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130 años de “Nuestra América”: el peligro mayor de Nuestra América

5 de febrero de 2021

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Martí, 1971, Raúl Martínez, Tinta sobre cartulina 72 x 50 cm

“Martí”, 1971, Raúl Martínez, Tinta sobre cartulina
72 x 50 cm

 

Los dos párrafos finales del ensayo martiano se refieren al tigre de afuera, peligro mayor aun para Martí que el tigre de adentro: “El desdén del vecino formidable que no la conoce es el peligro mayor de  nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegará, tal vez, a poner en ella la codicia.  Por el respeto, luego que la conociese, sacaría  de ella las manos.”

La idea que había ido avanzando desde 1883 en sus textos en el mensuario La América, es ya en él asunto primario para nuestra región. La Conferencia de Washington en 1890, convocada por Estados Unidos, fue para el Maestro el comienzo de la acción expansiva de ese país hacia el sur del continente, lo cual, a su juicio, amenazaba la soberanía de nuestras naciones. A la ambición territorial casi desde su nacimiento, Martí sumaba la de pujantes intereses económicos requeridos de ampliar los abastecimientos de materias primas y, sobre todo, de dar salida a sus producciones más allá del mercado interno que ya copaban plenamente. Así, desde años atrás había descrito en sus crónicas desde Estados Unidos acerca del creciente poderío de los monopolios que ya se formaban y buscaban expandirse más allá de sus fronteras, cuyos efectos negativos para las grandes mayorías de la propia población estadounidense también denunció.

Con mirada de estadista, el cubano sopesa en “Nuestra América” los diversos factores que actuaban en el país norteño, diferente “en orígenes, métodos e intereses.” Señala  elementos de psicología social: “los pueblos viriles, que se han hecho de sí propios, con la escopeta y la ley, aman, y solo aman, a los pueblos viriles.” No deja de apreciar el choque de posturas opuestas dentro de Estados Unidos, como que “el predominio de los más puro de su sangre”,  acaso libre al país de “la hora del desenfreno y la ambición”, aunque apunta también que a esa acción “pudieran lanzarla sus  masas vengativas y sórdidas, la tradición de conquista, y el interés de un caudillo hábil.”

En consecuencia,  para él, Nuestra América tenía “el deber urgente” de “enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de su pasado sofocante, manchada solo con la sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas,—y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños.”  Se trataba, pues,  de una doble acción: darse a conocer  y a respetar por el vecino poderoso, y trabajar unida contra los rezagos coloniales, “sin odio de raza, porque no hay razas.” Y refuerza esta tesis central de su pensamiento: “Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas.”

Ya en los finales del ensayo, Martí afirma “Pensar es servir.” Esa fue justamente su tarea con “Nuestra América”: analizó, más a fondo que cualquiera otro en su tiempo, los problemas al interior de la región, los que la dividían y debilitaban frente al “peligro mayor” venido del norte, y clamó “por la unión tácita y urgente del alma continental”, de la “América trabajadora” siguiendo “el camino abonado por los padres sublimes y “la semilla de la  América nueva” regada por el Gran Semí de los pueblos originarios.

“Nuestra América”, pues, es pieza mayor de la obra de servicio del pensar de José Martí.

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