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170 años de José Martí: su concepto del deber

31 de marzo de 2023

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"Muerte en Dos Ríos", 1952, Carlos Enríquez, Óleo sobre tela, 165 x 115

“Muerte en Dos Ríos”, 1952, Carlos Enríquez, Óleo sobre tela, 165 x 115

 

El Maestro, desde muy joven, ajustó su vida y sus actos al cumplimiento de lo que consideraba el deber. Este resulta un concepto básico para entender la particular ética martiana, sustento de su filosofía y, a la vez, código de su conducta. Sin embargo, como en tantos otros conceptos de su pensar, no se ha encontrado un texto suyo dedicado a explicar in extenso su sentido del deber: este aparece en más de veinte ocasiones mediante frases e ideas sueltas en distintos escritos de objetivos específicos diversos, y en distintas momentos no necesariamente dedicados a entregar su postura filosófica o ética. Por ello, a menudo, las expresiones en torno a ello son casi siempre aforismos que se desprenden del asunto mayor que trata.

“La gloria y el triunfo no son más que un estímulo al cumplimiento del deber.” Así señaló en un texto de juventud, La República Española ante la Revolución Cubana. Ha de apreciarse en esta consideración esa derivación o sujeción de “gloria” y triunfo” al deber, con lo cual Martí no expresa una verdadera importancia hacia ellas sino que las encarrila hacia objetivos de altura y trascendencia.

Ya en México, establece el significado del deber para la propia condición humana cuando expresa: “Un hombre es el instrumento del deber: así se es hombre.” Y desde Guatemala, en carta a un amigo de ese país se refiere al ajuste del deber a la época: “… el primer deber de un hombres en estos días, es ser un hombre de su tiempo.” Durante su larga estancia neoyorquina, al referirse al intelectual Bronson Alcott, exclama: “El deber es feliz, aunque no lo parezca, y el cumplirlo puramente eleva el alma a un estado perenne de dulzura.” Tal parece que más que a la personalidad del norteamericano, Martí se refiere a sí mismo, tal y como lo haría a lo largo de los años 80 y 90 a medida que la entrega a la labor por la independencia de la patria ocupe su plena atención.

Al presentarse por primera vez ante la emigración cubana en Nueva York, dijo Martí en su discurso en Steck Hall, en 1880: “El deber ha de cumplirse sencilla y naturalmente.” En carta al patriota Ramón Leocadio Bonachea, de los últimos combatientes durante la breve Guerra Chiquita, afirma: “La honrada alegría de cumplir con el glorioso deber ahogará todo pequeño reparo personal.” En 1884, a Máximo Gómez reporta su entrega: “Yo no sirvo más que al deber, y con este seré siempre bastante poderoso.” A Serafín Bello, uno de sus más cercanos colaboradores, le escribe en 1889: “… nuestro deber es mucho. Seamos dignos en lo que de nosotros se espera.” Al patriota Juan Bonilla en 1890 le expresa su propia entrega: “… cumplir con mis deberes, que espera lo que vivo, porque todo lo demás, fuera de la amistad de los buenos corazones, resulta vano y feo.” Su código de conducta personal lo reitera en un discurso de 1890: “…el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber.” A su propia madre, antes de ir a la guerra, le señala: “El deber de un hombre está allí donde es más útil”.

En uno de sus cuadernos de apuntes se juzga de este modo: “El deber de un hombre no es forzar las condiciones de la vida, para ocupar en ella una situación más alta que las que sus condiciones le permiten, sino hacer en cada una de las condiciones en que se hace la mayor suma de mejor obra posible” Por eso fue el Delegado del Partido Revolucionario Cubano y por eso murió en Dos Ríos, en combate.

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