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1957: Medio siglo de teatro en Cuba (V)

2 de enero de 2015

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luisa 2Continuamos hoy en nuestra sección con la publicación fragmentada de un extenso e interesante trabajo que, con el título de “Medio siglo de teatro en Cuba”, el periodista Francisco Ichaso incluyó el 15 de septiembre de 1957 en una edición especial del “Diario de la Marina” por el 125 aniversario de ese rotativo habanero.

Paralelamente al teatro vernáculo se han realizado numerosas tentativas para crear un teatro nacional de ambiciones mayores, tanto en la temática como en la elaboración artística.
Son dignos de mención a este respecto los empeños de la Sociedad de Fomento del Teatro, constituida en mayo de 1910 por Max Henríquez Ureña, José Antonio Ramos, Bernardo G. Barros, Ramón A. Catalá y Luis A. Baralt, todos ellos profesores y hombres de letras de mucha nota. Esta organización representó obras de Martí, de la Avellaneda y de otros. En el elenco de la compañía figuraba una actriz de mucho prestigio: Luisa Martínez Casado, perteneciente a una familia de damas y caballeros de la escena cuyos descendientes todavía actúan en acrecimiento del decoro heredado.
Empresa análoga realizó en 1903 (sic) la Sociedad Teatro Cubano, en cierto modo continuadora de la anterior en el espíritu y en el propósito, promovida por Salvador Salazar, profesor y autor; Lucilo de la Peña, periodista vigoroso y orador elocuente; León Ichaso y Julián Sanz, colaboradores en obras de mucho éxito que todavía se representan, como “La flor del camino” y “Rosalba”; Gustavo Sánchez Galarraga, de fácil vena poética, Erasmo Regüeiferos y otros animadores. En la compañía figuraban la notable actriz Enriqueta Sierra, maestra después de muchos actores y actrices del patio, y los actores José Soriano Biosca y Enrique Torrent.
Más modernamente emprendió empeño parecido el ilustre profesor Juan J. Remos con su Teatro Cubano de Selección, que celebró una efímera temporada durante la cual se representaron con éxito varias obras de autores nacionales.
Entre los comediógrafos cubanos surgidos al calor de estos esfuerzos, el más destacado fue José Antonio Ramos, espíritu profundo y escritor desigual, que poseía la pasión dramática y la preocupación nacionalista y social y que llevó a la escena con intenciones denunciantes y reformadoras muchos problemas de nuestro pueblo. Luis A. Baralt, que lo comparó certeramente con el uruguayo Florencio Sánchez, ha escrito: “Hombre de innato sentido teatral y labia abundante para hacer hablar con soltura y a veces con gracia a sus personajes, supo siempre revestir de formas atractivas e interesantes las fuertes ideas políticas y sociales que sustentaba con generoso apasionamiento”.
El 3 de enero de 1918 se estrenó, bajo los auspicios de la Sociedad Teatro Cubano, su mejor obra: “Tembladera”. Otros títulos importantes son “Satanás”, “Calibán Rex” y “FU-3001”.
Todos los animadores de las instituciones teatrales antes mencionadas cultivaron más o menos asiduamente el teatro. No en todos los casos la nobleza de la intención fue proporcionada a los resultados; pero es indudable que ellos abrieron el camino para empeños de más fortuna, aunque no más duraderos, emprendidos después.
Además merecen mencionarse otros autores cubanos: Ramón Sánchez< Varona, con un gran sentido teatral, buena arquitectura dramática y fácil diálogo, premiado en diversos concursos y cuyas principales obras son “Las piedras de Judea”, “El ogro”, “La sombra”, “La cita” y “La acechanza”; Rafael Suárez Solís, español de cuna, pero cubano por su ejecutoria de escritor, dramaturgo de gran aliento, lírico a veces, irónico otras, observador agudo siempre del alma humana, con triunfos como los de “Barrabás”, un inspirado poema dramático; “El loco del año”, “La rebelión de las canas” y “Las tocineras”; Ángel Lázaro, español también, que se inició en Cuba con la poética comedia “Con el alma” y luego estrenó en Madrid y en La Habana con crítica muy estimable “Imagineros”, “Proa al sol”, “La hija del tabernero” y “El amor es otra cosa”; Luis Amadoi Blanco, autor, director y crítico de sólido talento y vasta cultura, que estrenó “Suicidio”; César Rodríguez Expósito, autor de comentadas obras de tesis, como “Humano antes que moral”; Marcelo Salinas certero retratista de la vida campesina en “Alma guajira”; Paco Alfonso lleno de preocupaciones sociales; José Montes López, Juan Domínguez Arbelo y tantos más que harían inacabable la reseña.
Refiriéndose a estas desinteresadas empresas teatrales, ha señalado muy justamente José Manuel Valdés Rodríguez que “no tuvieron por objetivo esencial y primero la creación de de un aparato teatral idóneo, radicalmente cubano, que poco a poco fuese ofreciendo al autor criollo el instrumento adecuado para la expresión cabal de lo teatral”. Es decir: que sus animadores trataron de instaurar una escena de contenido y mensaje nacionales; pero atenida a las congeladas tradiciones del teatro español que abastecía nuestros escenarios, sin tener en cuenta que todo teatro nacional lo primero que tiene que hacer es crear sus propios medios, su propia técnica, bien remontándose a las fuentes clásicas, bien bebiendo en las de la dramaturgia universal.

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