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Lino Betancourt recuerda a Benny Moré

18 de agosto de 2014

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En “De Ayer y de Siempre” les ofreceremos hoy un testimonio que para un programa radial dedicado a Benny Moré grabamos hace algunos años al investigador, musicógrafo y periodista Lino Betancourt Molina (Guantánamo,1930).

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Benny Moré como hombre de pueblo, como hombre nacido en las mismas entrañas del pueblo, tiene un rico anecdotario. Sin embargo, no quiero referirme a anécdotas que han venido pasando de boca en boca y con el decursar del tiempo se traspapelan muchas veces en los archivos y muchas veces no ocurrieron tal y como fueron.  De las que voy a contar fui testigo…
Una madrugada algo fría, alrededor de las dos o las tres, nos encontrábamos, entre otros, el locutor y cantante Roberto Jaramil y Alipio García, dueño del Alí Bar, el sitio preferido por Benny para actuar y donde a lo largo de muchos años se presentó. Después que Alipio cerró el club, nos fuimos hacia un bar bastante cercano: Las Cuatro Ruedas. Estábamos prácticamente sentados en el portal, tomando cerveza y comiendo algo antes de retirarnos a descansar, cuando pasó en su automóvil Benny Moré; lo conocimos enseguida, porque en esa época tenía un Buick descapotable. Lo llamamos, parqueó el carro, se bajó y llegó sonriéndose hasta el grupo. Recuerdo, como si lo viera ahora, que traía una gorra, como las que usan los marineros, pero con una visera.
Acto seguido se sentó con nosotros y, de inmediato, vio que dentro del bar  había una victrola y un grupo de personas que constantemente ponían discos de Benny Moré. Pidió algo de tomar y, en un momento que se  escuchaba un bolero cantado por él, se subió  el saco para cubrirse un poco la cara, se bajó la gorra hasta donde pudo y, dando un poco de tumbos, simulando que se hallaba en estado de embriaguez,  fue hacia el traganickel y lo desconectó. «¡Está  bueno ya de oír a ese cantante que no sabe cantar! ¿Por qué ustedes lo ponen tanto?» Las personas que  se deleitaban oyendo a Benny Moré se levantaron un poco airadas. Pero una de ellas lo descubrió  y gritó: «Señores, ese es Benny Moré». Se armó la consabida algarabía: «Benny…. Benny…Beny…». Entonces Benny se rio, se levantó  la gorra, se puso bien el saco y de nuevo conectó el traganickel a la corriente. Y al volver a escucharse  su voz, empezó a cantar a dúo con él mismo. Y no solamente interpretó ese bolero, sino cinco o seis más. Todas las personas que estábamos allí lo rodeamos y cantamos con él, haciéndole, a ratos, un segundo y hasta un primo.
Otra anécdota sucedió en el Alí Bar. Me sorprendió allí la madrugada. Benny nos dijo a los pocos que quedábamos, entre otros el cantante Orlando Vallejo: «¡Por qué no nos vamos para Catalina de Güines a comer un poco de las butifarras de El Congo?  Como todos éramos un poco bohemios decidimos seguirlo y nos marchamos en dos o tres automóviles. Cuando llegamos allá estaba cerrado el quiosco de El Congo, que era un querido amigo de Benny. Pero alguien  del pueblo acertó a  pasar y comentó: «Pero miren quiénes  están aquí: Benny Moré… Orlando Vallejo… ¡Qué va! No  se pueden ir…voy a buscar a El Congo”!» Éste vino al momento y a esa hora empezó a preparar las butifarras que le dieran tanta fama. ¿Y qué hizo Benny? Se puso, junto con El Congo,  a freír butifarras y a preparar los panes. Alguien trajo una  botella de ron, tomamos; y, por supuesto, Benny cantó. Pero esa madrugada asimismo reveló una faceta poco conocida de él: la narración de cuentos. Era extraordinario en eso. No olvido cómo se ponía en cuclillas  y empezaba a hacer cuentos imitando la forma de hablar de los negros congos.  En esa época yo no sabía cómo Benny Moré podía hacer tan bien esa imitación. Con el tiempo me enteré que en su natal Santa Isabel de Las Lajas se crió en un barrio llamado La Guinea, donde había una sociedad de congos. Como pasaba mucho tiempo entre ellos, podía imitar perfectamente la forma de hablar de ellos. Esa noche, jaraneando con su amigo El Congo, le decía: «Tú no eres congo. El verdadero congo soy yo».
En los últimos años de vida de Benny Moré, un día me llamó Siro Rodríguez, la voz segunda del trío de Miguel Matamoros, al que pertenecía también Rafael Cueto, con los que en sus inicios artísticos Benny trabajó en La Habana y en México durante 1945, cuando Miguel organizó el Conjunto Matamoros . De ellos tres, Siro, quien era el más amigo de Benny, me dice por teléfono: «Oye, mañana, domingo, te invito a ir a casa de Benny, pues me mandaron una jutía, ya pelada, de San Diego de los Baños y él es un especialista en cocinarla».Bueno, al siguiente día fui a recoger a Siro a su casa de la calle Damas.  Al verme llegar, dijo: «Mira lo que también conseguí: una botella de ron añejo». Él preparó una jaba con la jutía y la botella y nos fuimos a coger la ruta 8 para irnos hacia el reparto La Cumbre, donde vivía Benny.
Recuerdo que llegamos a la casa de Benny bastante temprano, algo después de las nueve de la mañana. En ese momento, él estaba  en el patio dándole de comer a unos puercos, gallinas, patos, pavos… Enseguida recesó en lo que hacía, abrazó a Siro, lo recibió con mucha efusividad, y empezamos a conversar.  Siro sacó de la jaba la jutía y la botella de ron y le explicó: «Mira, he traído esta botella para que tú la abras».  «Lo siento muchísimo, pero ya no puedo beber, hace como seis meses que no bebo, porque no me siento bien y el doctor Ruiz me lo prohibió terminantemente. Ustedes pueden tomársela y si viene otro amigo le brindan en nombre mío. Para mí serviré refresco en un vaso y así me hago la idea de que tomo ese ron añejo que tanto me gusta y van a disfrutar ustedes».
Un rato después dijo: «Bueno, vamos a preparar la jutía». Fue hacia el patio y empezó a cortar  unas cañas. Le pregunté: «¡Benny, ¿vas a comer caña ahora?» «No; es que al asar la jutía hay que rodearla de canutos de caña para que sepa más sabrosa;  la caña tiene la virtud de robarle ese sabor agrio, el almizcle que tienen las jutías». Después le añadió  jugo de limón, de naranja agria, de todo eso tenía en su patio, y la puso en el horno. A eso de las dos o las tres de la tarde estábamos almorzando aquella jutía,  que quedó exquisita,  con él y su esposa, una mulata preciosa, y un niñito que estaba en los brazos de ella y lloraba muchísimo. Y he contado esta anécdota es  con el objetivo de desmentir que Benny bebió hasta poco antes de su muerte. Eso es falso. Dejó de hacerlo varios meses antes de fallecer.
Se ha hablado de otro gran cantante que tuvimos como un mito, una leyenda: Pablo Quevedo. No podemos compararlo  con Benny Moré en lo que respecta a su voz, pues no dejó grabaciones. En el caso de Benny sí contamos con muchas grabaciones;  desde los días en que empezó a destacarse en el Conjunto Matamoros hasta prácticamente sus últimos tiempos de vida. Como bolerista fue excepcional. Como sonero, grandísimo… Genial  como cantador de guajiras, como improvisador…Como director de orquesta sabemos  que creó la mejor orquesta jazzband que ha existido en nuestro país… Considero que es el artista popular más grande que ha dado Cuba y, por qué no decirlo, tal vez América Latina.

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