocurrió en ese momento de mi vida fluía para ahí, estaba en las venas. Y lo que ocurrió en esa época no fue que un día cogí miedo y empecé a hacer otras canciones, porque realmente yo he seguido haciendo otras canciones en esa misma cuerda –no sé, recientemente hice Papeles y otras más, que al final no las saqué en el disco–, pero realmente no puedo pensar que yo –porque tendría que ser realmente un genio, y eso sí no me lo creo– pueda mantener una carrera de 20 años haciendo las canciones –¿por qué no decirlo–con el nivel de profundidad, de hechura y de factura que yo hice en ese momento, que eran canciones que salían desde lo más profundo de las inquietudes, desde la piel, desde la rabia, desde que me censuraran y que no me pusieran esas canciones en la radio. Y yo entonces hacía una peor todavía, en ese sentido, ¿no? Y no es ese tiempo; yo me gané el respeto de esos mismos que me censuraron, a los cuales no les guardo ningún rencor. Cada cual hizo su trabajo; yo hice el mío…
Fue muy bueno que me prohibieran canciones, porque entonces hice tres más. Fue muy bueno lo que ocurrió en esa época. No hay que ver el pasado de Cuba, de aquella gente que de alguna manera aparentemente no obró por la cultura, con rencor; hay que verlo desde otro ángulo, hay que verlo con más madurez, y ver que también eso creaba oportunidades. Es como dicen los cabalistas: ese es tu oponente y, mientras que tengas una barrera ahí y la tengas que saltar, vas a ser un poco mejor. Yo estoy agradecidísimo de que me hayan prohibido las canciones de esa época, y las voy a sacar en un disco, a guitarra. Ahora vamos a ver quién me edita eso.

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