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170 años de José Martí: Martí, impaciente, traza la estrategia

10 de noviembre de 2023

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René Negrín S/T, 2008 Escultura con cerámica 65 x 40 x 22 cm

René Negrín, S/T, 2008, Escultura con cerámica, 65 x 40 x 22 cm

 

Según avanzó noviembre de 1893 Martí se sintió cada vez más presionado por comenzar la guerra necesaria en Cuba, sobre todo después de conocer el 7 de ese mes del alzamiento de Federico Zayas en la zona de Cienfuegos y de las noticias que le fueron llegando de inmediato de varios arrestos en Cuba. Sintió entonces la alta responsabilidad que le imponía su liderazgo desde el cargo de Delegado del Partido Revolucionario Cubano junto con la seriedad y el respeto de su relación con Máximo Gómez desde que este fuera electo por votación los jefes de la pasada contienda de diez años como General en Jefe del Ejército Libertador y Martí pusiera en sus manos la dirección del ala militar de la revolución.

En sus comunicaciones por aquellos días el Delegado expone su dolorosa preocupación por los patriotas que en Cuba ya ponían su vida en riesgo al tomar las armas, por lo que se lamenta de no habérseles podido convocar a un alzamiento unificado y que perecieran al ser solo pequeños grupos sin recibir el apoyo requerido desde las emigraciones. De igual modo ve el peligro de que la organización de los conspiradores dentro de la Isla fuera desarticulada por los numerosos arrestos de personas de quienes las autoridades coloniales tenían sospechas y hasta algunas evidencias En sus escritos al respecto se aprecia su angustiosa responsabilidad por aquellas vidas y porque al afectase la red de conjurados todos los preparativos en tales sentidos se viniesen al suelo.

En la misma madrugada de 7 de noviembre escribió una carta a Serafín Sánchez en Cayo Hueso, el 8 un cablegrama de una línea alertando del suceso a José Dolores Poyo, el patriarca de los cubanos del Cayo, y un telegrama al periódico Cuba de esa lo calidad que terminaba así: “No fallaré. No fallarán ustedes.” Era a la misma vez un deber y una orden para sí y para sus seguidores. Y en breves cartas sin fecha a Poyo y a Sánchez, muy probablemente de días inmediatos, les revela su actuar al insistir en la necesidad de moverse hacia la guerra.

A Sánchez le dice: “Ahora necesito encauzar afuera y en Cuba la situación y recabar otra vez formal promesa de acción inmediata, y sujetar la situación dificilísima de la Isla, mientras va la acción. Demoras u escarceos ahora son verdaderos crímenes. Yo, en lo mío, conforme a lo ajustado, no necesito más que días. Esperemos las noticias directas. Cablearé a Gómez en apoyo o atenuación de la extraordinaria y justa urgencia de mi carta. Resolveré en seguida. Y Vd, sabe que no pierde días ni piensa en sí, ni mueve más que para su patria, su amigo, José Martí.”

A Sánchez le explica: “Los q, hemos trastornado el país, debemos ir a las consecuencias del trastorno. Yo sé que Vd., a la vez impaciente y justo, me ayudará con toda el alma en esta empresa. Pues podemos, y estamos juntos, vamos. O declaramos que no podemos ir. Yo, ya estaría andando, y allí, pero estoy a la historia y a la cordialidad, y me muerdo los puños, porque no se me diga irrespetuoso e intruso… “Vd, imaginará cuánto estaré haciendo para impedir tibiezas afuera, tener afuera con tacto la gente a punto; quitar razón a violencias en Cuba, y dar tiempo a que Gómez me conteste sobre esta situación.”

El Delegado, sorprendido por los alzamientos espontáneos, trazó la estrategia por seguir, buscando el equilibrio en el campo patriótico sin violentar las responsabilidades acordadas, siempre decidido a mantener la unidad sin dejar el camino de la lucha armada que imponían los hechos en Cuba. Sin dudas, era ya el líder en plena madurez.

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