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170 años de José Martí: la mirada de un argentino sobre el maestro (I)

13 de junio de 2023

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Carlos Aldao fue un abogado, político y escritor argentino que mantuvo una estrecha cooperación de trabajo con José Martí en Nueva York. Nacido en  Santa Fe en 1860, fue designado en 1893 secretario de la legación de su país en Washington, cargo en que siguió de cerca la labor de traducción al inglés efectuada por Martí de la documentación relativa al arbitraje que Estados Unidos desempeñó en la disputa entre Argentina y Brasil acerca del territorio de Misiones. Tal labor implicó frecuentes encuentros entre ambos en Nueva York y que el argentino alcanzara alto aprecio por el cubano, manifestado en sus recuerdos publicados años después en su libro titulado A través del mundo.

Las apreciaciones sobre el cubano las entregó junto a las que le provocó el científico e inventor Thomas A. Edison en texto dedicado a hombres que fueron incansables trabajadores en sus respectivos cambios de acción. La extensa parte dedicada al Maestro observa los más disímiles aspectos de la personalidad, ocupaciones y trascendencia de Martí durante los últimos tiempos de su larga estancia en Nueva York. La hondura de la mirada de Aldao demuestra el interés, la simpatía y hasta la admiración ante quien en aquel momento en que compartieron ya Martí vivía entregado  a la causa cubana y a las tantas obligaciones que le imponía su cargo de Delegado del Partido Revolucionario Cubano. El propio Aldao señaló que durante los meses en que trabajaron juntos “el haber penetrado íntimamente en toda la delicadeza de aquella naturaleza y de aquella alma justa” es lo que le impulsó a escribir sus recuerdos.

Físicamente lo describe así: “de pequeña estatura y enjuto de carnes, con ese tinte casi cetrino de los que nacen en países tropicales, respondía un notable desarrollo del cráneo; cabello  castaño, fino y algo ensortijado, bigote caído, no muy abundante, y marca debajo de la boca, de labios delgados, guarnecidos de dientes fuertes y separados. Lo más notable de su fisonomía eran los ojos límpidos, grandes, notablemente apretados entre si, que alejaban toda idea de falsedad  hipocresía, con reflejos simultáneos de bondad y fortaleza.”

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Dice que el tren elevado o en la calle Broadway iba “envuelto en un paletó de tejidos de astrakán roído, con paso corto, rápido y nerviosos, llevando siempre algo debajo del brazo, un lío de diarios y manuscritos, mirando al suelo como preocupado y abstraído. ¿En qué pensaba? En Cuba y su independencia, animado por un patriotismo ascético.”

Continúa Aldao con la altura moral martiana: “Con entusiasmo de apóstol, sin desfallecimientos, en todas las horas y en todos los momentos acarició este ideal durante diez largos años la ruda labor y constante anhelo.” Según el argentino, esta  entrega se completaba así: “Jamás, en medio de las dificultades y desencantos que encontraba en la paciente y ardua organización de su obra, se le oía una expresión de odio, o siquiera de mala voluntad, contra nadie, ni contra España.”

Buen fisonomista y buen conocedor del alma martiana fue Carlos Aldao.

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